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Mostrando entradas de septiembre 13, 2015

La catedral de Lugo

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L ugo, qué duda cabe, es el paradigma de ciudad en cuyo nombre persiste el recuerdo inalienable de unos orígenes arcanos, que habría que remontar, cuando menos, a ese año 15 a. de C., cuando las victoriosas legiones romanas de Paulo Fabio Máximo arrasaron el bosque sagrado que los celtas tenían dedicado a una de las principales divinidades de su innominado panteón - Lug , cuyos símbolos totémicos, el cuervo y el lobo, son bien conocidos por la marea de peregrinos que van y vienen por el Camino de Santiago, pues tanto uno como otro pasaron a formar parte de una posterior simbología anexada por el Cristianismo, en figuras tan mistéricas como San Vicente o San Roque, por no mencionar a San Froilán, del que se hablará más adelante-, fundando en su lugar la ciudad de Lucus Augusti , que no tardaría en convertirse en la capital de una Gallaecia que llegó a extenderse hasta las fronteras del Duero. Si del primitivo santuario celta no queda, sino el recuerdo, no ocurre igual con los numer