Navas de Bureba: iglesia de Nª Sª de la Asunción


'Pero él era diferente a ellos, él había sacado con sus manos el alma de las piedras, había dejado su propia huella en la supeficie fría haciéndola eterna, dándole un valor imperecedero. Sin embargo, en aquel momento comprendió que eran las piedras las que le habían arrancado su propia alma, dejándolo en el vacío de la memoria...' (1)

Al pie de los Montes Obarenes, se localizan una serie de pueblos, cuyos templos reúnen unas características bastante más que interesantes y dignas, por tanto, de tenerse en cuenta, por todo aquel que pretenda iniciarse en el románico de Burgos en general y en el de ésta pintoresca región administrativa de La Bureba, en particular. Uno de tales templos, es la iglesia de Nª Sª de la Asunción -dudo mucho de que ésta fuera su primitiva advocación- parroquial que hemos de situar en el pueblo de Navas de Bureba que, a su vez, se localiza al norte de Burgos, y su distancia de Briviesca -considerada como la capital burebana- apenas ronda la treintena de kilómetros.
Por otra parte, y en opinión de algunos expertos (2), este templo de la Asunción, ofrece detalles originales, prácticamente únicos. Entre esos detalles, es cierto que llama la atención, en primer lugar, la curiosa estructura del ventanal de su ábside, reforzado, en el que se aprecia un diseño quizás innovador para la época, aunque no desconocido del todo en la provincia, pues se puede localizar en las cercanías de Silos, basado en arcos lobulados y ondas, que le confiere un llamativo aspecto. Dudosa podría ser, no obstante, la afirmación siguiente relativa a la excelencia de los motivos decorativos de canecillos y capiteles, pues la calidad, en mi opinión, es indistinta y en su observación podría suponerse la mano de diferentes canteros con mayor o menor grado de habilidad.
Si bien la temática de éstos continúa manteniendo unos cánones poco menos que tradicionales en lo que bien podríamos denominar como la imaginería fundamental de la época, incluye, no obstante, algunos detalles que bien merecen cierta atención, erremos o no a la hora de valorarlos e interpretarlos. Y es importante fijarse en los pequeños detalles, aquellos que apenas se perciben a simple vista, sobre todo si tomamos como base que los canteros -aún trabajando por encargo y con la temática previamente estipulada- no solían dejar ningún detalle al azar y sí incluir, por el contrario, algún gazapo filosófico. Hasta tal punto es así, que resulta cuando menos intrigante, observar, por ejemplo, entre las testas de diversa índole que circunvalan el hemisferio semi-circular del ábside, aquélla en particular que muestra un rostro cornudo, quizás un demonio, en el centro de cuya cabeza sobresale una cruz. El exorcismo, en este caso, podría ser, quizás, una velada alusión a la supremacía religiosa, de similar manera a como -continúo con los ejemplos- en la portada de la catedral de Huesca una esplendorosa imagen virginal, de piedra, se mantiene erguida sobre el pedestal que sostiene una mujer vieja, fea y encorvada: la Nueva y la Antigua Religión (3).
Llama la atención, así mismo en uno de los capiteles que soportan los contrafuertes absidiales -y en esto, difiero, en principio, de la calidad o excelencia comentada por Sainz- la observación de unos curiosos seres alados. Seres que, dada su aparente tosquedad, dejan lugar a dudas acerca de su posible origen: ¿ángeles o arpías?. Su número, por añadidura, también resulta significativo: tres.
Otras curiosidades que pueden atraer nuestra atención del exterior del templo, podría ser la presencia, no lejos de la modificada portada principal de acceso al recinto, de alguna estela funeraria empotrada en la pared, así como la curiosa, y a la vez innovadora presencia de una cruz paté grabada en uno de los sillares y reconvertida en reloj solar. Esta obra moderna, disimula una portada original, en la que los capiteles de las arquivoltas incluyen una curiosa y variada figurativa, que llama la atención, no cabe duda, por su extraordinario tamaño.
En el interior, los capiteles situados en el arco absidial, también muestran una variada temática, siendo, quizás, la más representativa, la conocida escena de Daniel y los leones. Dignos de mención, así mismo, son un magnífico Cristo, gótico probablemente y crucificado en una simbólica cruz de gajos, y una excelente y rara talla virginal, románica, la Virgen de la Leche. Se trata de una de las pocas tallas marianas de la época, que muestran a la Virgen mostrando el pecho para darle de mamar al Niño, cuyo rico simbolismo, en parte alquímico, se localiza también en la vida, en parte legendaria, de algunos personajes relevantes, como Bernardo de Claraval. Como referencia, existen tallas similares en Cantabria -Santa María de Lebeña- y Soria, la Virgen de Hinodejo, ésta última expuesta en la pasada edición de las Edades del Hombre. La Virgen de la Leche de Navas, así como otra que se localiza en el Retablo Mayor, fueron robadas hace algunos años, aunque finalmente se localizaron en Toledo, pudiéndose recuperar.


(1) Paloma Sánchez-Garnica: 'El alma de las piedras', Editorial Planeta, S.A., 1ª edición, junio de 2010, página 586.
(2) Javier Sainz Saiz: 'El Románico de Burgos', Ediciones Lancia, 2ª edición, 2005, página 66.
(3) Detalle aportado, en aquél inolvidable viaje, por D. Rafael Alarcón Herrera, a quien públicamente manifiesto mi admiración y gratitud y del que no me canso nunca de aprender.

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