Vizcaínos: iglesia de San Martín de Tours

Nuestra siguiente parada en ésta ruta por el Arte Románico de la Sierra de la Demanda, hace un alto obligatorio, aproximadamente una quincena de kilómetros más allá de Jaramillo Quemado, en una población, Vizcaínos, cuya parroquial, al igual que la de aquél, se encuentra bajo la advocación de un santo que, aunque a disgusto, según las crónicas, participó en el concilio de Tréveris en el juicio al hereje Prisciliano: San Martín de Tours. Cuenta la leyenda que, una vez finalizado el proceso y la cabeza de Prisciliano separada de su cuerpo, se alejó compungido de la ciudad. Se detuvo en un bosque, sin poder contener las lágrimas, y allí se le apareció un ángel, que le dijo: con razón te entristeces, pero no pudiste obrar de otra manera. Recobra tu virtud y tu constancia, y no vuelvas a poner en peligro la salvación, sino la vida. De hecho, después de esto, San Martín de Tours no volvió a participar en ningún concilio (1).

Quizás no sorprenda tanto la calidad y el estado de conservación de la iglesia, si tenemos en cuenta que, a diferencia de los pueblos anteriores, se atribuye la fundación de Vizcaínos a navarros procedentes de Sangüesa, siendo un lugar de señorío, gobernado por alcalde pedáneo.

Sería demasiado aventurado apreciar, por otra parte, la mano de Leodegarius, uno de los magister muri que -los expertos, parecen coincidir en ver la mano de dos talleres diferentes- levantó parte de la monumental iglesia de Santa María de Sangüesa. Precisamente, aquélla iglesia, cuyos antecedentes se remontan al siglo XII, donde se guarda una de las imágenes marianas más relevantes de Navarra, basada en un modelo de origen franco: la Virgen de Rocamador.
Posiblemente aquí, en la parroquial de Vizcaínos, no descubramos esa visión ctónica del arcángel San Miguel pesando las almas y juzgando cuáles de ellas merecen ser conducidas -no olvidemos, tampoco, ésta función de conductor- al Paraíso, como figura en el tímpano, si no me equivoco, de la parroquial de Sangüesa; pero sí podemos descubrir, en su apocalíptica imaginería, parte de esos monstruos y demonios que, en ocasiones representados devorando seres humanos, intentan escamotear alguna. Virtudes y pecados, representados por arpías en un caso o por animales nobles, en otro, se conjugan con figuras cotidianas, entre las que no faltan aquéllas que, representando rostros de la época, ofrecen una visión netamente antropológica de la sociedad de su tiempo.

Como en otras áreas de Navarra, e incluso de Burgos, traspasado el pórtico que nos da acceso a la entrada principal, situada en el lado sur -seguramente nos llamen la atención los canecillos que figuran por encima de éste, en el que sólo aparece labrado y poco menos que en su centro, una monstruosa cabeza, detalle significativo- nos encontraremos con otros motivos, cuya presencia parece trascender fronteras: el de grifos y arpías que, localizados en los capiteles del pórtico principal, curiosamente mantienen sus cuellos amarrados por lianas. En uno de los capiteles de la izquierda, dos terribles animales -quizás leones- devoran a su víctima humana, que se debate inútilmente en el suelo, y que quizás represente, de manera alegórica, el destino que les aguarda a los pecadores. Motivo que se repite en el capitel que se localiza al lado, salvando la diferencia de que en éste, son dos águilas -símbolo de la divinidad, y por defecto, de San Juan Evangelista- las que devoran una liebre, animal que, por suele estar asociado a la Madre Tierra y además, por su vida nocturna, a la Luna. ¿Una alegoría, quizás, de ese ancestral enfrentamiento entre dos cultos bien diferenciados -el Solar y el Lunar- que dirimieron sus diferencias en una Península Ibérica y en un tiempo plagado todavía de grandes enigmas?.

Evidentemente, todo son puras especulaciones. Pero de lo que no cabe duda, es de que una visita a la parroquial de Vizcaínos en modo alguno defraudará, proporcionando su visiòn, estoy seguro, temas con los que especular y enigmas con los que trabajar. Sobre todo, si tenemos siempre presente, que estamos inmersos en una zona en la que, a juzgar por la perseverancia de ciertos mitos -entre ellos, desde luego, los referidos al Santo Grial-, debemos suponer que la presencia de ciertos símbolos no se debe, en modo alguna, al capricho artístico del cantero de turno y muchos menos, a la casualidad.




(1) Dato consignado en la obra 'Gargoris y Habidis', de Fernando Sánchez Dragó, Edición Círculo de Lectores, Tomo I, página 286.

Comentarios

KALMA ha dicho que…
Buenas noches!
Juancar y su costumbre de dejar las entraditas a medias, jajaja, pero sabes qué, las fotos son tan buenas, canecillo tras canecillo, sin perder marca o detalle que me conformo con que una imagen vale más que mil palabras, pero solo de momento...
Un besote.
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja. Pues sí, se podría decir que es una costumbre; en realidad, aprovecho los momentos y no siempre se puede terminar pronto lo que se empieza. Las ideas y la forma de presentación de los temas van variando a medida que los expones y el tiempo, por supuesto, también manda. Pero, como muy bien dices, una imagen vale más que mil palabras y en cuanto a imágenes, las contenidas en esta iglesia no decepcionan, al contrario, son de lo más elaborado e interesante. Me alegro que te guste. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Jaramillo es una pieza más, de ese gran rompecabezas que es la Sierra de la Demanda.
Sus esculturas, sobre todo en los canes de la nave, pero sin perder de vista los capiteles de la magnífica torre, son dignos de un tratado propio.
Me llamaron especialmente la atención, esa cabeza de doncel "coronada" por un capitel vegetal, y la cabeza del monstruo "colmilludo"... entre otros. ¿Quizá por su semejanza con modelos navarro-aragoneses?
¿Traerían los fundadores, o sus descendientes, talleres de canteros de Navarra?

En cualquier caso, la "fauna" de sus esculturas, me parece la propia de los montes y bosques de la Demanda: arpías, dragones, basiliscos...
Me pareció entrever, entre la floresta, alguno de ellos, cuando bajábamos de la Laguna Negra aquel anochecer.

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Hola, Magister. Imagino que querías referirte, no a la iglesia de Jaramillo (imagino que pensabas en Jaramillo de la Fuente, de la hablaré próximamente) sino a ésta de Vizcaínos. La presencia de canteros y de escuelas navarras no me parece, en modo alguno, descabellada. Es más, la considero lógica. Sí me llamó mucho la atención, y creo que te refieres a ellas, esa cabeza monstruosa -el único capitel labrado en esa parte superior de antepórtico de acceso- que parece representar una especie de Asmodeo guardían, custodiando, con su terrible mirada, el acceso al templo. En confianza te diré, que me vino a la memoria, por cuestión 'asociativa' la presencia de una calavera en algunos templos asturianos. Pero lo que sí es cierto, es que la simbología, aparte de común con la que se puede encontrar en otros templos y no sólo de Burgos, resulta igualmente sorprendente por su calidad. Y en cuanto a la cabeza 'coronada' del doncel, como dices, ¿a quién no le llamó la atención?. Juraría que nunca he visto nada igual. Pero es bueno avisar y que cada uno busque, observe, profundice e interprete sin el temor atávico a equivocarse. Errando también se aprende. Un abrazo

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