San Xulián de Moraime
A una distancia de poco más de tres kilómetros de
Muxía, a cuyo municipio, de hecho, pertenece, se encuentra un magnífico templo,
que conoce bien todo peregrino que, habiendo decidido continuar su andadura
hacia el Finis Terrae, deja
atrás la magnificencia del antiguo Campus
Stellae: San Xulián de Moraime. Si bien, los efectos de la erosión parece
que se hacen mucho más acusados por su situación de cercanía al mar que en
otros de similar época y características levantados en el interior, las peculiaridades
y el simbolismo asociado, hacen de este templo de San Xulián, uno de los más
enigmáticos de un conjunto que bien podría denominarse como el románico gallego del Camino de Santiago.
Dejando para mejor lugar y ocasión, su probable conexión con la Orden del
Temple, como apuntan diversas fuentes, merece la pena, y mucho, pasear la
mirada por el lugar, y comprobar, no sin cierta admiración, las semejanzas con
otras construcciones afines, situadas no sólo en la provincia de La Coruña y en
los diferentes tramos del Camino que
la atraviesan, sino también, en otros tramos y caminos situados en provincias
vecinas, como podría ser el caso de Pontevedra y cuando menos, algunos detalles
de la portada principal de la magnífica catedral de Tui, en gran medida influenciadas
por las brillantes aportaciones realizadas en la catedral compostelana.
Más encaminada a la polémica resulta,
probablemente, la singular portada situada en el lado sur, cuyo tímpano muestra
lo que parece ser una representación de la Santa Cena, bajo una perspectiva muy
particular del artista, hasta tal punto, que muestra una mesa en la que están
sentados un significativo número de comensales: ocho. El personaje central,
evidentemente, es Cristo; a su izquierda, según nos situamos de frente –teóricamente,
estaría situado a la derecha-, un personaje más pequeño que el resto hace
alusión, sin duda, al discípulo amado. Un discípulo al que señalan los demás,
evidenciando la importancia que éste tenía para el Maestro. Ahora bien, y aquí
se podría meter el dedo en la llaga, el discípulo amado ¿era en realidad el
joven Juan, o por el contrario, como señalan los evangelios apócrifos, se
trataba de la Magdalena?. Si tal fuera el caso, e hipotéticamente hablando, por
supuesto, se podría considerar que el artista podría haber querido aludir no a
la Santa o Última Cena, sino a la propia boda de Caná -¿la boda de Cristo?-,
una de cuyas supuestas hidrias del milagro de la conversión del agua en vino,
como se vio en su momento, se localiza en el interior de la iglesia de SantaMaría de Cambre.
Posiblemente, donde más resulten esas alteraciones realizadas en el edificio original, sea en su ábside o cabecera. Da la impresión de que el tramo central y cuadrado que se aprecia en la actualidad, sustituye al ábside principal, semicircular, al que acompañaban dos pequeños absidiolos -las respectivas capillas de la Epístola y del Evangelio-, que todavía se conservan. Hay un pequeño cementerio adosado al lado norte, y en la pequeña pradera, no muy lejos de un crucero y un altarcillo de piedra, se observan algunos sepulcros de piedra, así como sus respectivas losas desparramadas por el suelo que, en mejor o en peor estado de conservación, muestran, en algunas de ellas, un detalle significativo: la espada que solía representar a los caballeros cuya sepultura cubrían.
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