El tesoro prerrománico de Helguera

 


En el Concejo de Molledo, apaciblemente asentado a la vera de un río, el Besaya, en cuyas pozas más profundas la trucha y el salmón desquician la paciencia del pescador, superándole en picardía, los habitantes de un pequeño municipio, de nombre Helguera, ven el tiempo transcurrir con elegante parsimonia, fieles custodios de un pequeño tesoro arquitectónico del siglo X, cuya longevidad produce vértigo en la imaginación.


Se trata de una pequeña ermita, varada como un arca de promisión junto a una estrecha carreterilla comarcal que corcovea como una serpiente, perdiéndose en las misteriosas frondas de los montes y valles de Iguña y que, dedicada a la figura de Santa Leocadia, seduce por el encanto e inmemorial factura, invitando al curioso a especular con aquellos lejanos y oscuros episodios altomedievales de la reconquista y la repoblación.


Cierto es, por otra parte, que, aunque se aprecian en su rústica estructura los efectos de modernas restauraciones, que afectan, principalmente, a la parte de poniente, espadaña incluida y una impropia pintura de color macilento, la mayor parte de la nave conserva su original pureza prerrománica, en la que destaca el pequeño ábside o cabecera, de inequívoca forma cuadrangular, tan típica de este estilo de arquitectura.


Sobria, además, en cuanto a los detalles escultóricos que comenzaron a ser de una prodigalidad superlativa en la arquitectónica románica posterior, la ermita de Helguera o de Helguera de Iguña, como también se la conoce, constituye otro de los testimonios visibles de esa arquitectura de transición entre lo visigodo y lo románico, que culmina en la magnífica prestancia de otra ermita, no demasiado lejano y actualmente en periodo de restauración, como es la de San Román de Moroso, en Bostronizo, haciendo honor al tipo mediático de arquitectura, surgida, también, casi a la par del descubrimiento de los supuestos restos del Apóstol Santiago en el oscuro bosque de Libredón, la actual Compostela.


Por otra parte, y en base al aspecto de algunas de las casas del pueblo, podría pensarse que en Helguera el peregrino todavía puede sentirse como aquellos otros que le precedieron y cuyos restos mortales, en algunos casos, reposan en alguno de los cementerios medievales cercanos, como el de San Juan de Raicedo, que, dicho sea de paso, está al descubierto y constituye otro de los hitos culturales de Cantabria.


En definitiva: tenemos en Helguera, otro de esos curiosos pueblecitos de Cantabria, que, tanto por su entorno, como por su propia y pintoresca idiosincrasia, parecen haberse detenido en un bucle muy particular del tiempo.


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.


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