Ávila: iglesia-museo de Santo Tomé
S iguiendo el hilo de Ariadna de las interesantes divagaciones de Unamuno, cuando hablaba de Ávila y de esas metáforicas y dulces huertas interiores de una tierra grave y tan llena de hueso y roca , no se me ocurre mejor comienzo, que repasar en parte su interesante románico, visitando, en primer lugar, ese mustio almacén de sueños olvidados en el que se ha convertido, cuando menos uno de sus templos venido a menos: la iglesia de Santo Tomé. Almacén visitable del Museo de Ávila -como reza el cartel situado en la verja de entrada principal, orientada a poniente, de frente a la calle de los Leales y dominando, de hecho, buena parte de la pequeña plaza de Nalvillos-, atravesar esa portada, presumiblemente del siglo XII y ferozmente custodiada por las arpías y los grifos de sus capiteles, invita, no obstante salvando cualquier resquicio de temor, a embarcarse en un pequeño viaje en el tiempo, remontándose imaginariamente tanto siglos hacia atrás como siglos hacia adelante, según indica