Socobio: Colegiata de Santa Cruz de Castañeda

 


Tratándose de viaje, aventura y sobre todo, de arquitectura románica y sin desmerecer el portentoso legado patrimonial, podemos decir, que, en Cantabria, éste se ve inmensamente enriquecido por un tesoro inapreciable, como son sus cuatro formidables Colegiatas: la de San Pedro de Cervatos, la de San Martín de Elines, la de Santa Juliana, en Santillana del Mar y la de Santa Cruz de Castañeda.


Socobio y por defecto, la Colegiata de Santa Cruz, se localizan en un entorno, que, de no haber sido constantemente alterado por la mano indiscriminada del hombre a lo largo de los siglos, hubiera resultado tan exuberante como impenetrable: la fértil vega del río Pisueña, que, a su vez, se localiza a la vera de dos imponentes sierras, como son la de Caballar y la de Carceña.


Afortunadamente separada de las casas del pueblo de Socobio y del desafío urbanístico de nuevos proyectos residenciales que rompen buena parte del encanto ancestral, la de Santa Cruz, es una Colegiata de origen románico, que, a pesar de conservar un pequeño fragmento de la Vera Cruz -quizás sea oportuno recordar, al respecto, que el fragmento más grande del Santo Madero en el que fue crucificado Jesucristo y por añadidura, también el fragmento más grande de la Cristiandad, se custodia relativamente cerca, en el monasterio de Santo Toribio de Liébana, en el corazón de los Picos de Europa- que no impidió, sin embargo, que buena parte de la documentación histórica se perdiera, en una serie de sucesivos y podría decirse, que misteriosos incendios.


Pero contra grandes males, grandes remedios y en ese bendito optimismo, podemos alegar que se conserva lo principal, que no es otra cosa que esa maravillosa proporción de piedras magistralmente ensambladas, que constituyen la singular arquitectura de una época, de una fe y de unas motivaciones, que todavía tiene muchas cosas que contar.


Entre ellas y por una afortunada referencia localizada en un Cartulario conservado en Santoña -localidad costera, situada a unos 40 kilómetros, aproximadamente y famosa por sus hermosas marismas y sus excepcionales salazones- sabemos de su existencia, cuando menos, en el año 1092 -que se dice pronto- siendo uno de sus primeros abades, un tal Ioannes o Juan.


Declarada Monumento Nacional en el año 1930 -cuando todavía la burocracia española se veía incapaz de poner freno al tráfico subterráneo e indiscriminado de buena parte del patrimonio histórico, artístico y cultural- este soberbio templo, llama la atención por numerosos detalles, que, al decir de algunos historiadores, no parecen ser muy corrientes en la arquitectura románica de Cantabria y tampoco en la de la vecina Castilla.


Entre ellos, destaca, por su voluminosidad, su abocinada portada y su nave, dotada de cúpula central -al modo de las antiguas basílicas visigodas- así como sus tres ábsides, de los cuales, el de la izquierda, fue demolido en el siglo XVII, para levantar la capilla de un indiano; es decir, de un vecino del pueblo, que hizo una gran fortuna en América y regresó a su tierra natal, para ser enterrado aquí como un potentado.


En su interior, a pesar de la sobrecarga de retablos y mobiliario típicamente barrocos, que rompen, en buena parte, no sólo la sobria armonía original, sino también la original sonoridad, merece la pena situarse en las proximidades del altar y elevar la cabeza hacia lo alto, para contemplar el excelente trabajo de albañilería realizado en el interior de la cúpula.


También es digna de mención, la presencia de dos interesantes imágenes Marianas, de connotaciones románico-góticas, como son la Virgen de la Manzana -advocación que nos remite al nacimiento de Cristo como reparador del Pecado Original- y la Virgen del Rosario -advocación que recuerda, además, las peticiones de la Virgen en numerosas apariciones modernas, como puede ser el caso de Fátima- ésta última, situada en la capilla donde originalmente se conservaba el pequeño fragmento del Lignum Crucis.


Y por supuesto, una maravilla del arte gótico, como es el Calvario que preside la cabecera de la iglesia, con las figuras de la Virgen María y San Juan Evangelista a uno y otro lado de Cristo en la Cruz.


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.


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