jueves, 8 de enero de 2015

Santa María de Muxía


Es muy posible, que debido al enorme fervor que despierta el vecino santuario dedicado a la Virxen da Barca, ésta interesante iglesia románica de Santa María, situada también en un lugar privilegiado desde el que se domina una extensa zona del litoral marítimo de Muxía, se vea permanentemente eclipsada, jugando un papel secundario en las preferencias de los fieles. Ahora bien, aquellos cuantos la visitan, observarán -salvando los detalles ya comentados en anteriores entradas acerca de los terribles efectos de la erosión sobre todo en lo que se refiere a los templos situados en las proximidades del mar-, que se trata de un templo que, sin evidenciar unas grandes dimensiones, contiene, no obstante, numerosos detalles de interés, obviando su posible función añadida de capilla cementerial.

Situada al norte de la localidad y enclavados sus cimientos en la ladera del monte Corpiño, sus orígenes son inciertos, si bien se sabe que en el año 1203 fue donada por el papa Inocencio III -el mismo que declaró no sólo la Quinta Cruzada en Tierra Santa, sino también la cruzada contra los almohades en Castilla, la cual sería organizada por el rey Alfonso VIII y el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada, donde se consiguió la importante y decisiva victoria en la batalla de las Navas de Tolosa-, al monasterio de Carracedo, situado en el Bierzo leonés. La iglesia de Santa María sigue, en la forma y distribución de su planta, las antiguas concepciones de los diseños de índole prerrománica, basados en la planta rectangular y el ábside o cabecera cuadrado. Es probable, también, que en sus orígenes tuviera la típica planta en forma de cruz, con las capillas adosadas de la Epístola y el Evangelio, aunque se echa a faltar aquella que, supuestamente, debió de estar en el lado sur. A tal respecto, se sabe que hubo, en efecto, una capilla, aunque datada en el siglo XVI, que pudo haber sustituido a la original. Dicha capilla, parece ser que se derribó en el siglo XVIII, procediéndose a sustituirla por arcosolios practicados en el muro con fines de enterramiento, siendo sepultado en uno de ellos, hacia 1874, el párroco don José Fondevilla Martínez que, de similar manera al también fallecido párroco don Elías Valiña en O Cebreiro, fue benefactor del vecino santuario de la Virxen da Barca. Diversos son, así mismo, los temas de las series de canecillos que se aprecian en ambos laterales, si bien la erosión hace prácticamente imposible la identificación de la mayoría de ellos. No obstante, y agudizando la vista en lo posible, sí parecen observarse alguna oca, pequeños instrumentos musicales con forma de barrilillo e incluso algún motivo de descarado erotismo. Conserva, igualmente, una portada original, situada en el lado oeste, por donde transcurre el antiguo camino que se dirige al santuario de la mencionada Virxen da Barca. El tímpano es liso -aunque hay quien piensa que cierta escultura que se conserva en el interior pudiera haber procedido de él-, observándose, a ambos lados del umbral, sendas figuras evangélicas que sustituyen a las típicas figuras de leones o monstruos custodios, siendo liso el capitel de la derecha y con un motivo foliáceo el de la izquierda. Enfrente y separada del cuerpo principal de la iglesia, se localizan la espadaña y las campanas.

En la parte superior de ambos extremos, este y oeste, se observan dos Agnus Dei, en cuyo diseño llama poderosamente la atención la forma de las cruces que soportan: una de tipo celta mirando hacia el oeste, hacia Fisterra, y otra, bastante común en el románico de Galicia, con forma de las denominadas cruces de Carlomagno. En el lateral sur, y situada entre medias de los contrafuertes, se localiza una puerta moderna, que quizás sustituya a otra, románica y original, aunque se pudiera dar el caso, así mismo, de que nunca la hubiera tenido.


miércoles, 7 de enero de 2015

San Xulián de Moraime


A una distancia de poco más de tres kilómetros de Muxía, a cuyo municipio, de hecho, pertenece, se encuentra un magnífico templo, que conoce bien todo peregrino que, habiendo decidido continuar su andadura hacia el Finis Terrae, deja atrás la magnificencia del antiguo Campus Stellae: San Xulián de Moraime. Si bien, los efectos de la erosión parece que se hacen mucho más acusados por su situación de cercanía al mar que en otros de similar época y características levantados en el interior, las peculiaridades y el simbolismo asociado, hacen de este templo de San Xulián, uno de los más enigmáticos de un conjunto que bien podría denominarse como el románico gallego del Camino de Santiago. Dejando para mejor lugar y ocasión, su probable conexión con la Orden del Temple, como apuntan diversas fuentes, merece la pena, y mucho, pasear la mirada por el lugar, y comprobar, no sin cierta admiración, las semejanzas con otras construcciones afines, situadas no sólo en la provincia de La Coruña y en los diferentes tramos del Camino que la atraviesan, sino también, en otros tramos y caminos situados en provincias vecinas, como podría ser el caso de Pontevedra y cuando menos, algunos detalles de la portada principal de la magnífica catedral de Tui, en gran medida influenciadas por las brillantes aportaciones realizadas en la catedral compostelana.

De orígenes benedictinos y dependiente, como tantos otros, del monasterio de San Payo de Antealtares, San Xulián –o San Xián, como también se le conoce-, tuvo, entre los altibajos de su longeva historia, el apoyo y el beneficio de reyes como Alfonso VII. No obstante pasando por alto el detalle de las numerosas modificaciones realizadas a lo largo de los siglos, que han ido afectando a su forma original de manera desigual, el conjunto sigue conservando buena parte de esa magnética influencia geométrica que no sólo juega con la magia de las proporciones, sino que también llama la atención hacia el fascinante mundo simbólico de los números, que tanta importancia tenía para los constructores medievales. De tal manera, que tanto en su portada oeste o principal, como en su portada secundaria o sur, la implicación numerológica parece determinar un papel fundamental y subliminal dentro del mensaje general. Si tenemos esto en cuenta, veremos que las tres arquivoltas de la portada principal contienen, respectivamente, 26, 15 y 14 personajes. Cantidades que, sumadas, nos ofrecen un número interesante: 55. Número que, sumado a su vez, nos da como resultado la Unidad; es decir, los orígenes del Todo: Dios. Como base de apoyo, cuentan, a la vez, con seis estatuas-columna o atlantes, distribuidas en número de tres a cada lado, detalle que, como se ha dicho, sigue los patrones compostelanos y entre cuyos sacros personajes, parece observarse, también, una referencia a los denominados santos gemelos –Protasio-Gervasio, Justo-Pastor, etc-, incluyendo detalles como el personaje que se apoya en un báculo con forma de tau o ese curioso personajillo que se atusa con gesto irónico su doble barba. Relevante, así mismo, es la composición de los personajes de las arquivoltas superiores, porque si bien aquellos que se localizan en la segunda y la tercera arquivolta dan la impresión de estar sentados en una mesa, la parte inferior de la primera arquivolta representa un motivo acuático, quizás las aguas primordiales o, con más concreción en el tema, una alusión al pecado original y su remisión por las aguas del bautismo. Aparte de las referencias vegetales o foliáceas que abundan tanto en los capiteles exteriores como en los capiteles del interior, también es reseñable la presencia de esas pequeñas cabecitas que surgen de la floresta, en más o menos clara alusión a los dioses de la naturaleza de la antigua religión del mundo celta.



Más encaminada a la polémica resulta, probablemente, la singular portada situada en el lado sur, cuyo tímpano muestra lo que parece ser una representación de la Santa Cena, bajo una perspectiva muy particular del artista, hasta tal punto, que muestra una mesa en la que están sentados un significativo número de comensales: ocho. El personaje central, evidentemente, es Cristo; a su izquierda, según nos situamos de frente –teóricamente, estaría situado a la derecha-, un personaje más pequeño que el resto hace alusión, sin duda, al discípulo amado. Un discípulo al que señalan los demás, evidenciando la importancia que éste tenía para el Maestro. Ahora bien, y aquí se podría meter el dedo en la llaga, el discípulo amado ¿era en realidad el joven Juan, o por el contrario, como señalan los evangelios apócrifos, se trataba de la Magdalena?. Si tal fuera el caso, e hipotéticamente hablando, por supuesto, se podría considerar que el artista podría haber querido aludir no a la Santa o Última Cena, sino a la propia boda de Caná -¿la boda de Cristo?-, una de cuyas supuestas hidrias del milagro de la conversión del agua en vino, como se vio en su momento, se localiza en el interior de la iglesia de SantaMaría de Cambre.

Posiblemente, donde más resulten esas alteraciones realizadas en el edificio original, sea en su ábside o cabecera. Da la impresión de que el tramo central y cuadrado que se aprecia en la actualidad, sustituye al ábside principal, semicircular, al que acompañaban dos pequeños absidiolos -las respectivas capillas de la Epístola y del Evangelio-, que todavía se conservan. Hay un pequeño cementerio adosado al lado norte, y en la pequeña pradera, no muy lejos de un crucero y un altarcillo de piedra, se observan algunos sepulcros de piedra, así como sus respectivas losas desparramadas por el suelo que, en mejor o en peor estado de conservación, muestran, en algunas de ellas, un detalle significativo: la espada que solía representar a los caballeros cuya sepultura cubrían.

lunes, 5 de enero de 2015

Santiago de Sigrás


Muy cercano a Cambre y dentro también del denominado Camino Inglés, se localiza el templo de Santiago de Sigrás. Un templo que, por sus características -cabecera cuadrada y posiblemente ampliada y nave rectangular-, bien pudo tener unos orígenes netamente prerrománicos, que habría que remontar a los años posteriores a la Inventio o descubrimiento de los restos del Apóstol en Compostela. Aunque basta un breve vistazo para consignar la evidencia de las numerosas modificaciones que han ido alterando su primitivo aspecto a lo largo del tiempo, no dejan de ser interesantes, sin embargo, algunos originales de la época de su construcción, que todavía contiene, así como constatar, que fue también hospital de peregrinos. Muy básicos, la mayoría lisos y bastante desgastados por la acción del tiempo y la erosión, todavía conserva varias filas de canecillos en sus muros laterales. En la parte oeste, como viene a ser una característica que se observa en numerosos templos de Galicia, se le añadió la espadaña en siglos posteriores, además de una puerta, que en la actualidad hace las funciones de entrada principal al templo. A este respecto, cuenta con otra puerta, probablemente la puerta de acceso principal en sus orígenes, situada en el lado sur. Se trata de una puerta estrecha y de dimensiones reducidas, de tímpano y capiteles lisos, pegada a uno de los robustos contrafuertes. En la parte superior del tímpano, no obstante, destaca, como añadido en época indeterminada, una curiosa cruz blanca, de tipo céltico a la que el círculo central convierte, sin embargo, en una perfecta cruz paté. Por encima de ella, se observa, así mismo, otro detalle interesante, que también denota su antigüedad: los pequeños ventanales con forma de aspillera, que como función secundaria, en ocasiones se utilizaban como medio de defensa.

De su interior, y bastante mejor conservados, son reseñables los capiteles de la cabecera que, aunque austeros, muestran la habilidad del cantero -tal vez de origen mozárabe o mudéjar-, en el arte de labrar motivos foliáceos o vegetales. Los escudos que se observan en la parte superior de los laterales, indican, así mismo, la influencia de las antiguas familias nobiliarias de la zona, como los Queo, los Basadre, los Loriga y los Labora. Cuenta, además, con una notable imaginería santoral, como la magnífica reproducción del Apóstol Santiago Peregrino que, situada dentro de un curioso templete de aspecto greco-latino, domina la cabecera, por detrás del altar; más pequeñas, y a ambos laterales, las imágenes de San Pedro y San Pedro. La cúpula de la nave, contiene unas pinturas modernas, representativas de la Sagrada Trinidad -se observa que la bola del mundo que hay entre las figuras del Padre y del Hijo, ya está dividida en cuatro partes, con el descubrimiento del continente americano-, idealizada entre nubes y coros de ángeles. Otra de las figuras destacables, es la del singular y popular San Roque, en cuya túnica se advierten dos vieiras y uno de cuyos dedos se dirige hacia la herida situada, al contrario que la mayoría de representaciones similares, en el muslo izquierdo.

Cierran el conjunto artístico del lugar, el edificio de época situado enfrente de la iglesia -probablemente el hospital de peregrinos al que se aludía al principio-, un magnífico crucero de piedra y el detalle de la hermosa cruz de los caballeros de Santiago que se aprecia en el pequeño ventanal situado sobre la actual puerta de acceso al templo.