lunes, 27 de diciembre de 2010
Revilla de Collazos, Palencia: iglesia de San Andrés
jueves, 16 de diciembre de 2010
Villanueva de la Torre, Palencia: iglesia de Santa Marina
lunes, 13 de diciembre de 2010
Lomilla, Palencia: iglesia de San Esteban
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Moarves de Ojeda, Palencia: iglesia de San Juan Bautista
La dualidad, esa ley inalterable que hace posible un equilibrio necesario para la existencia, se ve igualmente reflejada en un curioso, extraño capitel, que muestra dos guerreros -por no decir, dos gemelos- en cuclillas, unidos, escudos al frente y espada en mano, motivo que obedece perfectamente, en mi opinión, al ideario templario, entre otros. Aunque ahora bien, a este respecto, ni afirmo ni niego nada, pero sí quiero recalcar que autores como Juan García Atienza (2) ya comentaban la posible autoría templaria -y digo posible, porque como en tantos otros casos, la tradición así la supone- de la iglesia de Santiago, en Carrión de los Condes. Y parece evidente, que existe cierta relación entre ambos templos. Dicha relación, posiblemente se haga más patente en el interior, cuando se aprecian dos magníficos ejemplares de Vírgenes -probablemente góticas, de los siglos XIII ó XIV- denominadas de la Encina y de las Tormentas (3), denominaciones que, al menos en el primer caso, sí podrían sugerir, así mismo, dicha relación.
jueves, 2 de diciembre de 2010
Montoto de Ojeda, Palencia: iglesia de San Esteban
lunes, 29 de noviembre de 2010
Vallespinoso de Aguilar, Palencia: iglesia de Santa Cecilia
lunes, 22 de noviembre de 2010
Palencia: Santa Eufemia de Cozuelos
(1) Julio César Izquierdo Pascua: 'Rutas del románico en la provincia de Palencia', Castilla Ediciones, 2001
(2) 'Santa Eufemia, titular de esta iglesia, substituye a la talla gótica del siglo XIII que fue pasto de las llamas el 18 de enero de 1982. Talló esta imagen el escultor José Rodríguez (Pepe de Arganda)'.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Palencia: Monasterio de Santa María la Real
(1) Referencia a la iglesia de San Juan Bautista, en Orejana.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Bolmir, Cantabria: iglesia de San Cipriano
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'Enigmas del tanta cristiano', Revista Año Cero, Año III, nº04
viernes, 22 de octubre de 2010
Villanueva de Nía, Cantabria: iglesia de San Juan Bautista
martes, 19 de octubre de 2010
Argomilla, Cantabria: iglesia de San Andrés
Tampoco el tiempo, cuando no los hombres, parecen haber sido genuinamente benignos, pues en su estructura se observan modificaciones que, con el correr de los siglos, han ido alterando su primigenia estructura. Como en el caso de Yermo, ésta iglesia de San Andrés se eleva sobre uno de los montes que dominan el pueblo; y aunque actualmente resulta imposible no ver la mano del hombre, restando cada vez más parcelas de monte para transformarlas en tierras de pasto y labrantío, observando lo que todavía sobrevive, bien pudiéramos imaginarnos el entorno tal y como era en la época en que se levantó la iglesia; un entorno indudablemente boscoso, salvaje y tan espeso como boca de lobo.
Esto no es óbice, en absoluto, para que, tanto iglesia como entorno, gozaran de cierta relevancia, como demuestran los sarcófagos de piedra que, a modo de piezas de museo, se conservan en una sala ajena al conjunto del templo; lugar y sarcófagos que, presumiblemente, pertenecían a la antigua abadía que se levantaba en el actual emplazamiento de la iglesia de San Andrés, y de la que apenas queda rastro.
Frente a ésta, se alza un antiguo palacete -ignoro, en realidad, si se trata del llamado Palacio de Ceballos o el Caballero- que, entre otras funciones, se utiliza para la guarda de aperos agrícolas y también como cuadra donde cobijar al ganado, vacas principalmente.
Dado que tampoco tuve ocasión de poder visitar el interior de la iglesia, continúo con mis impresiones de la misma, centrándolas en los motivos artisticos y culturales del exterior, como son las filas y motivos de sus canecillos.
Éstos podrían definirse, a grosso modo, y siguiendo una pequeña división de temática y contenido aparente, en:
- eróticos: grotescos y desproporcionados, en cuanto al tamaño y dimensión de los miembros viriles de hombres y animales, y también de cierta sutileza, como el ya citado e ilustrado con la fotografía número dos.
- crucíferos: no es el primer canecillo con una cruz que se observa en iglesias de la región. Al respecto, cabe destacar otro, más sencillo en su elaboración, que se halla por encima del pórtico principal de la iglesia de San Cipriano, en la también localidad cántabra de Bolmir.
- plantas, animales y monstruos, entre los que destaca aquél que muestra a una fiera, posiblemente un león, por su aspecto, devorando a un personaje que parece tener las manos atadas a un poste y que tal vez suponga una alegoría al martirio sufrido en Roma por los primeros cristianos, rememorando el mito de Daniel. Ese, al menos, podría ser su sentido exotérico, porque el león -si en realidad se trata de tal animal- en ocasiones representativo de la figura de Cristo, es también símbolo de Conocimiento y Sabiduría.
Aparte de éstos, y generalmente representando conceptos relacionados con la lujuria y el pecado, este templo de San Andrés nos ofrece, también, un curioso ejemplar de sirena que, según la opinión de Baruk (recomiendo leer su interesante aportación: 'Regeneración de un concepto: el canto de la syrenita románica) ofrece la peculiaridad, poco corriente, de estar contenida en el interior de una mandorla (ver comentarios).
Otra de las interesantes particularidades que se pueden observar en el exterior, es la presencia, aparentemente como marca cantera -sorprende, no obstante, la ausencia total o parcial de ellas- de un singular símbolo de maestría, elemento esencial en prácticamente todos los fundamentos de la denominada Geometría Sagrada y señal de reconocimiento entre hermandades compañeriles: la estrella de cinco puntas o pentalfa.
Estos son sólo algunos de los pequeños misterios que harán las delicias del investigador, quien, no obstante, podrá disfrutar también, en su visita, de un agradable entorno donde naturaleza y magia están estrechamente ligados, que no es otro que el que rodea tanto a la iglesia como a la población.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Yermo, Cantabria: iglesia de Santa María
Mucho se ha especulado acerca de los orígenes de este peculiar templo, cuyos antecedentes -al menos, los conocidos- se pueden situar en el siglo XII, según confirma una inscripción que se localiza en la jamba derecha del pórtico de entrada. Como ocurre con otros templos románicos localizados en Cantabria -valga como ejemplo más o menos relevante, la Colegiata de San Martín de Elines- algunos investigadores se plantean seriamente la posibilidad de que sus cimientos se asienten sobre un cenobio anterior.
Tal vez apoye la referida suposición, el detalle, por otra parte, interesante, de que en la fachada se pueden observar elementos ajenos, entre los que destacan una figura femenina -Santa Marina, según reza una inscripción- y una especie de dragón o león, representado en posición recostada con su cría entre las patas delanteras, hallándose situados debajo de las series de canecillos cuya temática, común a otros templos de la región, expone escenas eróticas; monstruos y animales fabulosos; demonios, torturando y cargando de cadenas a los condenados; escenas cinegéticas y repite -al contrario que en otros templos, que lo hacen en el interior- la representación de la lujuria en la figura de una mujer cuyos pechos son mordidos por serpientes.
No obstante, lo primero que llama la atención, por su originalidad y posiblemente también por el hecho de que, en mi opinión, no sea muy abundante como detalle decorativo en este tipo de elementos -recuerdo algo similar, aunque mucho más sencillo y de posibles orígenes prerománicos, en la iglesia parroquial de Puentedey, Burgos- es el motivo de la portada principal. Motivo al que hay que añadir -detalle más que suficiente para calificarla de auténtica rareza- el anverso de la referida portada; motivo que, aunque con algunas diferencias, se repite en el interior y que consiste en la alegórica lucha del caballero y el dragón o la serpiente.
La temática, por otra parte, resulta de un particular interés, pues, incluso más allá de un simple y probable enfrentamiento entre contrarios -la eterna lucha entre el Bien y el Mal, por poner el ejemplo más común- desarrolla, en mi opinión, un simbolismo mucho más complejo, que se pierde en míticos arquetipos asociados a numerosos pueblos y culturas precedentes.
Lejos del academicismo con el que oficialmente se pretende explicar las complejidades de un Arte basado en el Concepto y el Símbolo, equiparándolos, poco más o menos que de forma exclusivista a significandos de beatitud y pecado, de premio y castigo, el tema serpentario ocupa -u ocupó en el pasado- un importante y complejo lugar, dada su asociación con otro tipo de significandos más relacionados con la Tradición primordial, como el Saber y el Conocimiento; tema que, de hecho, han dejado de manifiesto en sus obras multitud de investigadores no heterodoxos, en cuanto a su filosofía y sus creencias religiosas.
Con relación al tema, y dentro de la epopeya épica española, la cuestión guarda una especial relevancia, por cuanto que a nuestro más universal caballero -al menos anterior a don Quijote- don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, se le reconoce un enfrentamiento con una serpiente monstruosa, Elpha, moradora de las entrañas de las ruinas de la ciudad troglodita de Tiermes o Termancia; enfrentamiento que, curiosamente, también se recuerda oralmente en Burgos, en el anexo a Basconcillos del Tozo, que conforma Barrio Pañizares. Salvo que aquí, según comenta Juan García Atienza (1) uno de los no heterodoxos a los que me refería anteriormente, el episodio cidiano es prácticamente idéntico a la mitológica historia de Perseo y Medusa. De hecho, a la pérfida serpiente se la representa en solitario, enorme y monstruosa, al menos en capiteles de dos lugares sin duda emblemáticos, como son la iglesia de San Miguel, en la localidad soriana de San Esteban de Gormaz y también en el monasterio cántabro de Santo Toribio, antiguamente, de San Martín de Turieno.
Otra curiosidad digna de mención, que hace referencia al interior de esta iglesia de Santa María de Yermo, elemento estrechamente ligado a la Tradición a la que hacíamos referencia, es la presencia de un enigmático Cristo del siglo XVI -ojo, califico con el adjetivo de enigmático, por cuanto a que no se conoce absolutamente nada acerca de su origen, su autor y su historia- en cuya cruz, de las llamadas de gajos, se recuerda no sólo el objeto de martirio que, con el tiempo, terminó convirtiéndose en el emblema del Cristianismo, sino también a otro elemento de importante trascendencia: el Árbol de la Vida. Árbol surgido del cráneo de Adán y de cuya madera se hizo la cruz utilizada para ajusticiar a Cristo. Conceptos, Símbolos y Ciclos que, de naturaleza universal, constituyen, sin embargo, una constante dentro de lo que podríamos definir como el expresionismo románico.
Dentro de este expresionismo, y continuando con otra de las curiosidades que esta iglesia nos reserva en su interior, se puede comentar, dado que no es muy frecuente obervarlo como motivo capitelino, una mandorla cuyo interior muestra la figura de Cristo, en cuya mano izquierda muestra un libro abierto -presumiblemente la Biblia- haciendo el gesto de bendición con la derecha. A ambos lados de la mandorla, varias figuras sugieren la posibilidad de los apóstoles; o quizás, rizando el rizo interpretativo, y acudiendo a un sentido más amplio del simbolismo, la representación del buen pastor y su rebaño, que no sería otro que los fieles.
Santa María de Yermo: un templo por descubrir.
(1) Juan García Atienza: 'Los santos imposibles', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1989, página 74.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Castañeda, Cantabria: Colegiata de Santa Cruz
domingo, 3 de octubre de 2010
Cervatos, Cantabria: Colegiata de San Pedro
La clave del erotismo de San Pedro de Cervatos podría estar, entonces, directamente relacionada con estos ritos de la fertilidad, sin necesidad de buscar otras complicadas interpretaciones de origen tántrico oriental, que tanto se manejan en algunos círculos. La prueba de ello, quizás la encontremos en numerosas otras iglesias y colegiatas de la región -como Bolmir, Yermo o Argomilla, por citar algunas- cuyo erotismo no es, bajo mi punto de vista, inferior.
Pero si obviamos, o mejor dicho, dejamos en un segundo plano la erótica canecística, veremos que en este monumental templo de Cervatos -una pasada, como acertadamente dijo una amiga, cuya voz, anónima por respeto, se puede escuchar en el segundo vídeo que acompaña a esta entrada- hay otras claves, otros detalles de interés, que enlazan, en mayor o menor medida, con la posible presencia de una orden militar maldita -el Temple- y con un no menos complicado y fascinante tema: el de los canteros medievales y sus posibles rutas de influencia. Porque, continuando con lo que comentábamos al respecto en la entrada relativa a la Colegiata de San Martín de Elines, aquí, en San Pedro, volvemos a presentir la presencia, si no de ese misterioso magister Dom Michael, sí al menos de su escuela. Esto se hace evidente, comparativamente hablando, en las figuras de algunos de los capiteles interiores que conforman los arcosolios absidiales que rodean al altar. La sospecha surge, casi por sí sola, en la forma de las figuras, y sobre todo, en esa particular labra y disposición se las serpientes, tan familiares a las que podemos encontrar en San Martín de Elines y en tierras de Segovia, como en el interior del Priorato de San Frutos.
El elemento serpentario, parece ser una constante en el trabajo de este magister, o bien una continuación, con la misma técnica de enroscamiento, continuada idealmente por su escuela. Ideal o simbolismo, por otra parte, que podría indicar no sólo una alusión al Conocimiento, asociado generalmente a la figura de la serpiente, sino también una posible alusión a esas wouivres galas, que no serían, si no, esas corrientes telúricas que se desarrollan en el interior de la tierra y que, supuestamente, ejercen una serie de influencias determinadas, conocidas desde la más remota antigüedad.
Las figuras humanas -sobre todo aquella en particular que parece mostrar al propio magister, en el capitel de San Frutos y posiblemente a San Pedro, en este capitel de Cervatos- aunque familiares, también difieren, no obstante, en un detalle principal: los ojos. Lejos de parecer una circunstancia casual, parecen haber sufrido una evolución del círculo original al óvalo, comparable a aquellos otros atribuídos al denominado maestro de Agüero y de San Juan de la Peña, en una disposición que en opinión de algunos investigadores, como Juan García Atienza, denota o implica un concepto de trascendencia.
Trascendencia y atención requiere, también, la observación de otro de los capiteles interiores del ábside -y retornamos al mito serpentario- que representa la lucha de San Jorge/San Miguel con una monstruosa serpiente/dragón enroscada. Motivo que se presta a una especial relevancia en la temática -tanto externa como interna- de la portada de la iglesia de Santa María, en la relativamente cercana población de Yermo, y que constituye, en mi opinión, una auténtica rareza. Así mismo, se aprecia una gran calidad en la labra relativa a otras temáticas interiores, como pueden ser los motivos vegetales, los entrelazados célticos, y sobre todo, las aves, generalmente afrontadas y unidas por la cabeza; motivo de dualidad, tanto en lo referida a aves como a otro tipo de animales, bastante común, no obstante, a numerosas iglesias cántabras y palentinas, como tuve ocasión de comprobar este verano.
Con respecto a la posible conexión de la Orden del Temple, honestamente, no hay motivos suficientes para suponerlo, si exceptuamos la presencia de al menos, cuatro cruces del tipo paté: dos, grandes y bien visibles en los medallones de las nervaduras, y otras dos, muchisimo más pequeñas, situadas junto a otros motivos decorativos de probable reminiscencia céltica, que se localizan en uno de los capiteles situados junto al coro.