Visto en la actualidad, posiblemente
no sea el más espectacular de los templos románicos cuya planta, más o menos
intacta, sobreviven en la capital salmantina, no obstante si por
espectacularidad, consideramos un exceso de escultura y ornamentación, y por
consiguiente su simbolismo asociado; pero cuando menos, conserva intacto el
honor de figurar en las doradas páginas de la Historia, como la iglesia decana
de la ciudad. Es decir, la más antigua, independientemente de que algunas
otras, también se levantaran en esa misma y floreciente época: el siglo XII.
Otra de sus peculiaridades, como ya podemos haber supuesto por su advocación,
Santo Tomás Cantuariense o de Canterbury, reside, teóricamente, en el origen inglés
de sus constructores. Un origen, después de todo, que junto con el normando, parece
acorde con los movimientos de la Reconquista y cuya presencia volveremos a
encontrar en lugares como Ávila o Cuenca, en ésta última, magistralmente
presente en su imponente catedral, dedicada a la figura de Santa María de
Gracia.
Situada en las proximidades de la iglesia de los dominicos y la de
Calatrava -en la actualidad, reconvertida en Seminario Diocesano-, la iglesia
de Santo Tomás –obviaremos, de aquí en adelante, lo de Cantuariense o de
Canterbury-, conserva, no obstante, algunos curiosos elementos, sobre los que
merece la pena recalar, siquiera echando un vistazo superficial. Como en el
caso de los templos de San Marcos y de San Juan de Barbalos, que veremos en
futuras entradas, una de sus peculiaridades, es que todavía conserva, en sus
sillares, numerosas marcas de cantería, si bien no tan interesantes y con tanta
profusión como se constata, por ejemplo, en la iglesia de planta circular de
San Marcos.
Llaman la atención, por otra parte, la situación de los
contrafuertes, en la nave y cercanos al ábside, con la inclusión de pequeños
ventanales ciegos, tipo arcosolios, en cuya parte superior –al menos en el lado
norte- destaca un atractivo motivo solar o polisquélico, en cuya parte central,
como si fuera el eje de una rueda, comparativamente hablando, se localiza una
estrella de seis puntas. Austeros y de carácter foliáceo son, sin embargo, los
motivos de los pequeños capiteles. Similar diseño, encontramos también en el
lado, a la misma altura, aunque con la inclusión, por encima del motivo
principal, de una rueda, tipo rosetón o primitivo crismón. Los ventanales
centrales, tanto del ábside principal como de los absidiolos, tienen forma de
saetera. Precisamente, en el lado sur del ábside principal, se localiza otro
arcosolio ciego, de cuyo motivo central, probablemente de carácter polisquélico
también, surge una cabeza que, pudiera darse el caso, hubiera sido reutilizada
y colocada con posterioridad.
Variado, además, es el tema de los canecillos que
decoran la parte superior de los elementos de la cabecera, constatándose en su
escultura, temáticas variadas aunque tradicionales, en las que se aprecian
motivos foliáceos, rollos de pergamino, cabezas y personajes humanos, formas
zoomórficas y criaturas mitológicas, como las arpías. Conserva la portada sur,
cuyos capiteles mantienen esa austeridad que caracteriza generalmente a los
motivos de índole vegetal, y en cuyos sillares, pueden apreciarse las numerosas
marcas dejadas por los canteros, entiendo que siguiendo la costumbre de afilar
sus instrumentos de trabajo. Comentar, por último, que los canecillos –siete en
total-, que se observan por encima de la portada, vuelven a mostrar los rollos
de pergamino como motivo principal, a excepción del central, en el que se
aprecia un pequeño instrumento musical, tipo barril.