Entradas

Mostrando entradas de noviembre 28, 2010

Montoto de Ojeda, Palencia: iglesia de San Esteban

Imagen
C réase o no, hay ocasiones en las que la brisa soplando suavemente por las laderas de una colina, puede llegar a semejar el dulce sonido de las olas deshaciéndose en la playa. Montoto de Ojeda, es un pequeño pueblecito palentino, cercano a Aguilar de Campóo y su entorno, que se asienta a cierta distancia de una colina a la que el viento bate por los cuatro costados, aunque en agosto, cuando estuvimos, afortunadamente había una ligera brisa de poniente; de ahí la comparación. Una distancia que, en mi opinión, puede inducir el pensamiento -o la sospecha, si se prefiere- de que la colina, en tiempos ancestrales, ya recibiera algún tipo desconocido de culto, que fue posteriormente cristianizado, cuando se levantó una pequeña iglesia románica, bajo la advocación de San Esteban. Q uizás la elección se debiera, sin ir más lejos, a una simple cuestión estratégica, pues desde la cima se tiene una inmejorable perspectiva del valle, e incluso una agradable y hasta cierto punto romántica vista de

Vallespinoso de Aguilar, Palencia: iglesia de Santa Cecilia

Imagen
C omo ocurre en el caso de Santa Eufemia de Cozuelos, hablar de Vallespinoso de Aguilar y su ermita de Santa Cecilia, conlleva detenerse unos instantes a reflexionar, considerando que conceptos como Arte y Naturaleza pueden llegar a ser indivisibles y captar la admiración en partes idénticas y proporcionales, sin que uno u otro rivalicen y se resientan. El entorno, en realidad, así lo sugiere; sobre todo cuando, a apenas unos insignificantes kilómetros de Aguilar y su flamante embalse, y al poco de entrar en el pueblo, descubrimos, como una romántica aparición, un edificio de líneas estilizadas y elegantes, mitad iglesia mitad fortaleza que, elevado sobre lo más alto de un pequeño promontorio rocoso, domina un singular vallecillo en el que, a pesar de observarse la mano del hombre, resulta difícil no detenerse un momento a pensar en aquél maravilloso Shangri-Lá descrito por James Hilton en una entrañable novela que habría de consagrar una de las películas más relevantes de Frank Capra