Jaramillo Quemado: iglesia de San Martín de Tours

'Castellanos y leoneses / tienen grandes divisiones. / El conde Fernán González / y el buen rey don Sancho Ordóñez, / sobre el partir de las tierras, / y el poner de los mojones...' (1)


El siguiente pueblo de nuestra ruta por el románico de la Sierra de la Demanda, Jaramillo Quemado, se sitúa en el lado contrario a aquél gélido norte hacia el que apunta la mirada pétrea, no menos fría aunque inmortal, del diablo que, cuál imaginario Asmodeo, custodia el lado norte de la parroquial de Cascajares de la Sierra. Parte, precisamente de ésta población, una carreterilla comarcal en relativo buen estado que, sorteando infinitos horizontes de monte bajo, nos sitúa, apenas cuatro kilómetros más adelante, en un pueblo que posiblemente deba su nombre a éstas peculiaridades orográficas, donde abundan, entre otras, esas hierbas aromáticas tan deseadas no sólo como condimentos culinarios, sino también por sus especiales propiedades terapéuticas, utilizadas desde tiempos inmemoriales -no puedo evitar que me venga a la memoria la botica de la abuela- como son la jara y el tomillo.

Como en el caso de la parroquial de Cascajares, poco es el románico que ha sobrevivido en la iglesia de San Martín de Tours. Situada sobre un altozano desde el que se denomina el pueblo emplazado más abajo, en una pequeña vaguada, la estructura evidencia una serie de modificaciones que transitan por diversos estados, entre los que nos falta el gótico, presente, cuando menos, en los ventanas de forma ojival que se localizan en su portada oeste.

Con excepción de la torre, cuyos capiteles muestran motivos vegetales, el románico de su primitiva fábrica se aprecia, sobre todo, en la fachada sur, donde se localizan alguna serie de canecillos, la mayoría de los cuales, muestran testas córnidas que, a pequeña escala, desde luego, y comparativamente hablando, recuerdan el bestiario autóctono desplegado en lugares como la colegiata de San Pedro de Teverga, en Asturias.

No obstante, lo más llamativo, también visible en los sillares de ésta fachada sur, sean los numerosos graffiti de peregrino, crucíferos, en su mayoría, entre los que cabe mencionar aquellos que, en número de cuatro, muestran una cruz contenida en un círculo, que a la vez se ve sostenido por una basa rectangular, semejando estelas medievales funerarias, y que probablemente sean una referencia a los antiguos cultos de carácter solar practicados por las diversas culturas que habitaron la región. Hay, también, algunas marcas de cantero, aunque en un número tan insignificante, que apenas se podrían consignar en una pequeña lista.

Como dato a añadir, comentar que, según esa recopilacion de saberes virtuales que es la Wikipedia, Jaramillo Quemado está considerado como el pueblo con menos habitantes de España. Y pese a ello, cuando estuve allí, a finales de octubre, no me dio, desde luego, esa impresión y, como se puede apreciar en las imágenes de los vídeos, sus casas -de sólido estilo castellano- están prácticamente enteras y por completo reformadas.




(1) 'El Romancero', introducción y selección Manuel Alvar, Editorial Magisterio Español, S.A., 1968, página 52: Romances del conde Fernán González.

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