jueves, 12 de marzo de 2015

Románico de Pontevedra


Situada en el suroeste de Galicia y manteniendo frontera natural con las otras tres provincias hermanas de La Coruña, Orense y Lugo, Pontevedra y su territorio se podrían definir, al menos poéticamente hablando, como esa Moura hechizadora que va deslumbrando al viajero a medida que éste, humilde o atrevido, galán o villano va introduciéndose en sus innumerables encantos. Mirando incansablemente hacia esa bravío Océano Atlántico, pero sin olvidar un solo momento sus profundas raíces terrenales, Historia, Arte y Misterio ofrecen un suculento menú, en el que juegan también un papel fundamental los maravillosos entornos en los que se desenvuelven. Desde el insondable abismo temporal de las antiquísimas exposiciones gráficas de los petroglifos -como los de Mogor-, hasta la cúspide expresionista de las grandes catedrales -Tui- o el encanto legendario de los grandes monasterios -Poio y Armenteira-, se propone, a partir de la presente entrada, un breve paseo por la expresividad histórico-artística de Pontevedra, en un viaje no exento, espero, de magia y lugares por descubrir.


lunes, 9 de marzo de 2015

La catedral de Santiago: meta de peregrinos


Sin duda, ya no lo es, pero cuando se inventó –o mejor dicho, cuando se reinventó el Camino, pues éstos y las peregrinaciones son tan antiguas como el mundo-, Santiago y su catedral suponían la meta de un viaje muy especial; un viaje peligroso, pero también fantástico y trascendental, cuyas vicisitudes volvían a poner en marcha el espíritu de un Occidente alto medieval que todavía se estremecía en las tinieblas posteriores a la caída del Imperio Romano, el avance incontenible de la caballería musulmana y el pavor irrefrenable hacia un holocausto mundial o fin del mundo, que agoreramente se vaticinaba con la proximidad de la llegada del fin del milenio. Por tierra, generalmente, pero también a través de ese mar –tenebroso, para la mentalidad supersticiosa de las gentes de la época, pero maestro, comparativamente hablando, cuyas olas depositaban en las playas y costas parte de un Conocimiento que no tardaría en convertirse en leyenda y culto, incluida la maravillosa arribada de los propios restos del Apóstol en una barca de piedra-, para conseguir, con su presencia y devoción, encender una tercera hoguera, que no tardaría en convertirse en una de las Luces más importantes de la Cristiandad, junto con las de Roma y Jerusalén.

Pero Compostela y su catedral son, desde luego, mucho más que un simple y frío estudio referido a unos ámbitos estilísticos, estadísticos y artísticos, que se han ido nutriendo y ampliando a lo largo del tiempo como un enorme y monumental mecano. Nada queda, por ejemplo, de aquélla primera iglesia mandada construir por el también primer peregrino histórico conocido –el Rey Casto, Alfonso II-, apenas conocida la noticia del descubrimiento de los sagrados restos. Poco o nada sabemos de los principales arquitectos que intervinieron en la edificación de los cimientos que vemos ahora, salvo que ese magistral Maestro Mateo, al que todo el mundo hace referencia en la actualidad, estuvo considerado, hasta tiempos relativamente recientes, como un oscuro arquitecto de la Corte del rey Fernando II de León; o que otro de los grandes maestros que intervinieron, el Maestro Esteban, es más conocido por haber intervenido en la ejecución de la catedral de Pamplona, que por la Puerta de Platerías de la catedral compostelana que se le atribuye, no siendo ni siquiera mencionado por Aymeric Picaud en su famoso Codex Calistino. Un Camino y una Historia que, un milenio después, vuelve a despertar pasiones y la atención de miles de peregrinos que avanzan penosamente hacia ese primitivo Campus Stellae siguiendo el rumbo marcado por las estrellas.

Hablar de Compostela y de su catedral, dedicada a la controvertida figura del Apóstol Santiago, el Hijo del Trueno –como Thor, ese combativo dios nórdico que adoraban los mismos normandos y vikingos que asolaban continuamente los litorales gallegos-, es hablar, por defecto, de Historia y de Espíritu; de personajes y misterios; de crónicas y leyendas; de milagros y batallas; de devoción y picaresca; del culto a los viejos lares de los caminos; del Finis Terrae, ampliando el antiguo recorrido de los celtas y otros pueblos de la Antigüedad. En definitiva: de un Camino de aprendizaje y sufrimiento. Pero por encima de todo, de un Camino de Fe.

No podía haber mejor colofón para este breve, pero espero que interesante viaje por parte del románico y la historia de una de las más singulares comunidades gallegas, como es La Coruña.