Santa María la Real de O Cebreiro



Sería imperdonable, una vez llegados hasta Villafranca del Bierzo, no avanzar apenas una quincena de kilómetros y hacer un alto momentáneo en un lugar muy especial de esa Galicia mágica y ancestral, deteniéndonos en el primer pueblo de la provincia de Lugo, y de hecho, destino ineludible y a la vez complementario para el peregrino, en su viaje trascendental por el Camino de las Estrellas: O Cebreiro.
Situado en lo más alto del puerto, aproximadamente a 1300 metros de altitud, este pueblo, perteneciente a la Comarca de los Ancares Lucenses, llama poderosamente la atención porque aún conserva, como un regalo entrañable a la vista, buena parte de esa ancestral arquitectura tradicional, de índole castrense y celta, que en forma de pallozas, caracterizan tanto a éste como a otros pueblos y municipios de la región, consiguiendo el efecto de que tanto peregrinos como visitantes, tengan la impresión de que, por algún extraño fenómeno físico poco conocido, el tiempo hubiera detenido su ineludible caminar, haciéndonos pensar que estamos en otra época y lugar.
Esta sensación, en cierto modo se acentúa, si nos detenemos unos instantes al principio del pueblo, y observamos la antiquísima costumbre del pago del tributo a los dioses-manes del camino, con las numerosas piedras que los peregrinos van depositando en la base escalonada –monxoi- de la cruz de piedra, con el fin de asegurarse un venturoso y feliz camino. Costumbre ancestral y eminentemente pagana, que sigue vigente en nuestros días, siendo el Camino de Santiago uno de sus principales e inmutables focos.
Inmutable, por otra parte, e interesante por su antigüedad, y sobre todo, por su sencillez, hemos de considerar a la iglesia de Santa María la Real, como una pequeña joya prerrománica, cuyos orígenes se remontan al siglo IX, cuando fue fundada por monjes benedictinos. Lejos de la riqueza ornamental que caracteriza a muchas de las construcciones posteriores, tanto románicas como góticas que jalonan el Camino Jacobeo, su austeridad, no obstante, no disminuye su importancia, siendo comparable a otros templos que, aparentemente sencillos en su exterior, ocultan un auténtico tesoro artístico y espiritual de puertas hacia dentro. Si bien, Santa María la Real de O Cebreiro no posee, en absoluto, la riqueza artística que caracteriza –o mejor dicho, caracterizó- a templos como San Baudelio de Berlanga, San Miguel de Gormaz o la Vera Cruz de Maderuelo, resulta evidente, por increíble que parezca, que su riqueza espiritual, los iguala, e incluso los supera.
Un indicativo claro de la espiritualidad que emana del lugar, lo tenemos en ese icono inmemorial, inequívocamente Negro, de su imagen virginal; una imagen que, independientemente de los signos heterodoxos presentes en su talla -señalemos como reseña, el color verde del manto de la Virgen y la manzana que porta el Niño en su mano izquierda-, basta por sí misma para dejar constancia de unas cualidades telúrico-mágicas muy especiales, presentes en ese preciso lugar donde se levanta la iglesia que la cobija. Cualidades que, quizás, constituyeran, en naturaleza, las condiciones ideales que habrían de propiciar, a principios del siglo XV, el milagro de la consagración, haciendo de O Cebreiro y su sencilla iglesia, un enclave mistérico y sobre todo griálico, de primera magnitud, capaz de rivalizar con lugares más tradicionales, como San Juan de la Peña o Montserrat. Otro indicativo de su importancia, lo tenemos en las fortalezas bercianas templarias que se levantaban alrededor -Sarracín, Atarés-, no sólo asegurando los caminos a la ingente masa de peregrinos que se dirigían a la tumba del Apóstol, sino también, vigilando, con ojo de halcón, el Lugar Sagrado.
Hay quien asegura -entre ellos, Roso de Luna- que O Cebreiro y su iglesia de Santa María, sirvieron de base a Richard Wagner, para la creación de su ópera Parsifal. Otros, aseveran que dicha base fue Montserrat. Sea como sea, el dato en sí es irrelevante, porque lo que realmente importa, es la importancia de estos enclaves y la forma tan extraordinaria con la actúan sobre aquéllos que los visitan.
Imperdonable sería, por último, no hacer una breve reseña a la figura de D. Elías Valiña, que fuera párroco de O Cebreiro hasta su fallecimiento, a primeros del años dos mil, y la extraordinaria labor realizada a lo largo de su vida, en pro del peregrino y el Camino de Santiago.
Ultreia.

Comentarios

KALMA ha dicho que…
Hola!
No sé si pagastes algún tributo pero sí te aseguraste un buen camino. Una entrada de un lugar mágico y unas fotos que cuentan todo lo que describes ¡Preciosas! Como mágica es la música que has puesto, aunque es una mezcla, la música de los dioses es de mi melodías favoritas.
Un besote!
juancar347 ha dicho que…
Es cierto, bruja: pagué mi tributo al camino, no sólo con la piedra de pizarra que recogí en Cornatel y deposité en Fontcebadón, sino con el esfuerzo, el frío y el cansancio. Detalles, todos ellos, que apenas tienen importancia cuando se llega a ciertos lugares. O Cebreiro es especial; tan especial que, aún en la humildad de su iglesia, se siente el latido y la magia del Espíritu. Ese es el auténtico tesoro. Aquí sobran los capiteles, los canecillos, las metopas; el edificio sigue aplicando las bases inmutables de la Geometría Sagrada, pero con humildad y sin aditivos, haciendo buena la frase de que a veces lo humilde es grandioso. Me alegro que te guste. Un abrazo

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