miércoles, 14 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

Llevo años preguntándome por qué los rayos del sol iluminan el capitel de la Natividad únicamente los días en que comienza la primavera y el otoño -según comenta Javier Sainz Saiz (1), porque personalmente aún no he tenido la ocasión de comprobarlo por mí mismo, a pesar de visitar el lugar hace unos meses- y no lo hace, precisamente, en el solsticio de invierno, coincidiendo, como sería lógico pensar, con la temática del referido capitel. ¿Acaso fue un imperdonable error de precisión de los canteros medievales?. ¿Cómo un detalle de tal magnitud pudo pasarle por alto al mismisimo Juan de Quintanaortuño, es decir, San Juan de Ortega, -discípulo aventajado de Santo Domingo de la Calzada-, que levantó el cenobio que lleva su nombre, estableciéndose en él con el fin de asistir al peregrino, abriendo y asegurando caminos en esos emblemáticos Montes de Oca?. ¿Por qué los cátaros, solían representar a Cristo sin cruz?. ¿Y por qué esa misma representación, aparece en uno de los capiteles de la galería exterior de la iglesia octogonal de Santa María de Eunate?. Enigmas. El románico está plagado de ellos, a cuál más ameno e interesante. Y nuestro país, por fortuna, tiene una riqueza inigualable en cuanto a este Arte se refiere. ¿A dónde quiero ir a parar con esto?. Muy sencillo.

Estamos a punto de entrar en esa Porta Infernii con la que Jano, el dios bifronte, patrón de los canteros, nos muestra el solsticio de invierno y de paso, la comunidad cristiana celebra la Navidad. Independientemente de los sentimientos que tales fechas puedan causar en nosotros, creo que es un buen momento para dejarse atrapar en la casilla de la cárcel de ese misterioso Juego de la Oca, y permanecer algunas tiradas sin jugar. Es decir, tomarse un reposo para analizar los pormenores del año que está a punto de llegar a su inevitable finis terrae, y albergar planes de futuro con los que volver a la carga, esperando que esos caminos nos enriquezcan no sólo como personas, sino también abriéndonos los ojos a otras realidades, a otras concepciones que, siquiera de casualidad, lleven un poco de luz a todos nuestros interrogantes.

Es evidente, que no podría hacer esta breve parada, sin desearos a todos una muy Feliz Navidad y un próspero y venturoso Año Nuevo, en donde esta situación de crisis que estamos atravesando, no incida, al menos, en dos de las mejores cualidades que estoy convencido, tenemos todos: Amistad y Solidaridad.

Y como tampoco quisiera hacerlo, de una manera exclusivista, me hago eco de las palabras del arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada, que aún creo que campean en el albergue de Roncesvalles:


'La puerta se abre a todos, enfermos y sanos.

Así a los católicos como a los paganos'.


Por eso repito: ¡FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO! ¡A TODOS!







(1) Javier Sainz Saiz: 'El románico en Burgos', Ediciones Lancia, 2ª edición, 2005, página 81.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Románico Asturiano: las ermitas del Monsacro



'Según Aurelio de Llano, forman la mitología asturiana: el nuberu, las xanas, el cuélebre, la sirena, el trasgu, el diablo burlón, la güestia y los encantos que aparecen en la mañana de San Juan. Esos serían, por así decirlo, los mitos principales y absolutamente auténticos...' (1).



Hay lugares en los que resulta difícil separar el mito de la realidad. Por eso, hablar de un lugar como el Monsacro conlleva, inevitablemente, dejar de lado cualquier tipo de convencionalismo ortodoxo y expandir la visión interior hacia tiempos inmemoriales, neolíticos cuando menos, en que las diferentes culturas que fueron poblando el entorno, le fueron aportando, a la vez, una miscelánea divina, que habría de convertirlo en un lugar eminentemente sacro. Hasta esta cumbre, envuelta en niebla la mayor parte del año, asegura la Tradición (2) que llegó don Pelayo, tras huir de Toledo ante la inminencia de la conquista árabe. Le escoltaba un grupo de soldados de Morcín, conocedores de la región, y con ellos llevaban un arca, repleta de reliquias. Se trataba de las reliquias traídas por Santo Toribio de Jerusalén, que a día de hoy, se custodian en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador, en Oviedo. Es muy posible, que el grupo utilizara la llamada Senda de los Quirosanos (3), que a través de gran parte de la Sierra del Aramo, transcurre por concejos como Quirós, Teverga y Morcín, constituyendo, a la vez, parte de las sendas utilizadas por los peregrinos que acudían a Compostela, siguiendo parte del Camino Primitivo; es decir, de aquél mismo camino que siguió e inauguró el rey Alfonso II el Casto y su corte, en el año 814.
Si bien se sitúa en el siglo XII la edificación de las dos ermitas, que están bajo la advocación de María Magdalena, una y de Santiago la otra -originalmente, ésta estaba bajo la advocación de una enigmática Virgen Negra, Nª Sª del Monsacro-, el lugar, como comentaba al principio, ya estaba hace siglos en el punto de mira de la devoción particular de culturas anteriores. De hecho, la ermita de Santiago, de planta octogonal, fue edificada encima de un dolmen (4), y aún se advierte la presencia de túmulos funerarios, en su mayor parte sin explorar, como el que se localiza justamente en la ladera donde se levanta la otra ermita, la de la Magdalena. Una figura, María Magdalena, que aún a pesar del desprecio ortodoxo, es aquí particularmente querida y venerada, siendo su planta emblemática -el cardo, de hecho, elemento adscrito a los cultos solares- muy apreciado y recogido por todos los que, año tras año, acuden a la romería (5).

Dejando a un lado la polémica sobre la posible presencia y autoría templaria de ambas ermitas, especialmente la de Santiago, por su planta octogonal, entre otros detalles, el carácter rural de ambas construcciones pone de manifiesto dos ermitas de características muy diferentes. Conviene saber, antes de describir los detalles de una y de otra, que las dos están desprovistas de cualquier añadido decorativo, que pueda aportar alguna referencia simbólica digna de mención, aunque cabe la posibilidad de que la ermita de la Magdalena hubiera tenido canecillos labrados en sus orígenes, por supuesto hoy día desaparecidos. Su planta es rectangular y su ábside, semicircular. Está levantada sobre la roca viva, como se puede apreciar en el vídeo, y ha sido reformada en varias ocasiones. Al igual que muchas otras iglesias o monasterios de su época -sirvan como ejemplo de cierta relevancia, el monasterio de San Juan de Duero, la ermita de San Miguel de Gormaz o la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga- fue utilizado en tiempos como albergue para el ganado (6). Se sabe, que originalmente, el interior de la zona absidal estuvo decorada con pinturas que, al parecer, hacían referencia a la figura de María Magdalena; pero dichas pinturas, se han perdido definitivamente, siendo los factores determinantes de ésta pérdida el clima y el abandono sufrido en tiempos por la ermita. Aún queda alguna huella, inidentificable, por supuesto, en el arco del ábside. En un lateral de la nave, y coincidiendo, más o menos, con el pórtico de entrada, hay una figura muy deteriorada de María Magdalena. Probablemente pertenezca a los siglos XVI-XVII y su brutal deterioro se debe a que fue robada hace algunos años. Los ladrones, al verse sorprendidos en Llanes -interesante pueblo costero, cercano a San Vicente de la Barquera- decidieron deshacerse de ella, quemándola. En el exterior de la ermita, y coincidiendo con su lado norte, aún se pueden ver rastros de una antigua edificación. Piensan los expedrtos, que se trataría de las dependencias de los monjes.

Apenas doscientos metros, separan esta ermita de la de Santiago, que llama la atención, como hemos dicho, por su interesante planta de forma octogonal. Enclavada sobre un pequeño promontorio rocoso, dispone, también, de un pequeño ábside añadido en época posterior. Se levanta en el lugar donde se suponer que hubo un dolmen en tiempos -remito al lector a lo comentado en el punto 4- y también una cueva, donde habitaban los ermitaños, a la que se puede acceder desde el interior de la ermita, pues la entrada exterior está provista de una reja. Al igual que la otra ermita, también en esta, como se puede apreciar, se han realizado rehabilitaciones en diferentes épocas y periodos. Rehabilitaciones que, en algún caso, pueden infundir a error. En una de tales rehabilitaciones, en el empedrado del suelo se siguió el mismo patrón que se aprecia en el techo; es decir, ocho radios -uno por cada lado del octógono- que convergen en un modillón central, en el que todavía se aprecia una cruz de color rojo. Aproximadamente en el centro de la nave, aunque ligeramente desplazado a la derecha, se sitúa el altar, que se eleva por encima del denominado Pozo de Santo Toribio o de las Reliquias (7). Al igual que el peculiar cardo que crece en ésta montaña -denominado de la Madalena- los romeros creen que la tierra del pozo tiene propiedades terapéuticas. Junto al altar, hay una talla de madera, moderna, que representa a Santiago, con un báculo en las manos en forma de Tau, siguiendo el modelo que se localiza en el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana. Es obra de la artista Nati Torres, residente en Santa Eulalia de Morcín, a los pies del Monsacro. En un extremo, a la derecha del altar, se encuentra el acceso a la cueva del ermitaño. A la izquierda, se accede al ábside añadido. Sobre el altar, reposa otra figura, también realizada por la mencionada artista, que representa, en una visión personal, la que pudo ser originaria de la ermita: la Virgen del Monsacro. En el ventanal, se aprecia también una figura de Santo Toribio de Liébana, portando vestiduras de obispo y cayado de magister en la mano. Se supone, que las paredes del ábside contuvieron también pinturas -por supuesto, hoy día perdidas definitivamente- que representaban, entre otros motivos, una visión de la ermita de la Magdalena desde la perspectiva de ésta otra ermita.



(1) Revista Narria, estudios de artes y costumbres populares, Nº39-40: Principado de Asturias, Universidad Autónoma de Madrid. Artículo, 'La mitología popular asturiana', Ramón Baragaño, página 45.

(2) Otra tradición, asegura que hicieron el viaje por mar y llegaron a las costas de Luarca, desde donde, por caminos de interior, accedieron al Monsacro.

(3) La Senda de los Quirosanos, según mis fuentes, sería la siguiente: Piedra del Camín (límite entre Quirós y Morcín), Llanos del Texu, Vildeo, Pan de la Forca, Braña Ce, Vega Bobies, Los Bragaories, So Les Talles, Tres los Bragales, Papera, El Colleu, Canal de la Hierba, Xunceo, Cuitu Utiel (límite entre Riosa y Morcín), Cima del Cordal del Cerro, Al Rozo Morcín, Cobarriella, Canal de la Espina...y el Monsacro.

(4) Conviene reseñar, como dato a tener en cuenta, que a este tipo de construcciones megalíticas, en la vecina Galicia -que en algunas zonas comparten el galaico astur- se les denomina arcas. Al parecer, en la cumbre del Monsacro había varios, hoy día desaparecidos.

(5) No es casual la cancioncilla tradicional, que dice: 'Si vas a la Magdalena, cuando vuelvas tráeme un cardo: a ti te sirve de alivio, y a mí me das un regalo'. O ésta otra, que también resulta muy sugestiva: 'La cuesta de la Llorera, tengo de subirla garbosa, para ver la reliquia, de la Magdalena hermosa'.

(6) Al parecer, fueron los propios pastores o vaqueiros, los que abrieron una abertura en el ábside para permitir el paso del ganado. Ganado que, como se observa en algunos planos del vídeo, deambula a sus anchas por la cima, permaneciendo en ella durante el periodo comprendido entre la primavera y el otoño.

(7) En este pozo, estuvo escondida el Arca con las reliquias, hasta su traslado a la catedral de Oviedo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Románico Asturiano: San Esteban de Sograndio



'Monumento -del latín monumentum, derivado a su vez de monere, cuya acepción es "advertir, recordar la presencia"- es toda aquella realización material humana con voluntad de permanencia. En todo territorio, las sociedades que sucesivamente van ocupándolo jalonan su trayectoria con creaciones materiales destinadas a preservar su memoria...' (1).



Sin salir de las cercanías de Oviedo y su ámbito de influencia, apenas un kilómetro separa Priorio de Sograndio, otro pequeño pueblo astur, en el que felizmente sobrevive otro de los templos románicos del Principado, digno de mención: San Esteban.

La iglesia románica de San Esteban, se localiza en un altozano que domina el pueblo, en las proximidades del camposanto municipal, con el que comparte un pequeño prado, de verde y mullida hierba, en el que no falta su paseo, así como una agradable variedad de árboles. Se trata de un lugar tranquilo, por añadidura, en el que el espíritu se solaza con la suave música del viento agitando las hojas de los árboles, el ocasional y límpido trino de los paxariños, y los mensajes subliminales de aquéllos anónimos canteros medievales, que dejaron cumplido testimonio de su paso por el lugar, en los nebulosos siglos XII-XIII, donde tenemos que situar los orígenes del templo.

Se sabe que, como muchos otros templos asturianos, San Esteban sufrió también los terribles avatares de la Guerra Civil, siendo arrasado y posteriormente reconstruido. Aún así, y dejando aparte su aparente sencillez, conserva algunos interesantes elementos, que merece la pena reseñar y tener en cuenta. Su portada, ajena a una ostentosa ornamentación, muestra en sus arquivoltas, tres modelos decorativos conocidos y definidos: ajedrezado, ondulado y vegetal. Vegetales son, así mismo, los motivos que decoran sus cuatro capiteles, soportados sobre columnas; dos en cada lateral. Por encima del pórtico, y protegidos por un pequeño tejadillo, diez canecillos componen una curiosa melodía sinfónica, donde destaca, quizás por su rareza en la mayoría de templos de la región, la presencia de un ave nictálope: el búho.





Completamente lisos en los laterales, es en el ábside donde los canecillos vuelven a adquirir relevancia, mostrando una diversidad de motivos, en diferentes estados de conservación, desde luego, en los que volvemos a encontrarnos con elementos y temáticas ya conocidos en la imaginería de otros templos cercanos, e incluso alguno de ellos, hasta cierto punto novedoso. Entre los conocidos, cabe destacar la presencia de esa cabeza monstruosa -serpentaria, para más señas- que está devorando a un hombre, del que sólo se ve la parte trasera; motivo que se repite -curiosamente también en la zona absidal- en los templos de San Esteban de Aramil, Santa María de Narzana y San Salvador de Fuentes. Relacionado con el tema, cabe destacar un significativo detalle relacionado con ésta posible bestia apocalíptica: si las representaciones de los dos primeros templos, muestran la cabeza ambigüamente monstruosa, en el caso de este templo de San Esteban, se puede afirmar que coincide con el aspecto serpentario de otro canecillo que se localiza en el templo, de orígenes prerrománicos, de San Salvador de Fuentes, situado en el concejo de Villaviciosa.

En los capiteles que coronan las columnas de apoyo, volvemos a encontrar, disimulados entre la floresta, unas cabecitas humanas, referencia que nos sugiere, muy probablemente, una mirada retrospectiva hacia cultos anteriores, de origen céltico, basados en los denominados hombres salvajes u hombres verdes.

Por otra parte, es hacia la mitad del ábside, aproximadamente, donde se localiza una curiosa cabeza de dragón, expulsando fuego por los orificios nasales, detalle que podría señalar, presumiblemente, el telurismo determinado del lugar. Igualmente significativa, es la cabeza de lobo que se sitúa junto a ésta, animal totémico de algunos gremios canteros medievales y referencia, así mismo, al animal compañero o representativo (2) de un poderoso y a la vez oscuro dios del panteón celta, cuyo culto, se supone, estuvo muy extendido en la Península Ibérica: Lug.

Como colofón, añadir -cierto que por referencias, pues no me fue posible entrar al interior- que algunos autores destacan el denominado capitel con la despedida del caballero, tema conocido en el románico peninsular, donde, por poner un ejemplo, se localiza una bella representación, también en un capitel interior, en la iglesia segoviana de San Vicente, en Pelayos del Arroyo.

(1) 'Asturias, herencia de piedra', César García de Castro y Sergio Ríos, Ediciones Trea, S.L., 1ª edición, octubre de 1999, página XI.


(2) Es de resaltar que este animal, el lobo, se vea sustituido, en la iconografía cristiana, por el perro, siendo el compañero de oscuros santos -y digo oscuros, porque en mi opinión, rondan paganismo por cuatro costados- devocionalmente populares, como San Roque, y de no menos curiosas santas, con referencias ctónicas, como Santa Quiteria. Un buen ejemplo de ésta última, podemos localizarlo en el castillo oscense de Loarre, a la entrada de la cripta a ella dedicada.




viernes, 25 de noviembre de 2011

Románico Asturiano: San Juan de Priorio

Dentro del ámbito de influencia de Oviedo, y a escasos 8 kilómetros de la capital, se localizan dos interesantes exponentes del arte románico asturiano: la iglesia de San Esteban, en Sograndio, y la iglesia de San Juan Bautista, en Priorio. De mi visita a Priorio recuerdo, anecdóticamente, una carreterilla comarcal tan estrecha, que resulta imposible para el tráfico de vehículos en ambos sentidos. De hecho, finalizada mi visita al templo de San Juan Bautista, sufrí las consecuencias de un inesperado atasco, cuando un camión bloqueó por completo la carretera, siendo ésta el único medio para acceder a la general, detalle que se muestra en la última fotografía del segundo vídeo.

Con numerosos elementos añadidos en época moderna -por ejemplo, una curiosa capilla de forma hexagonal en su fachada norte- ésta iglesia de San Juan tiene, como particularidad digna de mención, el único tímpano labrado que se conserva en todo el Principado. Tímpano que, dicho sea aprovechando la ocasión, constituye uno más de los curiosos y a la vez atractivos elementos que conforman su protegida portada, de los que hablaremos más adelante.





Imaginemos ahora, que nuestra visita comienza por la zona absidal, muy modificada, como el resto del templo, pero donde observaremos algunos detalles, que nos llamarán inmediatamente la atención. Uno de ellos podría ser, sin ir más lejos, ese murete de contención, en la parte central, que nos priva de la visión -hemos de suponer que por eliminación, en época moderna- del típico ventanal con capiteles que debió de tener en sus orígenes. Hay dos ventanas a los lados, de forma rectangular, que parecen haber sido cortadas a pico, también en época reciente, y que, por añadidura, le restan ese atractivo genuino y calculado que, unido a la central, permitía la entrada de la luz solar y por consiguiente la iluminación natural del altar. Tanto el ábside, como las capillas añadidas a ambos lados -y aquí entramos en tema- están provistas de series de canecillos, que conforman un peculiar código simbólico. Y utilizo el término código porque, tras un atento vistazo, no tardaremos en darnos cuenta de la repetitividad de una serie de elementos, de variado y a la vez rico simbolismo. Cabe mencionar, entre estos, los siguientes: el mono, que obscenamente se sujeta el miembro viril con su mano izquierda; las dos serpientes reptantes; el águila, con las alas extendidas y una presa -el deterioro no permite precisar de qué tipo- entre sus garras; y por supuesto, el hombre, en actitud obscena también, similar a la del mono, cuyas características recuerdan la escuela de Cervatos, en la vecina Cantabria. Puede que el gremio o la escuela de cantería no fueran la misma, pero sí parte del mensaje que, como los famosos músico y bailarina del denominado Maestro de Agüero y de San Juan de la Peña, se han localizado lejos de su, a priori, ámbito de influencia, como se demuestra en sendos canecillos que se pueden observar en la iglesia situada a las afueras de Rienda, Guadalajara.
[continúa]



jueves, 17 de noviembre de 2011

Camino de Santiago Asturiano: Santa María de Narzana

Se sitúa este interesante templo románico de Santa María de Narzana, a dos kilómetros escasos de Vega, la capital del concejo de Sariego. Elevado sobre un vallecillo en el que, como es habitual, las diferentes tonalidades de la vegetación cautivan con su vitalidad y belleza, se observa, producto de sus sucesivas restauraciones, el entramado que, a la manera de porche y característico en la gran mayoría de iglesias asturianas, protege el pórtico de entrada, otorgándole un peculiar aspecto. Entre estos añadidos modernos, cabe mencionar, como curiosidad a tener en cuenta, la distribución del suelo que cubre dicho porche: un medallón central sobre el que inciden numerosas ramificaciones, a modo de radios. Este mismo diseño, dicho sea como dato anecdótico, se puede observar también en la ermita de planta octogonal de Santiago, enclavada, junto con otra ermita de planta y detalles más sencillos -la de la Magdalena- en la cima del Monsacro.

Opinan algunos autores (1), que aún obviando a priori el detalle de su aparente sencillez, Santa María de Narzana fue fundación monástica, presumiblemente -esto es añadido propio- a mediados del siglo XII o principios del siglo XIII. En esas épocas debemos situar la portada abocinada, así como otros interesantes elementos decorativos incorporados en su ábside. Interesa saber, también, que algunos de estos elementos coinciden, en mayor o menor proporción, con los que se pueden contemplar en otras iglesias, situadas en concejos vecinos. Podría ser el caso, sin ir más lejos, de la iglesia de San Esteban de Aramil, que se localiza en el vecino concejo de Pola de Siero, a escasa distancia de la Autovía a Santander.



La portada, aún a pesar de que los estragos del tiempo -incendios provocados y saqueos incluidos, que no permiten adivinar en algunos casos sus elementos-, ofrece un interesante muestrario simbólico, del que se puede comenzar a hablar, comentando, por ejemplo, los capiteles. En ambos laterales, el motivo de los capiteles coincide: vegetales y grifos. Los grifos del capitel de la derecha, no obstante enfrentados, muestran un detalle que puede o no, ser relevante, pero que sin duda resulta curioso: el número de dedos en las patas y en las garras de estos fantásticos animales, varía de tres a cuatro. Interesante se ha de considerar, así mismo, por el simbolismo solar que conllevan, los motivos vegetales en forma de esvástica o martillo de Thor, de carácter levógiro por su orientación hacia la izquierda o, si se prefiere, en sentido inverso al movimiento de las agujas del reloj.






Por encima del capitel de la izquierda, y a modo de cenefa, se observa una escena de caza que, en cierto modo, complementa otros usos y costumbres que se vislumbran en las metopas localizadas en la parte superior del pórtico, junto a la temática simbólica desarrollada por el cantero en los canecillos. Entre los motivos de las referidas metopas, podemos reseñar una escena de lucha libre, una posible Adoración, Daniel rodeado de leones, y una especie de disco solar, que muy bien pudiera estar formado por una o varias serpientes enroscadas. Por otro lado, entre las representaciones de los canecillos, no faltan aquéllas que, objetivamente hablando pueden calificarse de escenas cotidianas -diversos personajes, incluido un hombre armado con un arco- y por supuesto, los monstruos, representativos, en principio, de vicios y pecados. Común, como en muchos otros templos del Principado, en el pórtico tampoco faltan, así mismo, los motivos ondulados que, aparte de representar el mar, con su eterno movimiento transmitido en las olas, puede hacer alusión, también, al origen foráneo de los constructores.


Este motivo ondulado, lo encontramos también en el ventanal central del ábside, siendo vegetal o foliáceo el motivo decorativo de los capiteles. También aquí, en la zona absidal, se repiten las secuencias ilustrativas conformadas por metopas y canecillos, en las que, aparte de motivos florales, se repite, y en varias ocasiones, aquélla representación solar, que anteriormente mencionaba, aventurando la posibilidad de que pudiera estar formado por una o varias serpientes enroscadas. ¿Un ouroboros, quizás?.


Por último, y en referencia a los motivos que ilustran los canecillos, se puede observar que éstos, referidos a unos artilugios que bien pudieran ser armas, hondas para ser exactos, se repiten; como se repiten, además, que conllevan un mensaje -hemos de suponer que evangelizador- representado por un personaje de aspecto clerical, que muestra un libro abierto en sus manos. Hacia el centro, aproximadamente, del medio círculo formado por el ábside -en similar posición y de similares caracteristicas a aquél otro que se localiza en la iglesia de San Esteban de Aramil- dos serpientes enroscadas sobre una especie de vara o palo, conforman el caduceo de Hermes, posteriormente asumido por el dios romano Esculapio y símbolo ancestral de la medicina.


(1) Luis Díez Tejón: 'Prerrománico y románico en Asturias', Ediciones Lancia, 3ª edición, 2008, página 81.




martes, 15 de noviembre de 2011

Camino de Santiago Asturiano: Santiago el Mayor, de Sariego

No muy lejos de donde se ubica la iglesia de San Román, y en una zona conocida como los Llanos de Carabiego, la iglesia de Santiago el Mayor apenas conserva la huella de sus milenarios orígenes prerrománicos. Sobreviven de ellos, y en cierto modo milagrosamente, tan sólo una ménsula y tres pequeñas ventanas que, de alguna manera, evocan melancólicamente la grandeza que tuvo que tener en su día, como otro gran exponente de ese maravilloso Arte Asturiano que tanto cautiva a propios y extraños. De sino idéntico al de San Román, ésta iglesia de Santiago también sufrió las consecuencias de una contienda fratricida, en el transcurso de la cual -probablemente también en sus inicios- fue saqueada e incendiada; al menos, la parte que sobrevivió a otra auténtica plaga, como fue la invasión napoleónica de la Península. Se sabe que, entre otros, los concejos de Sariego y Pola de Siero fueron fecundos en actividades guerrilleras contra el invasor francés. Así mismo, es posible que en los campos aledaños al templo, se ubicara el campo de aviación republicano.

Por otra parte, el edificio que vemos ahora, no se parece ni remotamente, desde luego, a aquél otro que, es de suponer, supuso en épocas el interés del peregrino, otorgándole no sólo un lugar de acogimiento y rezo, sino también alguna clave indeterminada en su recorrido iniciático, existiendo, así mismo, la posibilidad de que en sus inmediaciones hubiera algún hospital dirigido por alguna orden militar, entre la que no hay que descartar al Temple. De hecho, en uno de los dinteles de su interior -supongo que todavía existirá, pues no me fue posible entrar- debe de encontrarse grabada la cruz paté dentro de un círculo, que menciona el investigador barcelonés Xavier Musquera en uno de sus libros más conocidos (1).





Como la gran mayoría de templos de su época, el templo de Santiago el Mayor constituía tamién una pequeña capilla sixtina, en base a las pinturas contenidas en el interior. Pinturas de las que aún quedan algunos restos, aunque datados por los especialistas en los siglos XV-XVI, periodo en el que se estima la mayor parte de la construcción que se puede ver. Esto no quita, sin embargo, que dichos restos se sobrepintaran sobre otros más antiguos, como es el caso, por ejemplo, de la iglesia de San Vicente de Serrapio.

De época románica, por otra parte, pueden ser los cuatro grandes capiteles que sirven como basas o puntos de apoyo al entramado de madera que, a modo de porche, se localiza en el muero sur. Destacan, particularmente, dos de ellos: uno que muestra una piña en cada una de sus cuatro esquinas -tal vez significando la unión del pueblo cristiano, extendiéndose a los cuatro puntos cardinales- y el último de ellos, prácticamente pegado al muro, que repite un motivo sobradamente conocido en muchas de las iglesias del Principado; motivo, que no es otro que el de las bestias afrontadas.

(1) Xavier Musquera, investigador afincado en Barcelona, fallecido en diciembre de 2009. El libro de referencia, se llamaba originalmente 'La espada y la cruz'. Pongo aquí la referencia de la reimpresión que tengo: 'La aventura de los templarios en España', Ediciones Nowtilus, S.L., 1ª edición, abril de 2006, página 173.



domingo, 13 de noviembre de 2011

Camino de Santiago Asturiano: San Román de Sariego



Partiendo del Valle de Boides, donde el peregrino tiene la oportunidad de visitar una auténtica joya del Arte Asturiano, como es la iglesia de San Salvador de Valdedios -el popular Conventín- y de pernoctar en las instalaciones habilitadas a tal efecto, anexas al monasterio cisterciense de Santa María, apenas treinta y dos kilómetros le separan de Oviedo. Tiene la oportunidad de recorrerlos por una carretera comarcal que, corcobeando entre puertos y bosques de soberbia belleza, desciende hacia el concejo de Sariego, en cuyo escudo, el buscador de símbolos puede localizar una jarra de claras alusiones griálicas. En Sariego tiene, cuando menos, tres paradas de interés: la iglesia de San Román; la iglesia de Santiago el Mayor y, aproximadamente a unos dos kilómetros de Vega, la capital del concejo, la interesante iglesia de Santa María de Narzana.
La iglesia de San Román, situada a la vera del pueblecito o aldea del mismo nombre, sufrió, como muchos otros templos de la geografía astur, la devastación y el saqueo en 1936, en los comienzos de la Guerra Civil. No obstante, y a pesar de la pérdida de la gran mayoría de elementos originales que, no me cabe duda, hubieran hecho las delicias de cualquier amante del Arte en general, y de los historiadores en particular, aún conserva algunos elementos de su prerrománico y su románico originales, como la cabecera y las celosías situadas en el lado Norte, correspondiente al primer periodo, y algún canecillo así como el ventanal del ábside, correspondientes a la ampliación románica. En el lado Norte también, y esquinado, como viene siendo común en muchos templos románicos, un canecillo solitario, representando, probablemente la figura del diablo, llama la atención. Su orientación, desde luego, no es casual, pues como ocurre con los claustros románicos, el lado Norte representa a los vientos gélidos y al demonio, de similar manera a como el lado Este, el Oriente, representa a Cristo.




En la decoración de los capiteles del ventanal del ábside, encontramos un tema que se repite, en mayor escala, en uno de los grandes capiteles de la cercana iglesia de Santiago el Mayor. Capiteles que, dicho sea de paso, sirven como base o peana de sustentación al entramado de madera que conforma el porche del lado Sur.

Cuando estuve allí, y al contrario que la iglesia de Santiago, ésta iglesia de San Román estaba abierta. Curiosamente, la vecina de la casa de enfrente, que estaba tendiendo la ropa en el jardincillo, debió de confundirme con un auténtico peregrino, y me sugirió que podía utilizar las duchas que hay en la sacristía. Lo comento como dato que quizás pueda interesar a los futuros peregrinos que pasen por allí.

El interior del templo, austero y sin apenas rastro de sus omegas originales, ofrece un aspecto pulcro y contiene algunos elementos, incluidos los de factura moderna, no exentos de cierto interés: una imagen de la Santina, la Virgen de Covadonga -cova luenga o cova d'oca, según algunas interpretaciones- situada algunos centímetros por delante del altar; en el ábside, detrás del altar y a la derecha, una hermosa talla de Virgen con Niño, entronizada, que llama la atención por la sencillez de su atuendo y que, quizás, pudiera ser gótica; a la izquierda y erguida, una no menos curiosa figura, probablemente representando a San Román, que, dicho sea de paso, ofrece el aspecto de un auténtico druida. Por cierto, en el exterior, árboles había, aunque no descubrí ningún pozo o fuente que hubiera hecho sospechar el celtismo precedente en el lugar.


domingo, 6 de noviembre de 2011

Camino de Santiago Asturiano: San Juan de Amandi



Parte del Camino de Santiago en Asturias, se desarrolla por la atractiva y prolífica región de Villaviciosa. Una de las paradas, obligatoria y situada en pleno casco urbano de esta hermosa urbe localizada a la vera de la Ría que lleva su nombre, está en la iglesia de Nª Sª de la Oliva, donde se localizan interesantes elementos simbólicos, entre los que destaca, bien visible en su parte frontal, la estrella de seis puntas o sello de Salomón. No hay que olvidar, por supuesto, otros lugares de interés, como Santa María de Lugás (o Llugás), que aún conserva el antiguo hospital de peregrinos y una no menos interesante simbología; San Xulián de Viñón, donde desde luego, apenas quedan huellas de sus primigenios orígenes prerrománicos; el Conventín, o lo que es lo mismo, San Salvador de Valdedios y junto a él, otra joya que aúna austeridad y simbolismo (incluida la estrella de seis puntas o sello de Salomón, en su interior) como es el monasterio cisterciense de Santa María y por supuesto, la iglesia de San Juan, en una localidad cuyo nombre aún recuerda paralelismos orientales hace tiempo advertidos por los investigadores: Amandi.

Amandi es una pequeña localidad que se asienta a apenas dos kilómetros escasos de Villaviciosa. La iglesia de San Juan, a pesar de las remodelaciones hechas a lo largo de su longeva historia -como el porche, característico en numerosas iglesias asturianas- aún conserva buena parte de sus primigenios orígenes románicos, entre cuyo simbolismo, interesante donde los haya, encontramos elementos localizados en otros núcleos interesantes de culto y devoción, tanto cercanos -la ya mencionada Santa María de la Oliva, por ejemplo- como bien alejados del lugar. Otro ejemplo de ello, lo encontramos en la foto que ilustra la presente entrada y que, desde luego, no la he elegido al azar: la cabeza de lobo. Su presencia y similitud con otro capitel absidal localizado en una de las iglesias más mistéricas y de inequívoca devoción peregrina -San Pantaleón de Losa, en las Merindades burgalesas- puede que sea un detalle significativo, cuando no, un posible nexo todavía por determinar, pero que, hipotéticamente hablando, sugiere no ya un elemento afín a las hermandades canteriles, sino también una posible alusión a cultos precristianos de los que sin duda, Asturias, fue prolífica en el pasado, y también aquéllas otras regiones, donde más allá de los primeros conatos de colonización, antes y durante la Reconquista, comenzó a gestarse el reino de Castilla.

Continuando con los nexos comunes, que este caso posiblemente definan la trayectoria de un ignoto pero especial gremio de canteros, quizás amparados por alguna poderosa orden de caballería, llama la atención, precisamente, que ésta iglesia comparta características generales con la ya mencionada iglesia de Santa María de Lugás, así como también, con una curiosa, enigmática y espléndida ermita situada en el vecino concejo de Siero: San Vicente de Aramil o de los Caballeros. Me refiero a su portada principal, y a los no menos curiosos -por denominarlos de alguna manera- seres marinos que la conforman.

Un atento vistazo, no deja de ser una oportuna ocasión, desde luego, para vislumbrar, en esos rostros que hacen pensar -figurativamente hablando, claro- en los mariños de las leyendas, otro símbolo inequívoco afín al Camino de las Estrellas y a uno de sus más esotéricos mensajes: la pata de oca.

Otro dato interesante, y coincidente entre la iglesia de Aramil y Santa María de Lugás, lo encontramos en la presencia simbólica -también referida a los capiteles- de unos no menos enigmáticos personajes, cuya presencia, también es cierto, se localiza en numerosas iglesias románicas, no siendo desconocidos, en absoluto, dentro de estilos artísticos posteriores a éste: los denominados hombres verdes.

Las sorpresas continúan, y regreso de nuevo a San Juan de Amandi, referidas al contenido figurativo presente en su ábside -sin obviar el ara exterior situada a escasos metros (1)- donde se puede constatar la presencia de unos interesantes caballeros, ataviados con sospechosas capas o clámides. Rizando el rizo, añadiré, lo curioso -cuando no desconcertante- que resulta comprobar su presencia por duplicado; es decir, se localizan en sendos capiteles adosados a los ventanales.

Símbolos primordiales, caminos iniciáticos, órdenes de caballería, mensajes ocultos en las piedras, alquimia, astrología y numerosos enigmas conforman, cuando menos, los ingredientes básicos de un itinerario mágico que, como iremos viendo en posteriores entradas, conduce al axis mundi ovetense de la catedral de San Salvador.


(1) No podría afirmarlo a ciencia cierta en el caso de éste ara de San Juan de Amandi, pero sí puedo certificar la presencia de aras celtas en iglesias del Principado, aunque convenientemente disimuladas y algunas echadas el ojo por Cultura y Patrimonio. El mejor caso que conozco, se encuentra en Santolaya, concejo de Morcín, en el interior de su iglesia consagrada a Santa Eulalia de Mérida.


sábado, 15 de octubre de 2011

Villanueva de Teverga: la magia interior de Santa María

Apenas unos insignificantes kilómetros separan San Martín de Teverga y la prerrománica concepción de los capiteles de su colegiata, de la intencionada y a la vez increíble madurez espiritual de aquéllos otros que se localizan en la parroquial de Santa María, en Villanueva. Capiteles únicos en su género, por añadidura -los expertos hablan de otros similares en una iglesia suiza- milagrosamente salvados, no sólo del incendio revolucionario de 1934, sino también del apocalipsis pátmico de aquélla desgraciada continuación que fue la Guerra Civil. De hecho, la iglesia de Santa María de Villanueva tuvo que ser reconstruída prácticamente por completo y todavía hoy, más de setenta años después de tan dramático e irreparable episodio, aún se pueden ver parte de sus desastrosos efectos en los agujeros de bala que socaban las pinturas virginales que coronan el hemisferio celeste de su ábside. Quizás por ello, los vecinos sientan cierto recelo cuando ven acercarse a su parroquial a foráneos, teniendo, quizás, plena conciencia de la importancia de lo poco de aquél auténtico legado cultural que ha sobrevivido, y que en la actualidad, procuran conservar como oro en paño.






Tales recelos, se pueden disculpar, no cabe duda, si bien por suerte o por influencia, se tiene la oportunidad de poder traspasar su sagrado umbral y acceder al magnífico tesoro de su interior. Observando ese tesoro, parido en la imaginación cortés de un anónimo magister muri, uno no puede por menos que pensar, comparativamente hablando, en una parrillada simbólica cuyos elementos se maceran, compulsiva y soterráneamente, en el carbón de una tradición ancestral. Quizás no sea casualidad su presencia en Asturias y su localización en un concejo tan emblemático, como es este de Teverga; y puede que resulte hasta probable una influencia foránea, aunque no obstante ajena a la ambición de Cluny y sus denodados esfuerzos por controlar los cuatro puntos cardinales del Camino de las Estrellas. Cabría especular -la falta de documentación, por desgracia, no dá para más que para eso- con alguna orden militar y las cofradías de canteros a ello asociadas. Y no sería descabellado suponerlo así, si tenemos en cuenta la cercanía del Monsacro, la Sierra del Aramo y los caminos ancestrales de peregrinación, siguiendo las pautas del Camino Primitivo, que no sería otro que el seguido por el rey Alfonso II el Casto y su corte, tras el descubrimiento, en Iria Flavia, de los supuestos restos mortales del Apóstol.

La presencia de ciertos símbolos, y su curiosa repetitividad dentro de los motivos que conforman los capiteles dan óbice, en mi opinión, siquiera para aventurarlo y tenerlo en cuenta. Evidentemente, uno de los símbolos primordiales a los que me refiero, no es otro que el de la pata de oca, cuya presencia en las principales edificaciones religiosas del Camino de Santiago es una constante de importancia capital.


[continúa]



lunes, 10 de octubre de 2011

San Martín de Teverga: Colegiata de San Pedro

Uno de los concejos asturianos más espectacular e interesante, es éste de Teverga. Vecino de otros concejos no menos espectaculares, como Quirós, Proaza o Santo Adriano, no guarda sólo una naturaleza indómita y espléndida, recorrida por la denominada Senda del Oso, que parte de las inmediaciones de Tuñón y cada verano atrae a más excursionistas, sino que también custodia una larga, antigua historia no del todo conocida, entre la que destacan algunas joyas artísticas de primera magnitud, que bien merecen la pena de una larga, y si es posible, profunda visita. De ellas merecen especial atención, por encima de cualquier consideración, la iglesia de Santa María, en Villanueva de Teverga, y éste auténtico rompecabezas cultural que es la Colegiata de San Pedro, localizada en la población de San Martín, situada, aproximadamente, a dos o tres kilómetros escasos de distancia de la anterior.

No es una cuestión baladí hablar de puzzles o rompecabezas culturales, a la hora de definir los elementos, en su mayor parte foráneos, que definen el entramado arquitectónico del lugar, otorgándole, de paso, caracteres legendarios mucho más antiguos de lo que cabría imaginar en un principio.




De época prerrománica (1), sin duda, son los formidables capiteles que, cual hercúleos colosos soportan una auténtica montaña de piedra, labrada y colocada en diferentes épocas. Por su longitud, sugieren cierto parecido con aquellos otros que se pueden contemplar en la cripta del monasterio navarro de Leire. No obstante, y a diferencia de éste, los motivos de cuya labra están basados, esencialmente, en universos foliáceos o vegetales, los elementos labrados en los capiteles de ésta Colegiata de San Pedro, conforman un auténtico muestrario, filosófico y antropológico, que ofrecen un variado y a la vez detallado mosaico cultural y cultual -no lo olvidemos- acerca de un pueblo, el astur, siempre reticente a abandonar muchas de sus antiguas costumbres precristianas.


Si bien en el exterior los canecillos nos ofrecen una detallada idea de la fauna autóctona de la región -las cabezas de lobo, zorro, oso y buey, por ejemplo, conviviendo con una amplia gama de cérvidos, algunas de cuyas especies posiblemente estén extinguidas en la actualidad- los capiteles del interior complementan una visión cosmogónica propia, donde conviven ritos y mitos, usos y creencias, cuyo eje centrípeto se localiza en la facultad expresiva y descriptiva del artista. De tal forma, que llama la atención, por ejemplo, observar la figura de un prócer y un siervo junto a sus bueyes, y entre medias de ambos la presencia, significativa, de una espada corta o falcata, perfectamente definida. El poder eclesial y el terrenal; el sacerdote y el siervo que, en otro momento descriptivo se convierte en caballero villano; o lo que es lo mismo, dispone de armas y cabalgadura con las que acudir a la llamada de su rey para combatir al enemigo, presumiblemente musulmán.


Pero no sólo encontramos fijación por la Naturaleza y sus humores como modelo a imitar, sino también, detalle a tener en cuenta, la convivencia -al menos sobre la piedra- de dos formas de espiritualidad antagónicas: la cristiana y la animista y pagana. Lo podemos percibir en otro de los capiteles, que no tiene desperdicio alguno, en cuyo centro se observa la figura de Cristo con la burra de Balaam y un sol. Recordemos el simbolismo añadido a este noble animal que, junto a la figura del caballo, cumple funciones ctónicas siendo, a la vez, vehículo de Conocimiento. No obstante, lo interesante reside a ambos lados de la figura Crística, en esas dos representaciones humanas que definen las concepciones espirituales mencionadas, en las figuras de un sacerdote cristiano y un probable oficiante pagano revestido con una piel de oso. El santo, con las características hojas de palma y la serpiente están también presentes; como presente está, a ambos lados de la nave, el escudo familiar de los Miranda, que reproduce, con sus doncellas, la leyenda, común a muchos ámbitos cristianos peninsulares, del tributo de las doncellas (2).






Más misterios aguardan, no cabe duda, en ésta arca pétrea cargada de retazos de Historia. Uno de los más atractivos, se localiza detrás del altar, en el enigmático Cristo. Un Cristo, probablemente del siglo XIV, llamado del Relicario, porque durante una restauración se descubrió en su nuca un cajoncito que contenía arena; arena que, al ser analizada, se determinó que procedía de Jerusalén. En su mano derecha, le falta un dedo, por lo que cabe suponer que fue burlado en algún momento como recuerdo o reliquia.


Aún en lamentables condiciones de conservación, el claustro ofrece también algunos elementos dispersos, pero interesantes, pertenecientes a diferentes épocas y estilos. Prerrománicos podrían ser, por ejemplo, esa flor de lis -recordemos que, según el Libro de los Reyes, Salomón mandó colocar precisamente una flor de lis en el medio de las columnas Jakim y Boaz, en el modelo de los modelos de los Templos, que lleva su nombre- y un caballero, que quizás denoten un origen franco. Destacable, así mismo, es la presencia de los llamados hombres verdes, oscuros, esotéricos, y a la vez guardianes de una arcaica tradición.


Por último, añadir que en una sala anexa al claustro, un pequeño museo, maravilla con la visión de algún capitel románico, de origen desconocido -destaca una Virgen con Niño esculpidos con gran calidad en la piedra-, parte de las joyas donadas por Doña Urraca, o espanta, con la visión de los cadáveres incorruptos de Pedro Analso de Miranda, abad de la Colegiata, obispo de Teruel, inquisidor y consejero del rey Felipe V, y de su padre, el segundo marqués de Valdecarzana.


(1) Los capiteles no son originarios del lugar, sino que pertenecían a la iglesia de un pueblo cercano, despoblado, cuya referencia el guarda no supo o no quiso darnos durante la visita.


(2) Otro de los lugares donde más arraigo tiene ésta temática, es en Carrión de los Condes, en pleno Camino Jacobeo. En Villalcázar de Sirga, en el antiguo hospital de los templarios, hoy en día reconvertido en restaurante, hay un cuadro de época que representa la mencionada leyenda. El nexo de unión, por su culto en el antiguo reino astur y su protagonismo en la historia, serían los bóvidos.

viernes, 7 de octubre de 2011

El embrujo del monte Naranco: Santa María y San Miguel de Lillo

Es imposible no dejarse subyugar por su embrujo, y poco importan las veces que uno haya subido a esa ladera del monte Naranco, siempre a la vista de la inmemorial e histórica Oviedo : Santa María y San Miguel de Lillo, son siempre una visita obligada.

Cuesta imaginarse un templo en ésta esplendorosa mole áurea de Santa María; sobre todo, cuando se sabe que no nació como tal, sino como palacio de uno de los reyes astures que más se involucró e influyó en el denominado Arte Asturiano: Ramiro I. Fueron tantos los templos que mandó levantar durante su breve reinado (842-850), que al hablar de los que todavía subsisten, nadie duda en referirse a ellos como de estilo ramirense.







Como éste otro pequeño poema de piedra y decadencia, situado a apenas doscientos metros escasos del anterior. San Miguel de Lillo o de Liño, venido abajo ya en el siglo XIII, que sólo muestra una ínfima parte de lo que realmente fue. La primera vez que lo vi, se asentaba, solitario e indolente, en un pradillo de prístina hierba verde. En la actualidad, ese pradillo ha sido removido y surcado de caminillos empedrados que semejan calzadas romanas, quizás en un fútil intento de dotarle de la apariencia externa que pudo haber tenido en su época de esplendor.

Y a los pies de ambos, mostrando estilos arcaicos y modernos, una ciudad, Oviedo, a la que investigaciones recientes consideran al menos cuatro siglos más antigua de lo que realmente se pensaba.



miércoles, 5 de octubre de 2011

De cisne a patito feo: la iglesia de Santa Eulalia de Mérida

Situada en pleno centro de Santolaya, a la vera misma del Monte Sagrado o Monsacro, lugar hacia el que mira posiblemente con nostalgia su reinventado campanario, la iglesia de Santa Eulalia de Mérida apenas conserva vagos recuerdos de la noble belleza original con la que fue concebida. Una belleza cuyos orígenes, aunque no lo parezca por su actual aspecto, se remontan a aquél misterioso siglo IX que para la monarquía asturiana significó una auténtica revolución en el ejercicio y desarrollo de una arquitectura sagrada, que rompía moldes con la visigótica precedente y anticipaba un románico que habría de servir de base para posteriores estilos, más complejos y espectaculares aún si cabe.

De su época de cygnatus, o de cisne venido a menos si se prefiere, el templo conservo una partida de nacimiento que, en forma de piedra fundacional, ocupa un lugar destacado cerca del altar. En una de las capillas laterales de su modificada planta (1), y convenientemente disimulada bajo una generosa capa de yeso, se localiza un ara celta, testigo inestimable de cultos precristianos, sobre la que hace tiempo pusieron los ojos Cultura y Patrimonio y de la que se no descarta que termine en algún museo del Principado. También en la misma capilla, se conserva la pila bautismal original, que ha ido perpetuando el rito de bautismo a lo largo de generaciones.




Pero quizás, los elementos más significativos e interesantes, sean aquellos que se localizan en las jambas del pórtico de entrada, y que responden, por su forma y simbolismo, a elementos utilizados por las más diversas culturas y tradiciones: espirales, nudos de Salomón, poliskeles celtas...Junto a ellos perviven, así mismo, partes de columnas de siglos posteriores, y probable estilo neo-clásico, de las que no es posible precisar si se aprovecharon de algún otro templo que hubo por los alrededores, o fueron simplemente un añadido más que se le hizo a la iglesia en fecha indeterminada.

Fuera del ámbito de éstas piezas exclusivas, coexisten otras, evidentemente modernas, que recogen el simbolismo tradicional como modelo estético. Sería el caso, por ejemplo, de algunos muebles, en cuya labra decorativa se aprecian figuraciones de origen celta, e incluso la pequeña pila de agua bendita, situada a la entrada, en la que se aprecian, junto a la figura del Crucificado, símbolos universales como el ave, la serpiente y las llaves. Fue realizada hace algunos años, por un vecino del lugar, aunque en un primer vistazo pueda inducir una antigüedad determinada. O una silla, artisticamente trabajada, que luce una cruz, similar a la paté, realizada en la Pola de Laviana en 1773, que el actual párroco recuperó de una parroquia vecina.


(1) La iglesia de Santa Eulalia, fue asaltada, incendiada y prácticamente destruida durante la revolución minera de octubre de 1934, y posteriormente reedificada y remodelada en varias ocasiones, con desigual fortuna.



domingo, 25 de septiembre de 2011

Enigmática Santo Adriano




De mi primer viaje a Tuñón, en el concejo de Santo Adriano, recuerdo una pareja de ocas retozando tranquilamente en un pradillo situado al pie de la carretera que, una veintena de kilómetros más allá, desemboca en Trubia y en el acceso a la A63, con dirección a Oviedo; algunos turistas alquilando bicicletas para perderse por la magia natural de la llamada Senda del Oso y a una persona de respetable edad que, he de suponer motivada quizás por un exceso de celo, se negó en redondo a franquearnos el acceso al templo de Santo Adriano. Eso sucedía, meridianamente hablando, casi a finales de julio. Mi segunda visita, desde luego, fue diferente. De las simpáticas ocas, no había ni rastro, aunque aún quedaban por los alrededores algunos turistas disfrutando plácidamente de un mes de septiembre menos promiscuo a las aglomeraciones y más arduo a la tranquilidad. El exceso de celo de la dama en cuestión se transformó, no obstante ahora, en una educada disposición, donde, dejando aparte el detalle prohibitivo de las fotos, la visita derivó por cauces tan humanos como amenos, independientemente de los posibles desacuerdos intelectuales que se pudieran o no tener. En favor de esta ocasión, y en honor a la verdad, añadiré que Fina, una espléndida mocita de 81 años -lo digo con todo el respeto del mundo, pues en persona bien que la dijimos que para nada los aparentaba- puso en práctica, con exquisita sensatez, esa sana costumbre de hablando se entiende la gente, y con tan magnánima disposición, pude hacerle algunas preguntas relacionadas con el templo, que me quemaban en la lengua.

Una de tales cuestiones, que debemos encasillar, sine quanum, en el mundo de la especulación, se refiere a la presencia templaria en el lugar y a cierto túnel que conectaría el templo con una de las casas cercanas. Evidentemente, y con el fin de limar suspicacias, olvidé a propósito toda referencia a los fratres, y aprovechando un breve lapsus en su descripción histórico-artística del sagrado monumento nacional en el que me hallaba, le pregunté sin más preámbulos, por la primera de las cuestiones que me interesaba. En cierto modo, no puedo decir que su respuesta me decepcionara, aunque, desde luego, hubiera preferido otra.

La cuestión del supuesto túnel, parece ser que es bien conocida en Tuñón. De hecho, se podría decir que todos o casi todos los vecinos esperaban que en las obras realizadas hace una quincena de años para ampliar y mejorar la carretera, se encontraran indicios de su existencia. Según palabras testimoniales de Fina, las máquinas, preparando el terreno, profundizaron la nada despreciable cantidad de cinco metros. No se encontró nada.

La otra cuestión, relacionada, por supuesto, con la probable presencia de la Orden en el lugar, se refiere al lignum crucis que, hasta hace aproximadamente treinta años, estuvo custodiado en el templo de Santo Adriano. Lignum Crucis que, a juzgar por la forma con cierto tufillo gnóstico del Cristo -una foto en blanco y negro de dicho lignum crucis conseguida por Xavier Musquera (1), me llamó poderosamente la atención, por su extraordinario parecido con otro que se conserva en la catedral de El Burgo de Osma, en Soria- bien podía haber pertenecido a éstos. En la actualidad se sabe que dicho lignum crucis -según Fina, por ciertas maniobras realizadas entre el párroco y una vecina- se guarda en la Cámara Santa de la catedral de San Salvador, en Oviedo. Un lignum crucis que, palabras textuales, fue comprado por los viejos de antaño.

En este punto, la amargura ante el recuerdo se trocó de nuevo en entusiasmo cuando siguió narrándonos, como un libro abierto, las curiosidades del lugar.




Llama la atención, la insistencia en la conversación de Fina, de referirse a los mozárabes que edificaron Santo Adriano, y en particular, al jefe de los mozárabes; aquél que, se supone, reposa en un espléndido sarcófago de piedra situado en uno de los laterales del templo, donde, ya de niños, solían sentarse a escuchar la misa. Referente a los descubrimientos necrológicos hallados en el lugar, llama poderosamente la atención la aparición de enterramientos -realizados a base de lajas o piedras- no sólo de niños en lo que sería la zona exterior absidal, sino también de adultos de dos metros de estatura. Una curiosidad, que no parece corresponderse con los tipos étnicos de la época y el lugar y que, como, por ejemplo, aquellos otros descubiertos en Roncesvalles -en la capilla totalmente remodelada, sita en las inmediaciones del monumento a la lucha mantenida por Roldán y Ferragut-, hacen pensar en la posibilidad de francos asentados en la zona. Lo cuál, por otra parte, no sería totalmente descabellado.

Resulta curiosa, así mismo, la disposición del sancta-santorum del templo, situado por encima del altar y sin acceso. Por boca de los arqueólogos, nuestra cicerone comenta que los monjes se servían de una escalera, y a través del pequeño ventanal depositaban en el interior los objetos sagrados y el grano que habría de constituir su despensa.

Es cierto, también, que quizás los trabajos de restauración llevados a cabo por el arquitecto Luis Menéndez Pidal, no le hicieron demasiada justicia al lugar. Pero achacar a los flashes de las cámaras de turistas y periodistas la práctica desaparición de sus maravillosas pinturas, me parece una cuestión bastante más que discutible. Y no obstante, a pesar de los pesares, algo que emana del interior de ese fantástico templo, induce a pensar que, después de todo, algo de su magia original permanece inalterable a lo largo de los siglos.


(1) Xavier Musquera: 'La aventura de los templarios en España', Ediciones Nowtilus, S.L., 1ª edición en la colección puzzle, abril de 2006, página 81.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El tranquilo recogimiento de Bendones: Santa María



Bendones es una modesta población, situada del casco urbano de Oviedo a similar distancia a como puedan estarlo, sin ir más lejos, otras dos maravillosas joyas del Arte Asturiano -Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo- aunque en otra dirección. Una dirección, ajena a las, en ocasiones desesperantes instrucciones del GPS de turno, en la que únicamente se precisa no despistarse demasiado siguiendo los carteles indicativos que señalan la dirección de los monumentos prerrománicos.

Digo esto, en atención a toda persona que, como yo, no destaque especialmente a la hora de manipular esos endemoniados mapas interactivos modernos y desee evitarse, por consiguiente, la desagradable experiencia de atravesar de una parte a otra la ciudad, dando tumbos como una peonza. Tampoco ha de asustarse, a priori, si tomando la dirección señalada, se tropieza con una pequeña aldeíta llamada Covadonga: que esté tranquilo, porque no ha llegado, ni mucho menos, a las inmediaciones del principal Santuario Mariano de Asturias, ni se encuentra, tampoco, en las proximidades de Arriondas y de Cangas de Onís, ni verá en su camino un río de las características del Sella, que le indiquen la cercanía de una fiesta tan renombrada como la de les piragües.




Eso sí, verá a mano derecha, poco después de dejar la aldea, un cartel indicativo del monumento que, señalando hacia una carreterilla comarcal sumida en el crepúsculo por el bosquecillo que la flanquea, a uno y otro lado, se pierde en lo desconocido, corcoveando como el cuerpo de ese mitológico cuélebre, tan renombrado en lo más florido de las tradiciones locales. Sentirá apuro, posiblemente, pensando en la aparente estrechez de esas típicas carreterillas comarcales asturianas, deseando no cruzarse con ningún vehículo, al menos hasta llegar a la teórica seguridad del pueblo. Conductor o no de la Meseta, en las casinas del pueblo -apiñadas a un lado y desperdigadas a otro- observará algunos detalles interesantes, como ese antiguo remedio popular para atraer la buena suerte, que no es otro que el derivado de colgar herraduras en la puerta; o verá, deslumbrado por sus colores, pequeños bosquecillos florales decorando rincones y barandas de hórreos centenarios, sin otros símbolos aparentes, tan característicos de estas construcciones en otros lugares y concejos.


Por otra parte, y reposando sobre un mullido colchón de césped, la visión de la iglesia de Santa María le parecerá la de un arca primigenia, a la que un ocasional Noé medieval quiso dotar con un mástil que, bien por necesidad o bien por comodidad, desvirtúa un conjunto nacido con la medida y la proporción previstas en la mente geométrica de un maestro pescador de hombres. Reparará, sobre todo, en esas maravillosas celosías, realizadas artesanalmente en una sola pieza, cuyos motivos, crucíferos y mandálicos, ejercerán sobre su psique señales subliminales de magnética atracción.


Algún viajero, avispado observador de románico peninsular, pensará haber visto alguno de esos mandalas en construcciones independientes, lejanas en el tiempo y ajenas a la provinica y pensará que esa especie de flor nuclear de cuatro hojas, la ha visto en iglesias castellanas, como la de Santa Coloma de Albendiego; precisamente el lugar, situado a la vera de la paradigmática Sierra de Pela, donde algunos historiadores sitúan el probable emplazamiento de la misteriosa Alhándega, el sitio, quebradizo y vital para emboscadas, que significó la debacle total para el ejército moro que se retiraba mal herido de Simancas.


Pero pocos sabrán, que en el fondo, lo que tienen ante sus ojos, es un fiel reflejo del mundo de Maya, el mundo de la ilusión que, por fortuna, le hace mantener un aspecto similar al que tenía antes de que las hogueras de la revolución minera de 1934 lo echaran a perder. En el fondo, se puede decir que es toda una suerte, en comparación con la irreparable pérdida de otros templos de similares características, como el de la cercana Santolaya.



martes, 13 de septiembre de 2011

La Magia del Valle de Boides: San Salvador de Valdedios



'Salvador, este sea santo templo bajo la advocación de tu nombre, que también sea de tu agrado todos estos dones que aquí te ofrecemos, pero quien quiera que intente quebrantar temerariamente mis votos, que se vea privado de la luz, Cristo, y que la tierra lo trague a él en vida y que la mendicidad y la lepra hagan presa en su descendencia' (1).

No cabe duda de que una de las regiones más fascinantes y pinturescas del Principado de Asturias, es ésta de Villaviciosa -la antigua Maliayo-, cuyo nombre, siguiendo los principios básicos de asociación por los que solemos guiarnos generalmente, evoca la referencia obligada a una bebida determinada, que aún en los cantares tradicionales, continúa acompañándose con el excelso calificativo de los dioses, y que bien podría compararse con el soma o bebida sagrada tradicional, determinativa de otros pueblos y otras culturas: la sidra.

Pero no es de la magia inherente a su injesta y los interesantes ritos de hermandad que la acompañan, de lo que quiero hablar en la presente entrada, sino de otro tipo de magia; una magia, afín al Camino de las Estrellas, que continúa con un, espero que agradable paseo, por otro de los imponentes tesoros legados por el Arte Asturiano: el monasterio de San Salvador de Valdedios, también conocido, cariñosa y popularmente, como el Conventín.

Llegar al valle de Boides, y por consiguiente, al Conventín, es un dulce paseo que puede comenzar, muy bien, cuando dejamos atrás la urbanita Villaviciosa, con su Plaza del Ecce Homo y ese Cristo de rostro afligido, que reprocha siempre al caminante aquello de: Tú, que pasas, mírame, contempla todas mis llagas y verás cuan mal me pagas la sangre que derramé; también, su iglesia de Santa María de la Oliva, con su curiosa simbología, estrella de David o Sello de Salomón bien a la vista y numerosas cruces paté grabadas en la eterna durabilidad de la piedra de sus sillares, siguiendo una carretera que te obliga a salir de la ciudad, distribuyéndose como una imaginaria pata de oca, en tres direcciones, que ocultan no pocas maravillas: a la izquierda, San Juan de Amandi, San Andrés de Valdebárcena y San Xulián de Viñón; de frente, el santuario de Santa María de Llugás y el valle de Boides; a la derecha, la deliciosa Ría, San Andrés de Bedriñana y los pinturescos pueblitos marineros, como El Puntal o Tazones. Dicen que en éste último, desembarcó el rey Carlos I de España y V de Alemania, alejado por una tormenta de su rumbo original hacia puertos cántabros. Y dicen también, no sé si las buenas o las malas lenguas, porque haber, hay de todo en la viña del Señor, que tanto él como su séquito fueron confundidos con piratas, y a punto estuvo de armarse el Belén.

Al valle de Boides llegó, en las postrimerías del siglo IX, un afligido rey, buscando reposo y probablemente desengañado de la avidez humana: Alfonso III, cuyo trono fue usurpado por sus propios hijos. Dice la Historia, que a él se debe ésta singular maravilla, en la que los investigadores observan rasgos que recuerdan a Santa María del Naranco y a Santullano; es decir, a San Julián de los Prados. Y posiblemente fuera por él, por quien figura la terrible inscripción que sirve como prólogo a la presente entrada.





Algo decididamente especial tenía que tener este templo, cuando el día 16 de septiembre del año 893, siete obispos (2) -número emblemático por excelencia- acudieron a su consagración, según consta en la lápida consagracional que se puede ver en la denominada Capilla de los Obispos, situada al final de uno de los tramos laterales, haciendo esquina con el ábside.


Pero son detalles meramente circunstanciales, en mi opinión, si los comparamos con la impresionante sensación de respeto que produce pisar el interior de un lugar de tan longeva antigüedad, donde el eco de los propios pasos parece confundirse con los gemidos de dolor que exhalan, desde unos lienzos machacados por el tiempo y el olvido, los débiles fragmentos de lo que un día hábiles manos, probablemente mozárabes, dejaron como testimonio de artesanía y devoción. Debido a ello, cuesta creer que, en realidad, uno contempla angustiado los poco menos que irreconocibles fragmentos de una auténtica Capilla Sixtina que feneció, curiosamente, en siglos donde se supone que el raciocinio y la ilustración fueron factores determinantes. Las cruces asturianas de la capilla principal del ábside, atraen, no obstante, poderosamente la atención, haciendo que el curioso, por no decir el soñador, se pregunte quiénes fueron en realidad esos ángeles que la Tradición -bendito tesoro- asevera que hicieron en una noche el original que se guarda en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, en compañía de la Cruz de la Victoria con la que don Pelayo hiciera el milagro de Covadonga. Sobrevive, si mal no recuerdo, en la capilla de la Epístola, dedicada a la figura de San Juan Bautista -la del Evangelio, rinde homenaje a Santiago el Zebedeo- un rubicundo e intruso angelote renacentista, que indica una sobre exposición pictórica en época indeterminada.


Visita obligada es, también, el monasterio cisterciense de Santa María, situado en el mismo prado, a escasos metros del Conventín, que dispone de hospedería para el peregrino, detalle interesante, pues el Valle de Boides está situado a 26 kilómetros de Oviedo, en pleno Camino de Santiago, siguiendo una ruta en la que destacan, principalmente, los templos de Santiago el Mayor y San Román, en Sariego y el de Santa María de Narzana, en las proximidades, a unos tres kilómetros escasos de la población de Vega.




(1) Inscripción localizada en el dintel del pórtico de entrada. Similares inscripciones se localizan, también, en el dintel de la puerta lateral del lado sur ('Cuida, Salvador nuestro, de este santo templo, edificado en este santo solar; si del coto pretendieran llevarse temporalmente fundos o siervos o cualquier cosa un vendedor, un ladrón o ratero, que sea quemado con todos los impíos en el infierno'), y en el dintel de la puerta lateral del lado norte ('Si algunos tratara de llevarse estos nuestros dones, que aquí en tu honor pusimos, que sufra una terrible muerte, entre males sin fin, que deplore en compañía de Judas').


(2) Rudesindo de Dumio; Nausti de Coímbra; Sisnando de Iria; Arnulfo de Astorga; Argimiro de Lamego; Recaredo de Lugo y Elécanes de Zaragoza.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lena: el plácido sueño de Santa Cristina



'Después de la Verdad, nada es tan bello como la ficción'


[Antonio Machado]


Hablar de esta auténtica maravilla del Arte Asturiano, implica, necesariamente, hacerlo desde el punto de vista de uno de los conceptos que mejor la definen: Armonía. Armonía que no se centra, exclusivamente en el templo y sus áureas proporciones, sino que se extiende, formando un conjunto indivisible, con el extraordinario entorno en el que se ubica: las montañas del concejo de Lena.

Si obviamos el único detalle que desentona en este conjunto, y obviamos también la ruidosa molestia que produce -me refiero a la autovía A66 o Vía de la Plata- tendremos la visión de un lugar idílico, semejante a los paisajes bucólicos aunque entrañables en los que se embarcaban los grandes maestros de la pintura romántica del siglo XIX.


Influenciados, pues, por esta bucólica ventana romántica abierta a la percepción, permitamos que nuestro ensueño comience a pie mismo de esa colina conocida como Vega de Rey. En ella, y situado junto a una casa de blancas paredes, rodeada por un murete de piedra y algunos árboles frutales en el pequeño huerto interior, descubriremos un sencillo cartel que, señalando hacia un caminillo que corcovea como una pequeña sierpe hacia las alturas, nos invita a adentrarnos en un pequeño bosquecillo.







No ha de extrañarnos, si en nuestro pacífico paseo nos cruzamos con algunos personajes característicos de la fauna local, que según el grado de curiosidad que despertemos en ellos, nos acogerán de una u otra manera. Seguramente, el encrespado gallo se nos acerque con actitud desafiante, temeroso de perder su autoridad ante un gallinero que le observa con atención; el chivo, por el contrario, nos recompensará con una total indiferencia, aunque pasemos a escasos centímetros de donde se encuentra recostado, rumiando con deleite la fresca hierba rociera. No hay que descartar, tampoco, la malhurada regañina del perro perdiguero, cuyo olfato ha detectado un olor diferente al de costumbre y quiere ganarse la comida, ladrando hasta la congestión de sus pequeños pulmones.

Pero imaginemos, que sólo son detalles pasajeros, como esa nube, perezosa y rebelde, que se resiste a dejarse llevar por el fresco aire de la montaña, y durante algunos segundos nos oculta un sol que en modo alguno se ha visto eclipsado por la sombra de la luna. Una dulce brisa, meciendo las hojas de los árboles, que nos recompensa con un dulce susurro de campanillas, mientras ascendemos por un camino empedrado, que quizás formara parte, hace milenios, de esas calzadas trazadas por los conquistadores romanos, que tanta dificultad tuvieron en sojuzgar una región relativamente pequeña.




A mitad de camino, la pequeña abertura de una cueva, censurada su entrada por una verja de hierro, nos hará plantearnos la cuestión de un posible eremitismo, e incluso, pensar en la posibilidad de alguna reminiscencia cultual anterior, paleolítica, rica en la mayoría de las cuevas de la cornisa cantábrica, que tantos y tan extraordinarios tesoros esconden en su interior.


Llegados a la cima de la colina, inmóvil sobre un apacible mar de relajante tonalidad verde esmeralda, veremos un arca prodigiosa que permanece adormecida desde hace algo más de un milenio. Merece la pena sentarse sobre la blanda hierba y contemplarla en toda su extensión: proporcionada y geométricamente perfecta, con su planta en forma de cruz, de serena elegancia y porte humilde, recatado; sin señas de identidad, a excepción de ese estilo particular que la presupone nacida en la imaginería de los talleres ramirenses, sin servirse de la misma mano, sin embargo, que diseñó el Naranco y Lillo. Enigmática en su resignada soledad, pero custodia, no obstante, en su interior, de huérfanos visigodos, joyas de un mundo perdido, cuyas paredes aún sofocan los ecos triunfales de antiguos loes a Iupiter Tonante y otras divinidades ancestrales, tiempo ha olvidadas de la memoria de los hombres.

viernes, 26 de agosto de 2011

Arte Asturiano: la Octava Maravilla

'Constituye singular foco de cultura en la pequeña Corte de los reyes asturianos, herederos del sentimiento goticista. Sobre soluciones de tradición hispano-romana, con aportaciones carolingias y bizantinas, cobra alientos propios, sin ya apenas analogías con lo visigótico'.

[Jaime Federico Rollán Ortiz (1)]


Se atribuye a Jovellanos la calificación de Arte Asturiano -seguramente motivado por un narcisismo pasional más que justificado- que define una serie de magníficos elementos arquitectónicos que, como bien afirma Rollán Ortiz, alejándose del estilo visigodo e introduciendo innovaciones de origen carolingio-bizantino, e incluso propias, conforman un conjunto personalizado que no se encuentra en ningún otro lugar de la Península.

Arqueólogos e historiadores, sin duda más racionales y menos influenciables a las Bellas Artes, donde se incluye la Poesía -disciplina que ha acompañado al hombre a lo largo de su mitológica existencia- han considerado más intelectual referirse a ellos como Arte Prerrománico Asturiano.

Una definición fría, en mi opinión, que se aleja de la auténtica dimensión perceptiva, centrándose, única y exclusivamente en la técnica, olvidando, de paso, un factor tan importante y determinante, como es la compenetración con el entorno.

Creo que es contemplando estas auténticas joyas con una amplitud de miras lo más abierta posible, como se llega a comprender, o mejor dicho, a intuir, la mágica atracción que emana de sus milenarios cimientos. Diseccionarlos con los sentidos resulta una experiencia única, enriquecedora, mucho más humana y espiritual, en el fondo, que el detalle intelectual de saberse de carrerilla cuáles son los elementos técnicos que los definen y sus, en ocasiones, impronunciables nombres.

Me gustaría hacer un pequeño inciso en la temática del blog, y permitir que sea el espíritu quien defina, si no todos, al menos algunos de los edificios más emblemáticos, en la seguridad de que este pequeño viaje por el Universo Artístico Asturiano sirva para relajar la mente y de paso, embarcar en un pequeño viaje por la magia de un mundo que, a pesar de todo, parece destinado a ir perdiéndose progresivamente.




(1) Jaime Federico Rollán Ortiz: 'Iglesias del Arte Asturiano', Editorial Everest, S.A., 3ª edición, 1991, página 6.