Ante tal y a priori desconcertante perspectiva, quizá no sea una cuestión baladí, plantearse ésta persistencia erótica en el románico de la región, desde el punto de vista sugerido por el extraordinario investigador Rafael Alarcón cuando, allá por los primeros años de la década de los noventa, y en un no menos extraordinario artículo para la revista Año Cero (1) comentaba que la Edad Media no sólo vivía rodeada de símbolos, sino que vivía en símbolos.
La simbología, aparte de su universalidad, constituye, también, un mundo propio que interactúa desde la perspectiva personal de los seres que se sumerjen y moran en él. De manera, que no debe extrañarnos que una dificultad añadida a su interpretación, sea aquella que, referida al ámbito de los canteros, tenga en cuenta el estado de ánimo de éstos y cómo dicho estado influyó a la hora de cincelar y dar forma al mensaje en la piedra. ¿Cómo interpretar, o mejor dicho juzgar, entonces, ésta mencionada persistencia del mito erótico en los templos cristianos?. Y sobre todo, ¿por qué resulta tan decisivamente destacable en el románico cántabro?. ¿Hemos de basarlo todo, en una mera influencia de índole mozárabe o mudéjar, portadora de una corriente de pensamiento más permisiva en relación al sexo, o hemos de pensar, también, en una más que posible pervivencia de cultos de fertilidad, cuya arraigambre entre el pueblo fue incapaz de erradicar del todo la religión dominante?.
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'Enigmas del tanta cristiano', Revista Año Cero, Año III, nº04
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'Enigmas del tanta cristiano', Revista Año Cero, Año III, nº04