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Mostrando entradas de 2015

Feliz Navidad

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C reo que el Románico era un Arte que utilizaba, como principal medio de expresión, el Lenguaje del Alma . Desde esa perspectiva arquetípica, creo también que ha llegado el momento de disfrutar del asueto propio de las fechas navideñas en las que cada vez estamos más inmersos y seguir cumpliendo, un año más, con esa tradición que, si bien no se puede considerar como románica, sí al menos se le emparenta, cuando hablando, así mismo, con el Lenguaje del Alma , se desea no sólo unas felices fiestas, sino también la mejor de las suertes del mundo para el nuevo año que llama a la puerta. Tal vez, como dice uno de esos populares villancicos, Románica se marche y no vuelva más . O quizás sí regrese, allá, por ese previsible y gélido mes de enero que espera impaciente a la vuelta de la esquina y cumpla, durante otro año, esa función completamente desinteresada y nada amiga de partidismos, de mostrar esas maravillas artístico-culturales que a todos nos aguardan, cualquiera que sea el camino

El Monasterio de Santa María de Acibeiro

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G alicia es tierra de monasterios, y a la vez, tierra de grandes y fascinantes misterios. El Monasterio de Santa María de Acibeiro, si bien es cierto que ya no es lo que fue, conserva, no obstante, en la iglesia sobreviviente, un halo de misterio y oscuridad, que se remonta a aquellos primeros años del nebuloso siglo XII en los que, a juzgar por una de las varias inscripciones que se localizan en sus sillares, un grupo de monjes, se supone que benedictinos –significativamente doce, como doce y uno más eran las compañías de monjes irlandeses que se desplazaban para asentarse y dedicarse a su labor evangelizadora-, se instaló en el lugar. La mencionada inscripción, ofrece una fecha en particular: el año 1135. En base a ciertas informaciones contenidas en los archivos cistercienses, se sabe, también, que Acibeiro fue, si no la última, sí al menos una de las últimas asimilaciones del Císter, a cuya administración pasó en el año 1225. Como todos los establecimientos de su género y époc

Campo Lameiro: iglesia de San Miguel

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E nclavada en lo más alto del pueblo y cumpliendo en la actualidad las funciones de iglesia-cementerial, el templo de San Miguel, situado en la bonita localidad pontevedresa de Campo Lameiro, todavía conserva interesantes vestigios de su primitiva fábrica románica, cuyos antecedentes habría que remontar, según opinión generalizada, a mediados del siglo XII. Es cierto, también, que dichos antecedentes apenas se reducen, en la actualidad, al ábside o cabecera y parte de la nave, quedando el resto del conjunto sometido a las diferentes actuaciones sujetas a los gustos y estilos de siglos posteriores que, no cabe duda, desmerecen un recinto que debió de ser, aun reduciendo las posibilidades al ámbito de su pequeño microcosmos, monumental. Dejaremos, pues, de lado estos detalles –aunque la figura plateresca de San Miguel sometiendo a la Serpiente o al Diablo, no deje de tener, no obstante, sus antecedentes en las antiguas mitologías, como por ejemplo la célebre lucha entre Apolo y la se

San Pedro de Angoares

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L ocalidad situada entre Mondariz y Ponteareas, Angoares conserva uno de los templos más interesantes e incluso exóticos –como ha llegado a denominarlo algún autor-, del románico de Galicia: el de San Pedro. Situado a escasos metros del cementerio municipal, se sabe que el templo de San Pedro de Angoares tuvo carácter monasterial, al menos hasta mediados del siglo XV, detalle por el que también es conocido como Mosteiro . La tilde de exótico, que se comentaba al principio, le viene dada, porque, independientemente de las numerosas reformas y añadidos que se han ido produciendo a lo largo del tiempo, conserva un detalle, que le hace único en su género, cuando menos en Galicia: la combinación de la planta en forma de cruz y el ábside cuadrado, más típico, probablemente, de construcciones de índole prerrománico y visigodo. Si bien se ha perdido la portada principal, que como muchas otras construcciones, estaba orientada hacia el oeste, siguiente la trayectoria que realiza habitualmen

Hay otros 'Casos Palamós', pero están en Mondariz Balneario

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D omingo, 16 de agosto de 2015: amanece un día nublado y en Mondariz la resaca de las fiestas parece haber detenido el tiempo entre ese hola y ese adiós , que preceden siempre a la madrugada, cuando noche y día, luz y oscuridad hacen un cambio de guardia, una para ocultar y otra para mostrar todas las miserias del mundo. Amedrentados, quizás, con los últimos estertores de la jupiteriana tormenta en ciernes, los gallos abortan su canto en la garganta, mientras los barrenderos deambulan con carros y escobas por las calzadas, intentando poner orden en los desechos de la fiesta. En el centro, allá donde los puestos de los vendedores ambulantes se mezclan con las atracciones de feria y el olor a churros y chocolate caliente se mezcla también con el del algodón caramelizado y los licores derramados, algunos voluntarios pertenecientes a las entidades locales de protección civil, dirigen, no sin un esfuerzo que por momentos parece vano, un tráfico de vehículos y peatones, que comienza a a

Santa Mariña de Augas Santas

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El entorno S ituada en pleno Camino de Santiago a su paso por Orense, a cinco kilómetros poco más o menos de Allariz, Santa Mariña de Augas Santas sobrevive felizmente inmersa en los innumerables misterios de su fabuloso y rico pasado. Si ya al poco de adentrarse en su entorno, el viajero tiene la preminente sensación de haber cruzado la frontera de otro mundo, habría que intentar imaginarse la sensación que alienta en el alma del peregrino cuando los avatares de su ruta sagrada le obligan a aventurarse por milenarios senderos donde castaños y robles, principalmente, forman con sus antiquísimas ramas un espléndido paraguas natural, donde los claroscuros envuelven una tierra que despliega humores de antigüedad, en la que helechos, espinos y otras plantas de tipo selvático combaten sigilosamente por el dominio de un suelo mullido, que se extiende con el cromatismo de una alfombra persa alrededor de peñas inmemoriales, muchas de las cuales están parcial o totalmente invadidas por l

Monasterio de Santa María de Melón

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A pocos kilómetros de distancia de una ciudad que todavía conserva buena parte de su antiguo sabor medieval, Ribadavia, y de fácil acceso, pues no en vano está prácticamente al lado de la Autovía de las Rías Baixas o A52 , la pequeña población orensana de Melón, conserva, dentro de su término municipal, una de las joyas monumentales más carismáticas de la provincia: su antiguo monasterio, dedicado a la figura de Santa María. Sus orígenes, inciertos, lo suponen como una primeriza institución benedictina, que en el siglo XII –existen dudas sobre su fundación, pues hay quien considera los años 1154 ó 1158, aunque posiblemente fuera en época anterior, en vista de la existencia de un documento, fechado en 1142, que ya menciona el lugar y a uno de sus abades, de nombre Giraldo-, pasó a depender de la Orden del Císter o monjes blancos, hasta la exclaustración promovida con la Desamortización de Mendizábal. De la gloria y poder que tuvo antaño, ofrecen cumplido testimonio, sus voluminosas

La catedral de Orense

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P osiblemente en la actualidad, no sea ya esa hermosa pero a la vez, gran desconocida obra de Arte, en la que la escuela del Maestro Mateo –que si bien ahora nos parece un auténtico genio, hubo otras épocas, sin embargo, en las que llegó a ser considerado como un oscuro arquitecto de la corte del rey Fernando II de León-, quiso reproducir, a menor escala, que no belleza, el glorioso Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela: la catedral de San Martín de Orense. Situada en pleno casco histórico y en parte encajonada entre edificios de antigua y novísima construcción, este magnífico recinto sacro hunde profundamente sus raíces a mediados de un siglo, el XII –se considera, que la primera fase se desarrolló entre los años 1157 y 1169, siendo obispo Don Pedro Seguín- en el que ya se comenzaban a vislumbrar por el horizonte tormentas de innovación, que darían paso a todo un fenómeno arquitectónico que habría de eclipsar lo conocido hasta entonces: el gótico. Como si

La catedral de Lugo

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L ugo, qué duda cabe, es el paradigma de ciudad en cuyo nombre persiste el recuerdo inalienable de unos orígenes arcanos, que habría que remontar, cuando menos, a ese año 15 a. de C., cuando las victoriosas legiones romanas de Paulo Fabio Máximo arrasaron el bosque sagrado que los celtas tenían dedicado a una de las principales divinidades de su innominado panteón - Lug , cuyos símbolos totémicos, el cuervo y el lobo, son bien conocidos por la marea de peregrinos que van y vienen por el Camino de Santiago, pues tanto uno como otro pasaron a formar parte de una posterior simbología anexada por el Cristianismo, en figuras tan mistéricas como San Vicente o San Roque, por no mencionar a San Froilán, del que se hablará más adelante-, fundando en su lugar la ciudad de Lucus Augusti , que no tardaría en convertirse en la capital de una Gallaecia que llegó a extenderse hasta las fronteras del Duero. Si del primitivo santuario celta no queda, sino el recuerdo, no ocurre igual con los numer

Santa María la Real de O Cebreiro

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S i se trata de Camino de Santiago a su paso por la provincia de Lugo, y además de románico puro y duro, sencillo pero a la vez emotivo y espiritual como pocos, no se puede dejar la ocasión de hablar, cuando menos, de uno de los lugares más hermosos, interesantes y carismáticos por los que ha de pasar, inevitablemente, todo peregrino que, procedente de Villafranca del Bierzo -lugar en cuya iglesia de Santiago, se instituyó oportunamente una Puerta del Perdón para todo peregrino que por las circunstancias que fueran, no pudiera continuar su viaje hacia el sepulcro del Apóstol-, asciende penosamente la solitaria cuesta, como diría Dante en su Divina Comedia , refiriéndose al camino que conduce a la virtud: O Cebreiro. Penosa y dura, en efecto, es la ascensión de este puerto, de mil trescientos metros de altitud que, sin embargo, gratifica con la inolvidable visión de unos paisajes ancareños o ancareses, envueltos generalmente en una espesa niebla, la cual, comparativamente hablando,

Vilar de Donas: San Salvador

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M etafóricamente hablando, se podría describir este interesante lugar de Vilar de Donas y su templo, dedicado a la figura del Salvador, como el Ávalon lucense, donde Damas y Caballeros , legaron a la posteridad todo un vistoso misterio, digno de las más relevantes historias de caballería de la Edad Media. Decía Álvaro Cunqueiro, refiriéndose a este pragmático establecimiento –que de similar manera a como el Ávalon original quedaba fuera de los principales núcleos donde se desarrollaban las grandes aventuras epopéyicas relacionadas con el Santo Grial , queda también excluido de las lindes del Viejo Camino o Camino Francés , aunque separado de éstas apenas unos dos o tres kilómetros, como ocurre también más adelante, con el emblemático Castelo de Pambre-, ésta frase tan significativa, que no me privo ni me resisto a la tentación de consignar aquí, eso sí, bien referenciada con pelos y señales: Sí, está escrito que ante este pórtico y en el claustro se enterraban los fatigados cam

Portomarín: la iglesia de San Nicolau o de San Xoan

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B ien sabía de lo que hablaba Álvaro Cunqueiro –cronista por excelencia de la brumosa Galicia-, cuando, refiriéndose a ésta impresionante iglesia-fortaleza de San Xoan o de San Nicolau, que por ambos nombres se la conoce, decía aquélla certera frase de: las piedras labradas con ejemplar perfección por los maestros canteros del mil doscientos, quienes sabían, con la imaginación y el corazón, que construían una iglesia (1). Ahora bien, Portomarín, en la actualidad, no es sino un espejismo en el viejo Camino Francés hacia Santiago de Compostela; una villa reconvertida, aún más, si cabe, en mariñeira o en mariñana cuando se llevó a cabo la creación del embalse de Belesar, bajo cuyas aguas -que despiden lentejuelas de púrpura y plata al lavarse en ella la cara los primeros rayos del sol- y en un lecho de limo y eterno olvido, yacen para siempre muchas de las casas del pueblo original: aquél que conocieran bien los peregrinos de antaño, férreamente custodiado por los aguerridos monjes

Santa Eulalia de Bóveda: un ninfeo a la vera del Camino Francés

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C omo se aventuraba en la entrada anterior, y dentro, también, de la denominada Ruta do Vello Lugo Agrario , hay un lugar decididamente especial, sobre todo para los amantes de la Historia, del Arte, y por qué no decirlo, del Misterio. Un lugar que, apenas dista una veintena de kilómetros de una espléndida ciudad, que fue un bosque sagrado para los antiguos celtas, los cuales lo habían dedicado a una de las principales divinidades de su Panteón, Lug y donde los conquistadores romanos levantaron una empalizada que, a menor escala, desde luego, pero comparativamente hablando, ejercía similares funciones a las del famoso muro de Adriano en la también brumosa Britania, con el fin de mantener a raya a las belicosas tribus conquistadas: Lugo. Tampoco –como ya se vio, con respecto a la iglesia de San Miguel de Bacurín- queda dentro de las lindes del Viejo Camino o Camino Francés , a su paso por la provincia; pero la insignificante distancia que lo separa de éste, apenas dos, a lo sumo tr