jueves, 12 de diciembre de 2013

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo


Creo que el Románico era un Arte que utilizaba, como principal medio de expresión, el Lenguaje del Alma. Desde esa perspectiva, metafísica y anímica, creo también que ha llegado el momento de disfrutar del asueto propio de las fechas navideñas en las que cada vez estamos más inmersos y seguir cumpliendo, un año más, con esa tradición que, si bien no se puede considerar como románica, sí al menos se le emparenta, cuando hablando, así mismo, con el Lenguaje del Alma, se desea no sólo unas felices fiestas, sino también la mejor de las suertes del mundo para el nuevo año que llama a la puerta.
Dicho esto, tan sólo me resta desearos, desde lo más profundo del alma...
¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo 2014!

martes, 26 de noviembre de 2013

Frómista, una fábrica de sueños: San Martín de Noche


Situada en plena Tierra de Campos, o lo que es lo mismo, en esas llanuras que se extienden hasta el infinito en pleno corazón de Castilla, la población palentina de Frómista constituye uno de los bastiones principales del Antiguo Camino Francés a Santiago de Compostela. Aún así, y a pesar de ser una ciudad relativamente pequeña, donde a veces se tiene la incierta sensación de que el tiempo se ha detenido en algún impreciso momento de su medieval historia, su posición estratégica, no obstante, hace de Frómista y su entorno un oasis imprescindible para todo aquel que, sediento de perfección y ávido de geometría sagrada, emprenda recorrido por este duro pero imprescindible tramo del Camino de las Estrellas. El ejemplo más espectacular, y de hecho, aquel que viene a ser considerado unánimemente como el modelo de modelos, es la iglesia de San Martín, independientemente de que el mensaje original haya sido alterado, en gran medida, por la intolerancia del propio estamento eclesiástico y también por las sucesivas remodelaciones. Y aún así, qué duda cabe, no deja de ser todo un espectáculo contemplar este magnífico templo, sobre todo a la luz de la luna, como un lucero del alba anclado en la tierra que sueña con retornar a su lugar entre las estrellas. Porque de eso se trata también: de contemplar estas antiguas maravillas como si fueran estrellas en realidad y dejarse embriagar por la magia de su mesura, de su medida, de su proporción y de su equilibrio, requisitos todos, cuando menos imprescindibles en toda creación artística que tienda a la perfección.

domingo, 24 de noviembre de 2013

La Ruta de los Salvadores pasa por Fuentes


Obviando para mejor ocasión, los interesantes templos de Valdebárcena y el Valle de Boides y de regreso a las afueras del casco urbano de Villaviciosa, apenas a unos dos kilómetros pasado el cementerio, encontraremos, a nuestra derecha, un estrecho caminillo que en apenas cuarenta metros de pronunciado descenso, nos dejará frente al pequeño prado donde se levanta la iglesia de San Salvador de Fuentes, consagrada por Adeganeo, obispo de Oviedo, en el año 1023. Si bien es cierto que muy modificada en la actualidad, su ábside rectangular, así como las dos hileras de canecillos que conserva en los lados norte y sur de éste, ya nos ponen en antecedentes de que fue levantada en un periodo de transición, que se iba alejando de las excelencias del antiguo Arte Asturiano o prerrománico, adaptándose a las nuevas circunstancias de un románico que, aunque primitivo al principio, comenzaba a asentarse cada vez con mayor fuerza y belleza en el reino de Asturias. La temática de los canecillos, si bien simple en su ejecución, no dejan de ser interesantes, pues nos ponen en contacto con una serie de símbolos bastante persistentes en la mentalidad popular de la época. En ellos, pues, veremos la presencia del buey o la vaca, característicos de la región, cuya visión es más que posible que se fuera extendiendo a otros lugares de la Península, a medida que avanzaba la Reconquista. Junto a éste, figuran algunos otros canecillos de interesante simbología añadida, como el antropófago, que bien pudiera hacer referencia a Saturno, o al Padre Cronos; es decir, al Tiempo devorando a sus hijos, una ornamentación destinada a hacernos ver la fugacidad de la propia existencia, donde la vida, después de todo, no es más que vanidad y humo, como no se cansarían de proclamar los poetas de todas las generaciones. Temática simbólica, que posteriormente sería asumida en muchos templos asturianos, en los que era frecuente encontrarse con una calavera -situada, generalmente, a la entrada del templo, junto a la benditera- acompañada de pequeños textos que, a grosso modo, venían a meter en cintura al fiel, con alegatos como tú también serás como yo, si bien es cierto, que con la presencia de estas calaveras, también se recordaba la antigua costumbre celta de cortar las cabezas de sus enemigos y encajarlas en los umbrales de sus hogares, evitando con ello que éstos se reencarnaran para volver a combatirles y de paso, protegiéndose de la venganza de sus espíritus. Uno de los casos más relevantes, posiblemente sea el de San Vicente de Serrapio, en el concejo de Aller, donde se localizaron tres calaveras humanas encajadas en la pared por encima de una pequeña benditera. Otro elemento similar, y que de alguna manera recoge parte de ese mundo mitológico astur, es la presencia del terrible cuélebre, serpiente monstruosa o dragón, en el interior de cuyas fauces se observa una cabeza humana, cuyo significado se podría afrontar de muchas maneras, dejando, como elemento de meditación para el lector, el detalle de que no siempre las cosas son lo que parece, sobre todo si se observa el rostro tranquilo del personaje en cuestión y se tiene en cuenta que, independientemente de la identificación con el Diablo y el pecado, la serpiente siempre ha sido un símbolo de sabiduría y conocimiento.
Dada su situación, en lo que justamente denominó Víctor Guerra -vecino de Villaviciosa y buen conocedor de la Asturias mágica- la Ruta de los Salvadores, conformada por templos que se situaban estratégicamente en el camino que seguían los peregrinos hasta Oviedo, no deja de llamar la atención la existencia de un altar exterior, que si bien pudo haber sido utilizado en tiempos para la bendición de los animales, también es plausible pensar en él, como el lugar -mágico, volvemos a repetir, dentro de las características que se localizan en esa mencionada Ruta de los Salvadores- donde en tiempos se elevara algún ara donde los antiguos celtas realizaran sacrificios y libaciones a sus dioses.


jueves, 24 de octubre de 2013

Un Santuario astur: Santa María de Lugás


Hemos de situar la iglesia de Santa María de Lugás -o de Llugás, como es más conocida, atendiendo a su nomenclatura original en lengua bable-, a escasos siete u ocho kilómetros de distancia de Amandi y el bullicioso casco urbano de Villaviciosa. Enclavada en lo más alto del monte, en un lugar desde el que se tiene una magnífica panorámica de los pueblecitos de alrededor, como La Pedrera, cuesta creer, no obstante y atendiendo a la fama, que esté considerada como el Segundo Santuario Mariano de Asturias, por detrás de Covadonga y delante de otros, tan antiguos, tradicionales y por qué no decirlo, célebres, como pueden ser los de la Virgen de Alba y la Virgen del Acebo. Como suele ocurrir, cuando se habla de edificaciones románicas en Asturias, la iglesia de Lugás, aunque fue ampliada y reformada casi por completo en el siglo XVII -en gran medida, debido a una sorprendente eclosión surgida a raíz de las peregrinaciones, aunque no esté propiamente dicho en Camino de Santiago-, debe parte de su primitiva fábrica, a finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, cuando fue levantada sobre una construcción prerrománica, detalle que no debería sorprendernos, si nos atenemos a la gran proliferación que hay en Asturias de templos con tales características (1). Y como en numerosos casos, aunque no queden vestigios manifiestos que puedan validarlo, se sospecha que ésta se levantaba, así mismo, sobre un castro anterior (2). La Historia, pues, se repite, y como ya demostrara Heinrich Schliemann con Troya, se superpone en estratos de diferente periodo y dimensión, atendiendo siempre a los requerimientos de los vencedores sobre los vencidos.
La imagen virginal románica del siglo XIII, fue salvada de las llamas durante la Guerra Civil, por una paisana -Elvira Canellada-, y posiblemente, dada la singular influencia de atracción que ejerce el lugar, responda al arquetipo básico de Virgen Negra, incluido el reclamo situado en la casa rectoral que, aunque moderno, no deja de ser genuinamente interesante -Peregrino, bienvenido a la casa de tu Madre-, incluyéndose el hecho, vuelvo a repetir, de que la ancestral devoción de las gentes por este lugar y el desvío de los peregrinos, así parece indicarlo.
Sea como sea, lo que es cierto es que, de similar manera a como se vio en el templo de San Juan de Amandi, del probable origen normando de los canteros que intervinieron en la fase inicial de la construcción, da cumplida cuenta la portada sur, donde nos volvemos a encontrar con el detalle de las peculiares aves enroscadas en su arquivolta principal, así como el complemento estético de los rodillos. También la portada situada al oeste, ofrece algunas curiosas singularidades. Todas las representaciones, excepto una, son de índole vegetal y en su ejecución, denotan una habilidad y maestría realmente meritorias. Por el contrario, el capitel que muestra a un ser humano entre leones -aparentemente, Daniel- denota una ejecución mucho más tosca, como si bien hubiera sido hecho por unas manos diferentes o bien, es tan sólo una sugerencia, el cantero tuviera un origen mudéjar y siguiera la tradición islámica referente a las imágenes. Algo varían los motivos de los canecillos de esta portada, donde, además de algunos motivos vegetales, se ve un felino y una cabeza monstruosa, un motivo geométrico dentado, así como otro que, por sus características, simula la forma de un árbol tremendamente simbólico, la palmera, motivo que puede localizarse también en alguna otra portada del concejo, como sería, por poner un ejemplo, la iglesia de Santa Eulalia de Selorio, al otro lado de la ría y muy cerca de una auténtica maravilla prerrománica, como es la iglesia de San Salvador de Priesca.

 
(1) Un inmejorable ejemplo de ello, sería el caso de la iglesia de San Pedro, en Arrojo, donde muy acertadamente se han dejado al descubierto los primitivos cimientos, salvaguardados por un entarimado con cristalera, donde se ven dichos orígenes prerrománicos así como huesos humanos de las personas que en época indeterminada fueron allí enterradas, junto a la cabecera.
(2) Uno de los ejemplos más relevantes, sería la iglesia de San Vicente de Serrapio, en el concejo de Aller, levantada sobre los cimientos de un templo romano dedicado a Júpiter que, a su vez, se levantaba sobre un templo de origen celta.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La magia simbólica de San Juan de Amandi


Si de mensajes y detalles comentábamos algunos de los pormenores de la iglesia de Santa María de la Oliva, apenas un insignificante kilómetro de distancia, nos supondrá un agradable paseo para introducirnos en otro de los templos más extraños y significativos de este ancestral Concejo de Maliayo: San Juan de Amandi. Un nombre, este de Amandi, sobre el que ya hubo algunas especulaciones en el pasado (1), acerca de su parecido fonético con el Amenti egipcio, y que, situado como éste, también hacia el Oeste, nos señalaría, curiosamente, hacia ese camino vital, marcado por las estrellas de la Osa Mayor, que ya recorrían pretéritas civilizaciones y culturas, mucho antes de que la legendaria barca de piedra que transportaba los restos del Apóstol Santiago arribara a las costas de Padrón, dando origen a ese auténtico fenómeno cultural conocido como Camino de Santiago. Como curiosidad, añadiré que existe otro pueblo llamado Amandi, en plena Rovoyra Sacrata lucense –de ahí, posiblemente, el que sea también nombre de uno de los vinos más reconocidos de la región, junto con el ribeiro y el albariño, como comenta el fallecido Padre don Elías Valiña (2)-, situado a escasos dos o como mucho tres kilómetros de distancia de un interesante monasterio, como es el de San Vicente de Pombeiro y a unos veinte kilómetros, aproximadamente, de otro cenobio no menos fascinante, de origen suevo, o visigodo, para más señas, como es el de San Vicente de Atán. Posiblemente, uno de los misterios más fascinantes que nos aguardan en este templo de San Juan, sea esa confusión en cuanto a las fechas, que trae de cabeza a los investigadores, y que en algún caso, lo situarían en periodos prerrománicos, que nos conectarían con una Protohistoria de vértigo, pero que también podría indicarnos la posibilidad de que los sillares de la actual iglesia románica se eleven sobre otros mucho más antiguos, que a su vez se elevaron sobre un templo pagano anterior. No sería extraña tal situación, si nos atenemos, como ejemplo relevante, a otro espectacular conjunto sacro asturiano, como es la iglesia de San Vicente de Serrapio, en el Concejo de Aller, que cuenta entre sus antecedentes históricos, con un templo celta sobre el que posteriormente los conquistadores romanos elevaron otro templo en honor a Júpiter. Sea como sea, y obviando a partir de ahora, los escabrosos detalles inherentes a su antigüedad, lo cierto es que en este lugar se nos plantean múltiples desafíos que, a la postre, suponen, cuando menos, continuos jaques a la especulación, los cuales conllevan conclusiones con las que se puede o no estar de acuerdo, pero que suponen, después de todo, la posibilidad de planteamientos que pueden acrecentar que una visita suponga, al fin y al cabo, una insuperable experiencia de contemplación y discusión, siempre dentro de un entorno de incomparable belleza. Lo más oportuno, quizás, sea comenzar a desvelar algunos de estos enigmas, comenzando por uno de los detalles más singulares, que hemos de encontrarnos en su portada oeste o principal: la presencia de las denominadas aves de tipo normando, que llaman particularmente la atención, constituyendo el motivo principal de las arquivoltas. Es interesante que nos fijemos en este detalle, porque volveremos a encontrárnoslo, no sólo ocho kilómetros más adelante, en el Santuario de Santa María de Lugás, sino también en algunos otros lugares fuera de las lindes de este Concejo, como podría ser la iglesia de San Esteban de Aramil -o de los Caballeros, recordemos este nombre- localizada en el vecino Concejo de Siero. Esta presencia, nos puede suponer también retos, no sólo a la interpretación de estas curiosas aves -tan identificadas con el alma humana y ese otro sentido del Conocimiento aparentado con las aves y su conexión entre la tierra y el cielo- sino, a la vez, a ese fascinante periodo histórico en el que, una vez salvaguardadas las terribles incursiones vikingas que asolaban las costas atlántica y cantábrica, comenzaron a jugar un papel fundamental en el comercio las rutas marítimas, que junto con el trasiego propio del negocio de la mercadería, generaban un tráfico de personas, entre las que no sólo habría que destacar la figura del peregrino, sino también la de numerosos canteros y gremios, que habrían de dejar muestra de su destreza por numerosos lugares de la costa y de su interior, aportando su particular visión espiritual o filosófica. De estas travesías, y retomando el Mar en su sentido simbólico de dador de conocimiento, no son pocos los objetos encontrados, Vírgenes y Cristos, en su gran mayoría, que dieron lugar a la generación de milagrosas historias y leyendas y la consiguiente creación de iglesias y santuarios a lo largo y ancho de las costas astures y gallegas. Un buen ejemplo de ello, lo tendríamos en Luarca y su desaparecida Virgen románica, encontrada en una cueva de los acantilados, aunque todavía se conserva una adorable Santa Ana Triple, también encontrada en el mar que, fabricada en alabastro, nos indica como referencia, a la vez, el importante comercio que hubo de este material, proveniente, principalmente, de unas costas, las británicas, cuyo protestantismo podría ser el origen de muchas de esas Vírgenes y Cristos devueltos milagrosamente por el mar, previamente desechados por marinos de su Graciosa Majestad. La falta de Virgen de época, quizás pueda tener alguna relación con un episodio descrito por Juan Cueto Alas (3), en el que refiere la destrucción de una imagen virginal de Villaviciosa -la Virgen del Portal-, durante la Guerra Civil, aunque no especifica el nombre de la iglesia a la que pertenecía.

 
Las alusiones a ese mar primigenio, no sólo dador de conocimiento, como se aludía anteriormente, sino también de vida, podrían complementar los motivos principales de la portada, observados en esas formas dentadas que semejan los vaivenes de las olas. Aunque elaborados, abundan los motivos vegetales, con la excepción de que, a la derecha, y algo tosco en su factura, que no parece corresponder con las genuinas labras del interior, nos encontramos unos misteriosos personajes, ataviados con largas capas, que parecen sostener ocas en sus manos, animal muy adecuado, cuando de Camino de Santiago se habla. Independientemente de las interpretaciones oficialistas, que ven en ellos parte del mensaje relativo a la adoración, sustituyendo las ocas por gallinas, no deja de llamar la atención –y posiblemente, así lo dispusieran los canteros para conseguir precisamente ese efecto sugestivo-, temática, que vuelve a repetirse en los capiteles interiores, cercanos a la cabecera del templo, e incluso, con algunas diferencias, en uno de los canecillos del ábside: tres representaciones de tres caballeros, cuyo aspecto, recuerda el atavío guerrero de los soldados de Cristo. Curiosa, cuando menos, la magia de los números.
Tal vez se trate de ocas, así mismo, las aves que curiosamente se aprecian entre los apóstoles –seis a cada lado- que aparecen rodeando el motivo central representado por Cristo, en el interior de una mandorla, el cual muestra un libro abierto en su mano izquierda, mientras que con los dedos de su mano derecha señala hacia arriba, hacia el cielo. Tanto en este, como en el capitel que vuelve a mostrarnos a los tres personajes con aspecto de guerreros y oscas en las manos, aparece otro motivo, que por su forma, podríamos adivinar una referencia al tronco de otro elemento simbólico de primera magnitud: la palmera. Motivo que también se recoge en el pórtico principal de una iglesia que queda al otro lado de la Ría: la de Santa Eulalia de Selorio. Seis son, también, las ramas que se aprecian en el Árbol de la Ciencia o del Bien y del Mal (4), que aparece entre medias de los infortunados Adán y Eva.
Pero si la magia de los números, no deja de ser un motivo interesante a tener en cuenta, las representaciones artísticas inherentes a la cabecera de esta iglesia de San Juan de Amandi cuentan, a la vez, con la presencia de un símbolo rúnico, perfectamente esculpido como motivo ornamental y no como marca de cantería, lo cual constituye no sólo un detalle bastante inusual, sino que permite sospechar con claves ocultas dejadas por los canteros, ignorándose con qué propósito y para quién estaban dirigidas. Águilas y centauros forman parte, así mismo, del elenco simbólico desplegado en Amandi, y en el caso de los segundos, antagónica a su naturaleza salvaje, está también la de maestro e iniciador. No muy lejos de ellos, otro capitel que muestra dos guerreros de caballería enfrentados, nos recuerdan uno de los temas más conocidos en el Camino de Santiago: la lucha entre el héroe Roldán y el gigante Ferragut, recordándonos, su visión, aquélla otra célebre representación que se localiza en otro capitel del palacio de los Reyes de Navarra, en Estella. Como en Santa María de la Oliva, también aquí hay referencias cinegéticas donde prima la figura totémica del jabalí. Un jabalí, la forma de cuyo rabo, vuelve a recordarnos esas curiosas marcas de cantero, con forma de serpiente, que se localizan con bastante frecuencia en el norte y el noroeste peninsular.
Daniel y los leones, también es otro tema que, haciendo referencia al conocimiento, en opinión de algunos autores (5), dejó consignado el cantero, situado no lejos de lo que, a juzgar por las apariencias, podría ser una visión particular del degollamiento del Bautista. El otro Juan, el Evangelista, también está representado, con su apocalíptico libro entre las manos y surgiendo de la foresta, representación que, dicho sea de paso, se localiza también en la cercana población de La Lloraza y su emblemática iglesia dedicada a la figura de Santa Eulalia. Los músicos, entre los que observa diversidad de instrumentos, y la lucha libre, completan los principales motivos.
Por último, merece la pena señalar la existencia de un altar externo, como en el caso de San Salvador de Fuentes, que pudiera estar situado, quizás –es sólo una posibilidad- en el antiguo emplazamiento de alguna ara de origen precristiano. Detalle que puede resultar bastante frecuente en algunos lugares del Principado, entre los que se puede citar Pedroveya, y el que se localiza en las inmediaciones del denominado desfiladero de las Xanas.
 
(1) Juan García Atienza: 'Los supervivientes de la Atlántida', Editorial Martínez Roca, S.A., 1978.
(2) Elías Valiña_ 'El Camino de Santiago- Guía del peregrino a Compostela', Editorial Galaxia, Vigo, 1992, página 212.
(3) Juan Cueto Alas: 'Guía secreta de Asturias', Editorial Al-Borak, S.A., 2ª edición, Madrid, 1976, página 238.
(4) Como dato anecdótico, un árbol similar, de seis ramas, aparece también en la basa de una de las columnas de la cabecera de la interesante iglesia de San Salvador, en la población lucense de Vilar de Donas, donde lo interpretan –según me comentaron y a instancias del párroco local- como el Árbol del Diablo.
(5) Por ejemplo, Juan García Atienza, que opinaba que las representaciones de Daniel y de Sansón, representativas dos opciones diferentes de alcanzar el Conocimiento.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Santa María de la Oliva: piedra, alquimia y simbolismo


Uno de los focos más importantes del Principado de Asturias, en cuanto a elementos destacables del llamado Arte Asturiano o Prerrománico, e incluso también del Románico, se localiza en esta denominada Comarca de la Sidra, la antigua Maliayo; es decir, el Concejo de Villaviciosa. Cuna de hombres ilustres, como el poeta Canedo -cuya casa, escudo incluido, todavía se mantiene en pie- y de fijosdalgos de antiquísima estirpe -como demuestra ese simbólico lenguaje de los pájaros, que subyace en la variada y rica componenda de sus escudos nobiliarios-, el casco urbano de Villaviciosa conserva, como un verdadero tesoro histórico, no sólo aquél remoto casón de referencias góticas donde pernoctó el que sería el primero de los insaciables Austrias que gobernaron el país -Carlos I de España y V de Alemania-, después de que una tormenta obligara a la nave en la que viajaba a refugiarse en el pintoresco puerto de Tazones, sino también, una de las grandes joyas del románico asturiano, que aún se conservan, más o menos intactas, no obstante las múltiples vicisitudes sufridas en determinados periodos de la Historia: la iglesia de Santa María de la Oliva.
Situada a escasos metros del Teatro Riera -en la actualidad, reconvertido en Oficina de Información y Turismo-, a pie mismo de esa encrucijada de caminos, que dirige a propios y extraños en direcciones como Oviedo o Gijón -en realidad, la cercanía de la Autovía de Santander, la convierte en un punto estratégico desde el que recorrer de una punta a otra la magnífica costa asturiana-, la iglesia de Santa María de la Oliva, datada a finales del siglo XIII, no sólo conserva en su advocación sospechosas referencias que recuerdan a otras construcciones similares erigidas en diferentes puntos de la Península, sino que también, en base a su extraordinario parecido, permite incluso especular con la posible autoría de cierta orden religioso-militar de triste recuerdo, como fue la Orden del Temple, cuya presencia en Asturias, a decir verdad, y ante la terrible escasez de documentación, no es plenamente compartida por los historiadores, que prefieren obviarla por regla general. Es por ello que, en base a su parecido, así como al detalle, curioso, de compartir advocación, es mencionable el templo portugués de Santa María de la Oliva o dos Olivais, y en menor escala, pero guardando cierta similitud en algunos detalles, el de San Felipe, situado en la población alcarreña de Brihuega, y cercano, conviene decirlo, al Santuario de una Virgen Negra: la Virgen de la Peña (1).
Dejando aparte la proliferación de cruces paté -unas ocho, aproximadamente- grabadas a lo largo y ancho de los sillares exteriores de la nave, cuya función consagracional podría aceptarse sin más, no deja de ser un detalle curioso, además, observar la presencia de símbolos ajenos, entre los que destaca, sin lugar a dudas, la estrella de David o Sello de Salomón, perfectamente esculpida en un lateral del pórtico principal de acceso. Motivo que, curiosamente, también figura en un lateral del pórtico principal de acceso de la iglesia de Santa María del Azogue, en Betanzos, localidad coruñesa donde los freires del Temple tuvieron una importante encomienda, dependiente de la bailía de Faro, detalle que podría poner de manifiesto, una vez más, esa aparente predilección que sentían los freires templarios por instalarse en las cercanías de lugares ciertamente heterodoxos, entre los que cabría mencionar, desde luego, las juderías. Pero lejos de intentar resaltar la autoría o pertenencia de este magnífico templo a orden militar alguna, cabría centrar el interés, en la cantidad de detalles que a la manera de un breviario genialmente esculpido en la piedra, se acumulan tanto en el exterior como en el interior del lugar.


En base a este rico y sutil simbolismo, en el que no faltan las referencias cinegéticas, bastante presentes en el románico del Norte, tanto asturiano como gallego (2), unidas a otras interesantes representaciones, no sería difícil especular con ese doble sentido a que tan aficionados eran los canteros medievales como seguidores, según se piensa en algunos círculos, de corrientes herméticas, derivadas no sólo de un paradigma referido a un Conocimiento Superior, que se remontaría al alba de los tiempos y del que se fueron nutriendo progresivamente las diferentes civilizaciones, sino también de determinadas posiciones intelectuales o filosóficas, que estarían dirigidas a todos aquellos individuos -ajenos o pertenecientes a los propios y a la vez herméticos gremios- capaces de comprender conceptos completamente alejados del Literalismo a ultranza, impuesto y defendido con saña por la Iglesia romana. Afín también, y en determinadas escenas unido al tema de la caza, como puede verse en la figura del batidor (3), los músicos nos conectan con un tema muy presente en el románico en general y en el Camino de Santiago en particular, donde el peregrino románico entonaba una serie de salmos o cánticos (4), que fueron derivando en una picaresca poco acorde con el sentido piadoso propio de la peregrinación y que a la postre, pudo ser parte de esas chispas de incendiaria intolerancia, que entroncaría en periodos posteriores con el concepto de goliardo y libertinaje y la condena generalizada de todo aquello que tuviera relación con la música y el baile y no fuera encaminado a ensalzar a Dios y la misoginia de la Iglesia.
Más enigmáticos, posiblemente, podrían resultar otros capiteles, que se caracterizan por la presencia de dos especies bien diferenciadas y antagónicas, cuyo simbolismo suele estar asociado, así mismo, con el Conocimiento: aves y serpientes. En este sentido, resulta curioso observar dos características claramente diferenciadas: aquélla en la que el ave -difícil de identificar- es engullida por una bestia -recordemos que este tipo de representación, resulta insistente en el románico, con la salvedad de que, generalmente, suele ser una figura humana la que es engullida por la bestia, con lo cuál, aquí podemos hablar ya de una curiosidad-, y aquélla otra en la que aves, en este caso, ocas -detalle importante, sin olvidar por un momento que estamos en Camino de Santiago- desarrollan un singular combate con las serpientes. Dos formas diferentes en entender el Conocimiento, enfrentadas, como, mitológicamente hablando, hubo enfrentamientos de razas, en periodos protohistóricos, entre las que cabe mencionar a la raza ophita, representativa, precisamente, de la serpiente. Curiosamente, y habría que plantearse el por qué, esta misma representación, no sólo aparece en un capitel del pórtico oeste o principal, sino que también, se le encuentra representada en otro capitel de la portada sur. Y no deja de ser significativa, independientemente del detalle de que ésta haya perdido su hierático sedentarismo, la presencia de un elemento sagrado, solar y tradicional, en la mano de la Virgen gótica que se localiza en uno de los cinco -número interesante- arcosolios del interior: el cardo. El cardo, elemento tan representativo de los antiguos pueblos celtas, cuya presencia, en las romerías de lugares situados en el interior, como el Monsacro, sigue siendo muy venerado por las gentes, hasta el punto de que, como dice la coplilla, su regalo sigue siendo un favor. Y no olvidemos, puestos a comparar, que precisamente el cardo, ocupa un lugar de privilegio en el pórtico principal de entrada de otra iglesia no menos significativa e interesante del Camino de Santiago a su paso por la provincia de Lugo: Vilar de Donas.

 
(1) A este respecto, cabe mencionar la presencia, a unos siete u ocho kilómetros del casco urbano de Villaviciosa, de otro Santuario Mariano, que originalmente, pudo albergar también a otra Virgen Negra: Santa María de Lugás, o de Llugás, como prefieren decir en bable.
(2) Habiendo mencionado Betanzos, interesante podría ser, por comparación, mencionar la simbólica presencia del tema cinegético, que destaca sobre las demás temáticas, en la iglesia de San Francisco, donde, así mismo, constituye el cuerpo principal del sepulcro de un personaje relevante de la época que reposa en su interior: el de Fernán Pérez de Andrade, denominado O Bo, el Bueno, la empuñadura de cuya espada, para más coincidencia, luce también la referida Estrella de David o Sello de Salomón, mientras el cuerpo principal del sepulcro se levanta sobre dos figuras muy significativas, como son el jabalí y el oso. ¿O quizás la osa?. Precisamente, esa Osa Mayor que define, en el firmamento, el ancestral Camino de las Estrellas, readaptado en el siglo IX, con el descubrimiento del cuerpo del Apóstol.
(3) Por poco que se intente, incluso se podrían encontrar equivalencias alquímicas.
(4) Entre éstos, cabe destacar el conductus -mezcla de encadenado y refrán-, el leixaprén -especialmente entonado durante las marchas-, o la viadeira o viandela, derivaciones, según algunos especialistas, de la escuela provenzal.

miércoles, 10 de julio de 2013

El románico de Villaviciosa


Asturias, cuna de la Reconquista. Un mundo aparte, que destaca por ser la única depositaria en la Península, de un estilo propio que, considerado como prerrománico, merecería más, por sus características autóctonas, el calificativo de Arte Asturiano, con el que ha sido bautizado -muy justamente, en mi opinión- por numerosos autores. Asturias, el mundo de los monasterios perdidos, descripción que bien podría definir la desaparición de ese inconmensurable patrimonio histórico y cultural que, habiéndola definido y caracterizado en tiempos, en la actualidad se encuentra irremisiblemente perdido; apenas referenciado en las escasas Crónicas o Tumbos que se han conservado, y sobre todo, fragmentado y reaprovechado en las casas, cercas y lagares de los pueblecitos que, cual luciérnagas, pueblan una tierra que se caracteriza, principalmente, por las montañas que la aíslan y guardan desde tiempo inmemorial.
Para hacernos una idea aproximada de lo que fue Asturias en esos tiempos históricos, podemos tomar en consideración el dato ofrecido por Félix de Aramburu y Zuloaga (1) -obtenido, a su vez, de la Crónica de San Benito, del Padre Yepes- en el que se supone que hubo cerca de noventa monasterios repartidos a todo lo largo y ancho de la geografía astur. Cerca, pues, de un centenar de monasterios, de los que tan sólo sobreviven -y en algunos casos, perdida su primigenia identidad- apenas media docena.
Tan dramática pérdida, resulta también aplicable, no sólo a una apreciable cantidad de monumentos de ese prerrománico o arte asturiano al que se hacía referencia al principio de la presente entrada, sino también, al posterior arte románico que fue introduciéndose, principalmente, a finales del siglo XI y principios del siglo XII, de cuyos exponentes, Villaviciosa todavía conserva una importante muestra que, en mayor o en menor medida, sugieren unos interesantes ejemplos de esa riqueza histórico-cultural asturiana, que merece la pena seguir y conocer.
Les propongo, pues, una nueva ruta: la ruta del prerrománico y del románico de Villaviciosa, en sus principales componentes.

 
(1) Félix de Aramburu y Zuloaga: 'Monografía de Asturias', Biblioteca Histórica Asturiana, Silverio Cañada Editor, 1ª edición, agosto de 1989, Capítulo III, página 141.

domingo, 7 de julio de 2013

Astúlez: iglesia de San Millán


'La arquitectura, que en definitiva es una operación compleja que transforma lo grosero en elaborado, lo estéril en útil, espacio libre en recinto, siempre ha tenido su propia liturgia desde los tiempos más remotos...'.
[Juan Ignacio Cuesta Millán (1)]
 
La ruta propuesta por algunos de los lugares más interesantes de la provincia de Álava, en cuanto a patrimonio histórico-cultural y arte románico en particular, finaliza, momentáneamente, aquí, en Astúlez y su curiosa iglesia dedicada a la figura de San Millán. Dependiente del ayuntamiento de Valdegobía, Astúlez linda al este con la provincia de Burgos y lugares tan relevantes como Pancorbo -en cuyo desfiladero, todavía se conserva la pequeña torre con la campana que avisaba y guiaba a los peregrinos en los días de niebla- y el Valle de Losa, que tantos secretos históricos alberga, entre ellos, la enigmática iglesia de San Pantaleón. Esta situación de vecindad, hace que quizás algunas de las características referidas al románico de ambas provincias, sean tan similares como para inducir a pensar en la existencia de uno o de varios talleres de cantería que ejercieron en ambas su ámbito principal de actuación.
Aunque muy modificada, la iglesia de San Millán presenta la típica planta rectangular con ábside semicircular y capillas laterales añadidas, que la confieren el aspecto de cruz latina. Considerado como uno de los templos más antiguos de la provincia, se levanta en lo alto de un promontorio, elevado por encima del pueblo, quedando a la derecha el cuerpo principal de sus casas, en alguna de cuyas portadas, aún luce un viejo escudo nobiliario que se seduce por los secretos históricos contenidos en sus variados símbolos. Su portada, sencilla, apenas dispone de elementos decorativos que permitan especular acerca de su simbolismo añadido; aunque, como en la gran mayoría de templos de similares características y con particular abundancia en la provincia, no faltan los motivos foliáceos. Aparte de éstos, hay dos motivos relevantes, situados en sendos capiteles: uno del ventanal situado en el lado sur y el otro, de visión más común en los pueblos burgaleses aledaños, situado en el ábside. El primero representa, teóricamente, una cabeza humana, quizás una máscara, de rostro impertérrito y mirada infinita. El segundo, independientemente de su añeja tosquedad, llama poderosamente la atención, pues representando una barquita de pescadores -recordemos, llegados a este punto, las palabras de Jesucristo dedicadas a sus discípulos, con el añadido futuro de pescadores de hombres- el cantero puso todo su afán en no olvidar ni un sólo detalle. De tal manera, que con los dos pescadores, se aprecian sendos remos, las redes de pesca -que ocupan uno de los lados del capitel- e incluso los peces, bien perfilados y en número de tres, por debajo de la barca. Como motivos añadidos, comentar la existencia de sendas cruces, de tipo monxoi y brazos patados, una de ellas, profundamente grabada en uno de los sillares cercanos al pórtico de entrada. Ambas, están pintadas de negro.


(1) Juan Ignacio Cuesta Millán: 'La boca del infierno: claves ocultas de El Escorial', Santillana Ediciones Generales, S.L., 2ª edición, junio de 2006, página 122.

jueves, 30 de mayo de 2013

Bellojín: iglesia de los santos Cornelio y Cipriano


Nuestra ruta da un giro espectacular y continúa por la Ribera Alta de Álava, entre las salinas de Añana (la raíz del nombre, ya nos vuelve a traer a la memoria una referencia a la Diosa Madre) y el Parque Natural de Valderejo, perteneciente al concejo de Villamaderne. En realidad, y situado relativamente cerca de Pancorbo y esos imponentes Montes Obarenes, Bellojín acusa en la actualidad una preocupante falta de ocupación vecinal, reduciéndose ésta poco más o menos que a varias familias residentes, que viven, principalmente, de la agricultura y la ganadería. Se sabe, que el templo fue reformado en tiempos; reforma en la que se descubrió un pequeño ventanal en el muro, y en la que posiblemente se descubrieran también las pinturas que se sabe tiene en su ábside, aunque en nuestra visita, no nos fue posible acceder al interior. El pórtico principal, muy sencillo, conserva al menos un curioso capitel en el que se muestran dos elementos determinativos del conocimiento en la simbología medieval, aunque de naturaleza completamente opuesta: aves y serpientes enfrentadas, que de alguna manera, también podrían hacer referencia al telurismo propio del lugar. El otro capitel, así como el capitel del ventanal del ábside y aquél otro descubierto durante la mencionada reforma, muestran motivos foliáceos, abundantes y característicos de un arte como el románico, y quizás, significativamente abundante en el románico alavés. En el arco del pórtico se aprecia, así mismo, un motivo ajedrezado, tipo jaqués, que en absoluto difiere de otros muchos templos, siendo probable que hubiera estado policromado en tiempos.
De los canecillos que han sobrevivido, realmente pocos, llama la atención aquél que representa un rostro humano y alargado, de guerrero, al parecer, a juzgar por el casco o bonete con protección nasal que porta. Junto a él, un rostro más pequeño e indeterminado, que se encuentra en peores condiciones. Acompañan a éstos, una formidable cabeza monstruosa -cuya boca y labios semejan una serpiente, en la que se aprecian unos dientes afiladísimos- y también un curioso personaje, quizás incompleto, pero que, dada la posición de sus manos, bien pudiera hacer referencia al vicio en solitario del onanismo.


Por último, comentar el detalle, siempre a tener en cuenta, de que los santos gemelos suelen también verse frecuentemente relacionados con el Temple. Casualmente, es el caso de ésta pequeña iglesia rural de Bellojín, que se encuentra bajo la advocación de los santos Cornelio y Cipriano, y donde, según las tradiciones orales de la zona, existió un convento de templarios. Si fuera cierta esta afirmación, poco realmente es lo que ha sobrevivido y no parece tampoco suficiente como para establecer un hipotético paralelismo con los elementos de otros lugares que mantienen tradiciones similares, cuyos principales enemigos continúan siendo, incluso más que el tiempo, los propios hombres.

jueves, 23 de mayo de 2013

Gáceta y Gaceo: parroquiales de San Martín



Pertenecientes también al municipio de Elburgo, las pequeñas localidades de Gáceta y de Gaceo, aún conservan algunos elementos románicos de interés en sus respectivas parroquiales, ambas dedicadas, curiosamente, a la figura de San Martín de Tours, santo de origen romano, guerrero de profesión y posteriormente convertido al Cristianismo, que aún a su pesar, participó en Tréveris en el proceso a Prisciliano, aunque estuviera en contra de la sentencia a muerte dictada contra éste.
De la parroquial de Gáceta, prácticamente remodelada por completo, apenas sobrevive la portada principal que, a juzgar por sus características, podría corresponder también, con un románico tardío, apuntando ya maneras góticas, y algunos, escasos canecillos, que representan cabezas animales. Dentro de la sencillez, no obstante, y de ser el tema vegetal el principal motivo representativo, resulta difícil no preguntarse qué mensaje quiso transmitir el cantero anónimo moldeando, dentro de ese conjunto foliáceo a que se hace referencia, un interesante animal que, por su aspecto, así como por la forma inconfundible de sus orejas, parece a todas luces un gato, animal sagrado en numerosas culturas e, igualmente, asociado con la luna. ¿Alusión a la antigua religión, de carácter lunar, que fue relegada con la llegada de una nueva religión, de índole solar, como el Cristianismo?. Otro detalle que llama la atención, es la cabeza humana, de rostro rubicundo, en el que se resaltan los ojos y los labios, aparentemente calvo o con la cabeza afeitada, que podría representar un sacerdote.
Aparte de algún graffiti, entre los que destaca la presencia de una estrella de cinco puntas, otro de los motivos que llaman la atención, perfectamente cincelada en el vano del pórtico de entrada, no es otro que aquél que representa una curiosa cruz, de brazos florenzados, cuya base, por su forma peculiar, puede inducir a sugerencias; tales, como si surge de la vegetación o si, por el contrario, esas formas ondulantes podrían ser consideradas como las llamas de una hoguera.
En las proximidades de Gáceta, y con una curiosa estructura de planta rectangular y ábside semicircular, sobresale la presencia de esta otra iglesia dedicada a la figura de San Martín. Los canecillos absidiales son lisos, no así los motivos de los ventanales que, aunque apuntando maneras góticas, como en el caso de la parroquial de Gáceta, insisten en la panorámica vegetal, añadiendo un elemento común y a la vez tradicional en la zona: el espárrago.
Dado que no hubo ocasión de entrar en el interior, y haciéndome eco de los carteles informativos, resaltar el detalle de las, al parecer, magníficas pinturas de la cabecera, datadas en el siglo XIV, que muestran diversas escenas de la Crufixión, del Antiguo Testamento, incluyendo, según parece, una representación de Santa Marina encadenando al demonio. Este detalle no deja de ser curioso, y a la vez misteriosamente significativo, si nos atenemos a la opinión generalizada de que esta santa nunca existió, no siendo pocos los autores que, por similitud fonética, observan una referencia a una figura muy presente dentro del folklore tradicional vasco-navarro: la diosa Mari. Es decir, la personificación de la Gran Diosa Madre.

martes, 7 de mayo de 2013

Añúa: iglesia de la Natividad de Nª Sª



Perteneciente también al municipio de Elburgo, el siguiente templo cuya reseña merece especial atención en esta ruta, es el de la Natividad de Nª Sª, en la pequeña localidad de Añúa. Un templo que, aunque muy reformado a lo largo de los diferentes periodos históricos, contiene ya en su constitución elementos protogóticos de transición, que muestran interesantes reseñas simbólicas, como no podía ser menos, si tenemos en cuenta que hablamos de un lugar que estuvo muy ligado a las peregrinaciones jacobeas, ya que por él transcurría –y aún transcurre- ese ancestral camino denominado como Vasco del interior.

Llama poderosamente la atención, por otra parte, la forma hexagonal de su ábside. Una forma que, después de todo, no es ajena a algunas construcciones de la provincia, siendo uno de los ejemplos más notables, el imponente ábside de la iglesia parroquial de Lasarte, lugar que hemos de situar en las inmediaciones de la capital alavesa y a apenas a poco más de un kilómetro de la insuperable aunque malograda Colegiata de Armentia.
Tal vez el detalle de formar parte de ese camino jacobeo, sirviera de inspiración, en el fondo a los canteros que, a la postre, dejaron un considerable número de ornamentos artísticos de complejo y a la vez rico simbolismo. Entre ellos, aparte de la presencia de la vaca (1) –tema muy presente, sobre todo en el románico norte peninsular- posiblemente destaque, dada su complejidad y también, porque bajo mi punto de vista, no es muy frecuente de encontrar, la figura tremendamente significativa del bufón. Equiparable a esa enigmática figura, que dentro de la baraja de Tarot se conoce como el Loco, el bufón nos ofrece una llamada de atención, y a la vez, un guiño del cantero que nos avisa de que a veces –o quizás más a menudo de lo que nos imaginamos-, las apariencias engañan; sobre todo, si tenemos en cuenta, que detrás de esa burlesca, estrambótica apariencia, se esconde una sabia personalidad, cuyo mensaje –argótico, después de todo-, debe de ser cuidadosamente analizado. Curiosamente, su posición, al lado de la vaca, puede resultar, de alguna manera, también significativa.
Aves y serpientes, incluidos dragones alados –representatividad del binomio cielo y tierra- también están presentes en este templo de Añúa, donde inclusive los canteros añadieron un toque de picaresca erótica y hasta es posible que el Magister se representara a sí mismo, empuñando una pica. Así mismo, común a la temática desarrollada en numerosos templos de la provincia, los motivos vegetales o foliáceos cuentan también con una variopinta diversidad. Interesante, como colofón a esta breve aproximación a la simbólica aquí desarrollada, comentar la presencia de un animal de rica simbología, como es el lobo (2).
Por último, reseñar que la portada nos muestra, como motivos principales de ornamentación, caras humanas y motivos vegetales.



(1) El tema de la vaca, tiene en esta iglesia de la Natividad de Añúa, una relevancia especialmente intensa. Se observa en numerosas ocasiones, incluso a modo de pequeñas cabezas asomándose entre la vegetación, quizás como reseña a los antiguos cultos, donde este animal tenía una relevancia más que importante, que puede ser un tema extenso como para ser tratado aparte.
(2) Entre otros, el lobo fue uno de los animales adoptados por algunas logias canteras medievales. También, fue el compañero –posteriormente sustituido o cristianizado por la figura del perro- de santos de mistéricas connotaciones, como San Roque, San Lázaro e incluso, Santa Quiteria. En la mitología celta, era el animal representativo del dios Lug.

lunes, 22 de abril de 2013

Elburgo: ermita de San Juan de Arrarain



Menos de dos kilómetros más adelante, y a las afueras de la población de Elburgo, se encuentra la ermita de San Juan, único vestigio que sobrevive del que fuera pueblo de Arrarain, del que se tienen noticias de haber estado habitado al menos hasta finales del siglo XIV. Adosado a ella, está el pequeño cementerio. Aunque de factura eminentemente rural -caracteristica de los templos que habrían de dar soporte espiritual a pequeñas comunidades- y en diversas condiciones de conservación, aún mantiene interesantes elementos simbólicos en sus canecillos y capiteles, cuya variada temática muestra, entre los principales motivos a tener en cuenta, la presencia de músicos, aves, cruces, la lucha de Sansón con el león -en una curiosa representación, que se aleja de la tradicional manera, donde aquél suele aparecer generalmente representado a lomos de éste-, así como la diversidad foliácea, abundante y característica de toda construcción de su estilo. Tiene el ábside de forma semicircular y la nave alargada, localizándose en sus muros algunos motivos crucíferos, de los denominados graffiti de peregrino, que demuestran la utilización, por parte de éstos, de la probable ruta de Miranda, aquélla que se adentraba por el norte de Burgos, atravesando el famoso y peligroso desfiladero de Pancorbo.

martes, 9 de abril de 2013

Oreitia: iglesia de San Julián y Santa Basilisa


El siguiente punto en la ruta, donde merece la pena detenerse, se encuentra algunos kilómetros más adelante del Santuario de Estivaliz, en la pequeña población de Oreitia, distante poco más de un kilómetro de poblaciones como Elburgo y Gaceta. En ella, aunque muy reformada durante los sucesivos periodos históricos, destaca la iglesia parroquial, que se encuentra bajo la advocación de los santos Julián y Basilisa, y en la que todavía se localizan restos románicos de interesante composición y factura.
De ellos, posiblemente por su rareza, tamaño y situación –encima del óculo de su imponente cabecera de planta hexagonal- llama la atención la figura de un guerrero montado a caballo, escudo y lanza en ristre. Apenas unos centímetros por encima de éste, y de manera significativa, un canecillo muestra una cabeza de aspecto cadavérico, enorme boca abierta y burlona sonrisa que, alegóricamente podría representar a la muerte, aunque algunas fuentes la identifican con el controvertido Baphomet, cabeza-ídolo que, al parecer, era venerada por los templarios en sus ceremonias más íntimas y secretas. Comento esto, simplemente como una anécdota, pues algunos, por añadidura, consideran a este jinete como un caballero templario cuya lanza apunta hacia poniente; es decir, señala la dirección del Camino de Santiago.
Otro de los elementos que pueden llegar a hacer interesante una visita al templo, es otro canecillo, situado no muy lejos del anterior, que muestra un recurso que, aunque harto frecuente en el románico, constituye, de hecho, toda una invitación a la especulación. No es otro que aquél que muestra a una fiera o monstruo, aparentemente devorando a una persona. Aunque en éste caso, si nos fijamos bien, no da la impresión de que lo devore, sino por el contrario, parece que lo expulsa de su interior. Detalle que me permite, hipotéticamente hablando, por supuesto, considerar la posibilidad de que, aparte de esa alusión al Conocimiento y su devoradora idiosincrasia, como opinan algunos autores, podríamos pensar, en este caso, que el cantero utilizó su imaginación para hacer una alegoría sobre la Naturaleza: la Madre de la que surge la vida; una Madre que, dicho sea de paso, como Jano, ofrece también dos caras. Una cara amable, de nodriza, y otra muy diferente, de madrastra. Con una premia y con la otra castiga. En definitiva, educa.
También los elementos que conforman la portada, merecen atención, independientemente de que parezcan realizados por diferente cantero y su estado de conservación. En ella, abundan los motivos foliáceos –algunos, con lazos entremezclados-, las tradicionales alusiones al pecado de la lujuria, representadas por las arpías, ángeles y aves, representantes de la pureza del alma y el mundo celestial. En la portada secundaria, el motivo más sobresaliente, son los arcos que recuerdan a algunos de los que componen el magnífico claustro del monasterio soriano de San Juan de Duero. En esta portada, profundamente grabada en la piedra, se observa una cruz griega; es decir, con sus cuatro brazos iguales. Detalle que contrasta con la cruz monxoi que, también profundamente grabada en la piedra, se localiza en el suelo, justo en la losa principal del umbral o entrada al templo. El trabajo de herraje de la puerta, también merece un toque de atención, por su excelencia, conformando interesantes espirales sus motivos.


domingo, 7 de abril de 2013

El Santuario de Nª Sª de Estivaliz



'Aunque, en general, parece que los celtas se adaptaron y asimilaron el espíritu de los lugares donde se hallaban, durante siglos de vida errante, hay una serie de deidades específicamente celtas que tienen conexiones en el espacio o en el tiempo con el culto de la Virgen Negra'. (1)
 
Poco más de un kilómetro es la distancia que separa a Argandoña y su interesante parroquial dedicada a la figura de una no menos interesante santa -Santa Columba (2)- de uno de los santuarios marianos más relevantes y emblemáticos de la provincia de Álava: el de Nª Sª de Estivaliz. Un lugar en el que, por si al visitante le quedara alguna duda, se siente la permanencia -a pesar de encontrarse convenientemente maquillado de Cristianismo ortodoxo, sobre todo después de las acciones llevadas a cabo por San Martín Dumiense contra los que él denominaba veneratore lapidi (3)- de una figura primordial, todavía muy presente en la memoria colectiva de numerosos pueblos, y en particular, en este recóndito vergel histórico-cultural que es Euskalerria: Mari, la Gran Diosa Madre. De hecho, la imagen románica que aquí se venera -aparte de la figura en forma de busto de San Prudencio, Patrón de la provincia- tiene esas características de Virgen Negra, que señala las peculiaridades especiales del lugar. Un lugar, cuyo telurismo posiblemente conocieran esas culturas pretéritas, incluida la celta, de las que aún queda alguna huella en forma de esos monumentos funerarios -según la opinión generalizada, con la que, particularmente, no termino de estar de acuerdo- que son los dólmenes. O al menos, la reproducción de alguno de ellos, que nos señalan -vuelvo a insistir- el carácter eminentemente sagrado del lugar desde tiempo inmemorial. Con tales antecedentes, no sería en modo alguno extraño, intuir la presencia de una orden de monjes-guerreros y también místicos -al menos, en los capítulos más selectos de la organización- que, de alguna manera y a juzgar por los lugares donde acostumbraban a asentarse, se erigieron en guardianes y custodios de la Antigua Tradición: los templarios, cuyo padrino, San Bernardo de Claraval, se sabe que era un devoto de este tipo de imágenes y a la vez un ferviente observador de la Naturaleza -como los antiguos druidas- parte de cuyo interés o pasión dejó de manifiesto en su conocida Epístola 106. Se comparta o no la idea, lo cierto es que todos estos elementos -incluido ese bosque primordial que sirve de entorno protector al santuario y a la vez le confiere un halo de secretismo y misterio- están presentes aquí, en Estivaliz, y son fáciles de vislumbrar.
Sería difícil señalar en qué época se establecieron aquí las primeras comunidades monacales, pero las referencias más antiguas, al parecer, datan del año 1074, cuando el conde de Estivaliz, Álvaro González de Guinea dota un altar bajo la advocación de San Millán. Posteriormente, en el año 1138, María López. sobrina de Diego López de Haro, señor de Vizcaya, dona la iglesia a la comunidad benedictina de Santa María la Real de Nájera; dependencia que se mantuvo hasta 1431, año en el que su patronato pasó a manos del conde de Salvatierra, que lo mantuvo hasta 1542, cuando se traspasó a la Orden de Santiago y posteriormente, en tiempos más modernos, al municipio de Vitoria.
No es de extrañar, por otra parte, que dadas las características y las diferencias de estilo que se observan en la construcción, los especialistas mantengan la existencia de varios talleres en épocas diferentes, siendo de los primeros, un taller de origen aragonés. Tampoco habría que descartar que parte de los materiales empleados, tuvieran su procedencia en otros templos cercanos venidos a menos, y hasta podría ser posible que algunos de ellos procedieran de la cercana iglesia de Argandoña.
La simbología desplegada, tanto en canecillos como capiteles, es rica y variada, prestándose a múltiples interpretaciones -de manera individual-, aunque impera -siquiera sea, hablando de manera colectiva- la introducción catecuménica de pasajes del Antiguo y el Nuevo Testamento, así como alusiones a la avaricia y la lujuria, sobre las que se podrían discutir, al menos, en lo referente a ésta última, pues no sería la primera vez que se identifican con tal, imágenes que en realidad corresponderían con alusiones a la figura primordial que mencionábamos al comienzo de la presente: la Gran Diosa Madre. Representación, eminentemente alusiva, que encontraríamos en otros lugares de la provincia, como podría ser la potada principal de la parroquial de Délica. Interesante de mención, es también la magnífica pila bautismal, la base de cuya copa muestra unos elaborados motivos foliáceos -posiblemente referente al mundo primordial y la Antigua Religión- sobre los que se elevan unos arcos románicos, no menos elaborados, que muestran diferentes imágenes, posiblemente alusivas al consiguiente periodo de evangelización del lugar. Algunas referencias, inducen a suponer que en algún momento situado entre los siglos XII-XIII, en los que se datan la construcción del templo, se dispuso de un claustro del que, actualmente, no queda vestigio alguno. Pero sea como sea, lo importante, en este caso, no es la construcción en sí -rica en detalles y no exenta de bellezas- sino el lugar donde se ubica y lo que realmente representa.


(1) Ean Begg: 'Las Vírgenes Negras. El gran misterio templario', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1987, página 82.
(2) Recordemos la existencia de otro templo realmente interesante que se encuentra bajo la advocación de esta misma santa, la iglesia de Albendiego, en la provincia de Guadalajara.
(3) Adoradores de piedras.

jueves, 21 de marzo de 2013

Argandoña y su iglesia de Santa Columba


El siguiente pueblo, cuya visita se sugiere en la presente ruta, es Argandoña y su iglesia de Santa Columba. Podemos situar a Argandoña, aproximadamente a una veintena de kilómetros de distancia de la capital alavesa, y por su inmediata cercanía, podríamos considerarla, así mismo, como la antesala a uno de los principales Santuarios de la provincia: el de Estivaliz. Si bien los expertos califican a este templo, de planta rectangular y ábside semicircular, como perteneciente a un románico tardío, los elaborados motivos, entre otros, de sus interesantes capiteles sugieren, también, ciertas influencias de marcado origen oriental, que han provocado la sugerencia –amparada por la tradición- de que quizás, en algún momento de su longeva historia, hubiera sido o pertenecido a la Orden del Temple. Como parte de estos motivos, y perfectamente visibles en un capitel del ábside, cabe destacar la presencia de dos estrellas de David o Sello de Salomón, que también se localizan entre los elementos de otros lugares considerados como tales, con o sin documentación histórica que lo avale. Algunos ejemplos relevantes, podrían ser la iglesia de San Felipe, en Brihuega (1), provincia de Guadalajara, e incluso, la de Santa María de la Oliva, en Villaviciosa (2), provincia de Asturias.
Si tenemos en cuenta su cercanía, como hemos dicho, a un lugar eminentemente mágico –entiéndase, en el sentido de especial, antiguo y primordial- como es el Santuario de Nª Sª de Estivaliz, observaremos que la probable presencia del Temple –en cierto modo, convertidos en verdaderos guardianes y custodios de la Tradición- quedaría, a falta de documentación histórica que la avale, medianamente justificada.
Por otra parte, y dado que no es mi intención justificar la presencia o pertenencia del lugar a orden religioso-militar alguna, y sí, por el contrario, justificar una visita, avalada por el interés de sus cualidades artísticas, merece la pena observar, aunque muy modificada, la estructura original del templo, donde caben destacar la cabecera y la portada, lugares tradicionales en los que destacan todos aquellos elementos artísticos que resumen una historia, generalmente considerada como educativa, encaminada a llegar a unas gentes sencillas, muy alejadas de una cultura, a la que apenas tenían acceso algunos determinados personajes eclesiales y en la época a la que nos estamos refiriendo –siglos XII y XIII- muy pocos representantes de la nobleza. La piedra, pues, constituía ese medio vital y teóricamente imperecedero, que hacía de los templos los libros de los que se nutría un pueblo, embarcado en la gran aventura del símbolo.

Varios de los motivos más interesantes, los encontramos en el ventanal del ábside, donde, aparte de las mencionadas estrellas de David o Sellos de Salomón, se localizan otras curiosas representaciones, sobre las que realizar un interesante ejercicio de imaginación, en base a su sugerencia, como el oficiante con la estola colgando de su brazo izquierdo, ejerciendo de evangelizador; el castillo con tres torres, siendo la más alta la del medio, que se eleva sobre unos motivos foliáceos, dando a entender, en mi opinión, un sentido de asentamiento y conquista de un lugar que probablemente ya estaba habitado o fuera considerado sagrado por una cultura anterior-cosa probable, y me vuelvo a remitir a la cercanía del santuario-, sin menospreciar tampoco el pensamiento de que pudiera tratarse de un símbolo con significado similar a los denominados hombres-salvajes que se pueden apreciar en numerosos escudos nobiliarios y ayuntamentales –como puede ser el caso del que luce el Ayuntamiento de Ayllón, en la provincia de Segovia o aquél otro, impresionante, que se localiza en una antigua casona nobiliaria de la jienense ciudad de Úbeda- para denotar un sentido de antigüedad (3). A la derecha del castillo, hay una estilizada cabeza, que muestra a un individuo con un curioso peinado, labios sellados y ojos cerrados, que muestra, también, su oído derecho: ¿una referencia a la regla benita del ora et labora o, pretendiendo ir más allá, una referencia a la mudez, la sordera y la ceguera que hay que mantener frente al secreto?. Los motivos de los capiteles de la derecha, aparte de los sellos salomónicos, que ocupan el primer lugar, se ven acompañados, por inmediatez y posición, por otra cabeza, en esta ocasión femenina, a juzgar por el tocado con el que se recubre, que a diferencia de la cabeza de rasgos masculinos de la serie anterior, mantiene ocultos los oídos, sellados los labios pero abiertos los ojos, como si su mensaje fuera aquél de observa con atención, mirando con los ojos del alma. El último capitel de la serie, no menos interesante, muestra a un águila que mantiene atrapada una liebre entre sus garras. Lo celestial y lo terrenal, lo puro y lo impuro, lo perfecto y lo imperfecto, detalles que hay que ir limando, no sólo en el sentido de ganarse un lugar en el Cielo, sino también de las impurezas mundanas de las que hay que desembarazarse en el espinoso camino del Conocimiento.
Por último, añadir que, aunque elaborados también en su ejecución, en los motivos de las columnas y capiteles del pórtico principal de entrada, sobresalen –detalle bastante común en el románico de la provincia, cuyo probable origen sea netamente franco- los motivos foliáceos o vegetales, intercalados con nudos que conforman cruces, y un curioso animal –posiblemente un león, símbolo solar, entre otros complejos significados- que parece sujetar, con su garra izquierda, un curioso elemento vegetal con forma de báculo.
Acertadas o no, compartidas o no las especulaciones aquí mencionadas, siempre recomendaré practicar el ejercicio de la sugerencia cada vez que nos encontremos frente a uno de estos auténticos libros de piedra pues, aun partiendo de equívocos, no deja de ser una práctica encaminada a recuperar esa predisposición especial que tenían nuestros ancestros para acercarse al más complejo de los mundos: el del Símbolo.

(1) Cercana a otro santuario con Virgen Negra: la Virgen de la Peña.
(2) También aquí hubo proliferación de vírgenes románicas. Por ejemplo, se sabe que una de las más antiguas y veneradas -la Virgen del Portal- fue destruida a martillazos por milicianos durante la Guerra Civil, según refiere Juan Cueto Alas en su libro 'Guía secreta de Asturias', Editorial Al-Borak, S.A., 2 edición, Madrid, 1976, página 238.
(3)   Un motivo similar, donde también sobresale la torre central del castillo, nos lo encontramos en el asturiano concejo de Quirós, y más concretamente, en la iglesia de San Pedro de Arrojo, donde, presuntamente, pudieron convivir cátaros y templarios, si nos atenemos a las perceptibles “señales” dejadas por unos y otros.

martes, 12 de marzo de 2013

Lasarte: iglesia de Nª Sª de la Asunción



'El llamado pentáculo es una estrella de cinco brazos, denominada Pentalfa (del latín pentagulum o pentaculum) según las propiedades y significados que se le han atribuído, también fue conocido con el nombre de Signum Pythagoricum. La razón de dicha denominación es que, para los pitágoricos griegos que recogieron el legado egipcio, era una geometría sagrada que aludía a la armonía del cuerpo y del alma, llegando a convertirse en un emblema de salud, más tarde denominado Signum Salutatis. Éste se representaba con una figura humana inscrita en su interior, con los brazos y las piernas situados dentro de los vértices laterales e inferiores y con la cabeza en el vértice superior de la estrella' (1).

Hemos de situar Lasarte, en las inmediaciones de Álava también, a escasos dos kilómetros -tal vez menos- de la Colegiata de Armentia y como ésta, absorvida por la expansión de la ciudad. De hecho, a pesar de la cercanía, no es fácil llegar desde este punto, pues se hace necesario callejear entre un dédalo de barrios y urbanizaciones, que pueden desorientar y complicar su búsqueda. En nuestra visita, pudimos conseguirlo gracias a la amabilidad de un operario de la limpieza, que generosamente se prestó a guiarnos con su furgoneta. Aunque para mayor referencia, se puede tomar la carretera comarcal A3102, en dirección al Condado de Treviño (2).
La primera impresión que se tiene de su parroquial, que se encuentra actualmente bajo la advocación de Nª Sª de la Asunción -particularmente, pienso que es posible que no fuera así en el pasado- es la de encontrarse frente a un templo de aspecto extraño, de formas compactas, donde posiblemente destaque más la altura que el ancho, proporcionalmente hablando, circunstancia que le confiere más el aspecto de una pequeña fortaleza que de una iglesia.
Aunque se supone que hubo un templo anterior, románico, posiblemente de mediados o finales del siglo XIII -de ahí mis reticencias con respecto a la posible advocación original- los expertos coinciden en señalar el siglo XVI, como el periodo en el que se hizo la reconstrucción que muestra el templo tal y como se ve en la actualidad. Apuntando maneras góticas, pues, tampoco debe de resultarnos extraño encontrarnos con la forma, llamativamente hexagonal de su imponente torre. Forma que, de hecho, comenzó a ser familiar en numerosos templos peninsulares, sobre todo a partir de esa mencionada influencia gótica, cuyo origen, a pesar de las diferentes teorías suscitadas hasta la fecha, continúa siendo un completo enigma.
Como parte de ese singular lenguaje argótico al que se refería un no menos enigmático personaje llamado Fulcanelli (3), destaca un elemento interesante, situado a gran altura, en el lado sur. Se trata, como muestran las imágenes de los vídeos, de una forma perfecta y singular, cuyo modelo está contenido en múltiples manifestaciones de la Naturaleza: la estrella remfan, o pentalfa, también conocida, entre otros nombres -uno de ellos, sería el de pie de druida-, como Signum Pythagoricus, como menciona Xavier Musquera -descanse en paz- en el comentario que sirve de introducción a la presente entrada. Un símbolo, cuyo significado, se ha venido desvirtuando a través de las épocas, disociándolo de su pureza y de su sagrada función originales, hasta el punto no sólo de identificarlo, invertido, como un signo de adoración satánica, sino también -y el mejor ejemplo, lo tenemos en uno de los capiteles interiores de la magnífica iglesia de San Martín de Frómista- como un símbolo de malevolencia racial, que durante la Edad Media, por ejemplo, no sólo identificaba al avaro, sino que también señalaba -como la estrella de David o Sello de Salomón, en la Alemania nazi- al judío (4). Encontrarlo, pues, formando parte de un templo cristiano (5), tal y como lo vemos aquí, no debería causarnos demasiado asombro. De hecho, forma parte de ese entramado invisible, pero real, que dentro de la denominada geometría sagrada, se localiza, entre otros relevantes lugares, en numerosos pórticos de acceso al templo. Aparte de las pentalfas o estrellas remfan visible más conocidas, como puedan ser aquellas dos que se localizan en el transepto de la ermita de San Bartolomé, en el Cañón del Río Lobos en su parte soriana, reseñable podría ser, no obstante, aquélla otra, poco menos que muy similar a ésta de Lasarte, que se puede ver en la iglesia de San Miguel, en el pueblo cacereño de Tejeda de Tiétar (6), en cuyas inmediaciones, como en ésta provincia de Álava, también se detectan rastros de la cultura megalítica.


De la primitiva fábrica románica, no parece haber sobrevivido gran cosa, aunque románicos, y de excelente calidad, por cierto, sean los dos ventanales que se pueden contemplar, también en su lado sur. A tal respecto, los especialistas intuyen, que dichos ventanales, que contienen lo que parecen figuras representativas del apostolado, además de los típicos motivos de índole vegetal, podrían pertenecer, después de todo, a la Colegiata de Armentia. Detalle que nos hace pensar, que en algún momento de la historia moderna, ésta pudo servir como 'cantera' de la que se fueron nutriendo, progresivamente, algunos templos de los alrededores.

 
(1) Xavier Musquera: 'Ocultismo Medieval', Ediciones Nowtilus, S.L., 1ª edición, junio de 2009, página 234.
(2) Siempre ha existido una rivalidad histórica en cuestión de pertenencia, entre Álava y Burgos. En la actualidad, se ha retomado la arcana disputa y parece ser que se está planteando la posibilidad de un referéndum donde los habitantes decidan a cual de las dos provincias desean pertenecer.
(3) Para mayor información, se recomienda la lectura de sus singulares obras: 'El misterio de las catedrales' y 'Las moradas filosofales'.
(4) Vuelvo a dar mis más sinceras gracias a Laura Alberich, nuestra estimada Baruk, quien tuvo el detalle de comentármelo precisamente mientras nos encontrábamos en el interior del emblemático templo de San Martín, en Frómista, antes de continuar hacia Villalcázar de Sirga y Carrión de los Condes, en ese tramo singular del Camino Jacobeo a su paso por la provincia de Palencia.
(5) Oportuno resulta, comentar que bajo la forma de Signum Salutatis -con una figura humana en su interior- se localiza en el tímpano principal de la iglesia de Nª Sª de la Asunción, en Leache, Navarra.
(6) Si bien es cierto, que por fuera, la estrella remfan de la iglesia de San Miguel, en Tejeda de Tiétar, es prácticamente igual a ésta de Lasarte -por desgracia, este detalle no pude comprobarlo al no poder acceder- también lo es el significativo detalle de que, vista desde el interior del templo, se acompaña de una segunda estrella remfan, mucho más fina que la principal, que tiene la punta invertida hacia abajo. Punta hacia arriba, punta hacia abajo: ¿no nos recuerda esto, después de todo, el famoso axioma de Hermes Trismegisto, que dice que lo que hay arriba es igual a lo que hay abajo?. ¿Acaso, los antiguos celtas, y con ellos más culturas, no sabían que había corrientes subterráneas a las que llamaban wouivres y corrientes astrales, que obedecían al nombre de dragón?.