Añúa: iglesia de la Natividad de Nª Sª
Perteneciente también al municipio de Elburgo, el siguiente templo cuya reseña merece especial atención en esta ruta, es el de la Natividad de Nª Sª, en la pequeña localidad de Añúa. Un templo que, aunque muy reformado a lo largo de los diferentes periodos históricos, contiene ya en su constitución elementos protogóticos de transición, que muestran interesantes reseñas simbólicas, como no podía ser menos, si tenemos en cuenta que hablamos de un lugar que estuvo muy ligado a las peregrinaciones jacobeas, ya que por él transcurría –y aún transcurre- ese ancestral camino denominado como Vasco del interior.
Llama poderosamente la atención, por otra parte, la forma hexagonal de su ábside. Una forma que, después de todo, no es ajena a algunas construcciones de la provincia, siendo uno de los ejemplos más notables, el imponente ábside de la iglesia parroquial de Lasarte, lugar que hemos de situar en las inmediaciones de la capital alavesa y a apenas a poco más de un kilómetro de la insuperable aunque malograda Colegiata de Armentia.
Tal vez el detalle de formar parte de ese camino jacobeo, sirviera de inspiración, en el fondo a los canteros que, a la postre, dejaron un considerable número de ornamentos artísticos de complejo y a la vez rico simbolismo. Entre ellos, aparte de la presencia de la vaca (1) –tema muy presente, sobre todo en el románico norte peninsular- posiblemente destaque, dada su complejidad y también, porque bajo mi punto de vista, no es muy frecuente de encontrar, la figura tremendamente significativa del bufón. Equiparable a esa enigmática figura, que dentro de la baraja de Tarot se conoce como el Loco, el bufón nos ofrece una llamada de atención, y a la vez, un guiño del cantero que nos avisa de que a veces –o quizás más a menudo de lo que nos imaginamos-, las apariencias engañan; sobre todo, si tenemos en cuenta, que detrás de esa burlesca, estrambótica apariencia, se esconde una sabia personalidad, cuyo mensaje –argótico, después de todo-, debe de ser cuidadosamente analizado. Curiosamente, su posición, al lado de la vaca, puede resultar, de alguna manera, también significativa.
Aves y serpientes, incluidos dragones alados –representatividad del binomio cielo y tierra- también están presentes en este templo de Añúa, donde inclusive los canteros añadieron un toque de picaresca erótica y hasta es posible que el Magister se representara a sí mismo, empuñando una pica. Así mismo, común a la temática desarrollada en numerosos templos de la provincia, los motivos vegetales o foliáceos cuentan también con una variopinta diversidad. Interesante, como colofón a esta breve aproximación a la simbólica aquí desarrollada, comentar la presencia de un animal de rica simbología, como es el lobo (2).
Por último, reseñar que la portada nos muestra, como motivos principales de ornamentación, caras humanas y motivos vegetales.
Llama poderosamente la atención, por otra parte, la forma hexagonal de su ábside. Una forma que, después de todo, no es ajena a algunas construcciones de la provincia, siendo uno de los ejemplos más notables, el imponente ábside de la iglesia parroquial de Lasarte, lugar que hemos de situar en las inmediaciones de la capital alavesa y a apenas a poco más de un kilómetro de la insuperable aunque malograda Colegiata de Armentia.
Tal vez el detalle de formar parte de ese camino jacobeo, sirviera de inspiración, en el fondo a los canteros que, a la postre, dejaron un considerable número de ornamentos artísticos de complejo y a la vez rico simbolismo. Entre ellos, aparte de la presencia de la vaca (1) –tema muy presente, sobre todo en el románico norte peninsular- posiblemente destaque, dada su complejidad y también, porque bajo mi punto de vista, no es muy frecuente de encontrar, la figura tremendamente significativa del bufón. Equiparable a esa enigmática figura, que dentro de la baraja de Tarot se conoce como el Loco, el bufón nos ofrece una llamada de atención, y a la vez, un guiño del cantero que nos avisa de que a veces –o quizás más a menudo de lo que nos imaginamos-, las apariencias engañan; sobre todo, si tenemos en cuenta, que detrás de esa burlesca, estrambótica apariencia, se esconde una sabia personalidad, cuyo mensaje –argótico, después de todo-, debe de ser cuidadosamente analizado. Curiosamente, su posición, al lado de la vaca, puede resultar, de alguna manera, también significativa.
Aves y serpientes, incluidos dragones alados –representatividad del binomio cielo y tierra- también están presentes en este templo de Añúa, donde inclusive los canteros añadieron un toque de picaresca erótica y hasta es posible que el Magister se representara a sí mismo, empuñando una pica. Así mismo, común a la temática desarrollada en numerosos templos de la provincia, los motivos vegetales o foliáceos cuentan también con una variopinta diversidad. Interesante, como colofón a esta breve aproximación a la simbólica aquí desarrollada, comentar la presencia de un animal de rica simbología, como es el lobo (2).
Por último, reseñar que la portada nos muestra, como motivos principales de ornamentación, caras humanas y motivos vegetales.
(1) El tema de la vaca, tiene en esta iglesia de la Natividad de Añúa, una relevancia especialmente intensa. Se observa en numerosas ocasiones, incluso a modo de pequeñas cabezas asomándose entre la vegetación, quizás como reseña a los antiguos cultos, donde este animal tenía una relevancia más que importante, que puede ser un tema extenso como para ser tratado aparte.
(2) Entre otros, el lobo fue uno de los animales adoptados por algunas logias canteras medievales. También, fue el compañero –posteriormente sustituido o cristianizado por la figura del perro- de santos de mistéricas connotaciones, como San Roque, San Lázaro e incluso, Santa Quiteria. En la mitología celta, era el animal representativo del dios Lug.
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