El monasterio de Veruela y la inspiración de Gustavo Adolfo Bécquer / The Veruela monastery and the inspiration of Gustavo Adolfo Bécquer
Sigue estando como Gustavo Adolfo Bécquer lo conoció: seductor para el romántico; misterioso para el turista que lo visita por primera vez e indiferente para el insensible, cuya visión no va más allá de ver en él un conjunto más o menos bien ensamblado de piedras viejas. Agonizaba Bécquer, diríase, que, en solidaria sintonía con un siglo, el XIX, donde los viajes en diligencia todavía invitaban al viajero a probar la miel y la hiel de los polvorientos caminos, cuando el destino -ese perverso Fatum de las tragicomedias griegas- le invitó a saborear el hechizo de este encantado lugar, situado a la vera de uno de los montes más espectaculares y por defecto, enigmáticos de la Geografía Sagrada española: el Moncayo. Si para entonces la cutrez del periodismo de sociedad había sido el talón de Aquiles de un método de expresión que amenazaba con convertir al futuro literato en reo de la monotonía, la indiscreción de los vientos que descendían con salvaje verbigracia de las cumbres nevada...