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Mostrando entradas de 2020

Lugares misteriosos de Cantabria: la Colegiata de Santillana del Mar

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Dicen de nosotros, los españoles, que somos un pueblo capaz de sacar oro hasta de una alcuza, lo que después de todo, no significa otra cosa, salvo que tenemos un acusado sentido de la crítica y del ingenio. Quizás por eso, uno de nuestros más excelsos escritores del Siglo de Oro, el siempre enigmático don Miguel de Cervantes, ya nos definió, de alguna manera, cuando creó una obra maestra, cuyo protagonista era un ingenioso hidalgo, como no podía ser menos: don Quijote de la Mancha. El ingenio ha hecho, que tengamos una extensa variedad de refranes y dichos populares, hasta el punto de que, siquiera sea por una inquieta cuestión de afilar los agudos cuchillos de la crítica o simplemente por una humana cuestión de envidia, seamos capaces de molestar a algunos de nuestros vecinos, calificando a su pueblo como el de las dos o el de las tres mentiras. Por ejemplo, en la Mancha dicen que Puertollano –pueblo cercano a la cervantina Argamasilla de Alba- es el pueblo de las dos mentiras, porqu

Misterios de Ávila: la Soterraña

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Los que pertenecemos a esa generación cuya mirada, como el sol cada atardecer, se dirige hacia las misteriosas aguas del ocaso, allá, en ese lugar sublime del Finisterre, donde el peregrino se reencuentra simbólicamente son sus antepasados, siempre la hemos cantado en nuestros corros y juegos infantiles. Sencilla e su letra e inconscientes de su auténtico significado, la figura de la Virgen de la Cueva siempre ha estado asociada a unos ritos de la fertilidad, que convertían a la lluvia en la simiente del Dios Padre Cielo, que fertilizaba puntualmente a su consorte, la Diosa Madre Tierra. De ahí la plegaria del labrador, heredada de la mitología, que reivindicaba aquello de ‘que llueva, que llueva, Virgen de la Cueva’, convenientemente cristianizada con el ulterior estribillo: ‘los angelitos cantan, las nubes se levantan’ y el posterior ‘Amén’, que generalmente en la barriada donde me crié, se sustituía –quién sabe, si por el socialismo imperante en un barrio eminentemente humilde, fren

Fragmentos de la España visigoda: la ermita de Santa Lucía del Trampal

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  No he penetrado todavía en Extremadura, al menos con la intensidad y la regularidad que hubiera deseado y que requiere una comunidad de sus características, con tanta riqueza natural e histórica, aprisionada –como lo oyen- en grandes latifundios o fincas privadas, donde cualquier intento por introducirse y arañar algún interesante vestigio, cuando no imprescindible rescoldo de las brasas de un rico pasado, está complemente prohibido, y por lo tanto, condenado al fracaso. De hecho, este espléndido cenobio de orígenes y constitución eminentemente visigodos –del que pretendo hacerles de cicerone, siquiera sea brevemente- estuvo durante muchos años en tal situación, circunstancia que derivó en el poco, escaso o nulo cuidado, perdiéndose buena parte de su primitiva originalidad, en Dios sabe qué cantidad de casas y cercados colindantes. Y aun así, pueden creerlo, provoca una emoción especial pasear por su entorno –donde los campos de olivos protegen parte de sus antiguas y desperdigadas

El psicológico encanto de los Bestiarios medievales

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Algo definitivamente brillante debía de poseer el espíritu medieval, para que grandes psicólogos e ilustres literatos los tomaran como base para parte de sus estudios, en un caso y de sus elocuentes ficciones en el otro. Cuando uno se planta frente a una iglesia medieval, lo primero que le llama la atención es la increíble profusión de criaturas extraordinarias que le observan fijamente desde la fría eternidad de la piedra que conforman sus capiteles y sus innumerables canecillos. De ellos, el eminente psicólogo suizo C.G. Jung, afirmaba que había que tratarlos como a pacientes. Y tenía mucha razón en su aseveración, porque esas representaciones, que a priori podemos considerar como absurdas e incluso ridículas, forman parte de esas fobias, de esos sentimientos y de esas angustias que todos llevamos dentro e incluso, en algunos casos, constituían, además, la clave para una farmacología de la época, digamos que ‘no apta para todos los públicos’. Y algo especial tendría, vuelvo a insisti