sábado, 13 de marzo de 2010

Vallejo de Mena: iglesia de San Lorenzo


Posiblemente mayor en importancia que la iglesia de Santa María de Siones, tanto para el peregrino como para los deseos arquitectónicos de sus constructores, el templo de San Lorenzo, situado en el cercano pueblecito merindés de Vallejo de Mena, ofrece detalles de especial relevancia, no sólo referidos a la magnífica portada que luce en su venerada Puerta del Perdón, sino también, en todo lo referido al ámbito de su conjunto que, según parece, y seguramente por falta de medios económicos, no alcanzó la categoría de colegiata, cuando no de catedral, como se pretendía en un principio.

Detalles, como decía, que, en menor medida, quizás, que la Puerta Especiosa del monasterio navarro de Santa María de Leyre -por citar un ejemplo de cierta relevancia- constituyen un auténtico compendio simbológico que merece la pena considerar, pues no en vano nos hallamos frente a otra fascinante e importante construcción religiosa, foco de reunión de peregrinos en este ramal secundario del Camino de las Estrellas.

De manera similar a como ocurre en Siones con la iglesia de Santa María, sobre el templo de San Lorenzo pende también una hipotética espada de Damocles, balanceándose, con o sin razón, con una no menos hipotética y alargada sombra, cuya historia, al menos en lo referente a ese génesis incierto, aunque comúnmente aceptado por los historiadores, que se remonta al año 1118, siendo por entonces rey de Jerusalén, Balduino II. Me refiero, como no podía ser menos, a la sombra alargada y terriblemente escurridiza de los Pauperes Commilitones Christi Salomonis Templi o Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, conocidos como templarios.

Si bien es cierto -como tuve ocasión de constatar en agosto del año pasado- que puede hallarse alguna cruz paté en la fachada del templo, así como alguna estela funeraria de similar afiliación en su interior -al contrario que en la iglesia de Santa María de Siones- aquí, sin embargo, sí existe constancia que avala la pertenencia -por herencia o donación- a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, tal y como figura en una losa sepulcral del siglo XIV, localizada, así mismo, en el interior del templo. Dicha losa, contiene la reveladora inscripción: Donna Endrequina a Hierusalem...


Pero tampoco ésta, en mi opinión, resulta una cuestión de imperante relevancia; no más, en realidad, que el lugar de ubicación y la riqueza inherente a su importante simbolismo. Simbolismo que, comparativa y cercanamente hablando, no tiene nada que evidiar al de la vecina iglesia de Santa María. De hecho, ambos templos constituyen el referente principal, junto con la portada de la iglesia de San Pedro, en El Vigo, del románico de este Valle de Losa.


Dentro de la idiosincracia particular a esta división territorial conocida como las Merindades burgalesas, el Valle de Mena goza de algunas características, sean o no circunstanciales, que merece la pena revisar, siquiera sea de una manera aleatoria y somera. No en vano, dentro de su demarcación territorial se encuentra Taranco y la polémica que, como tuve ocasión de comprobar hace algún tiempo, suscita la inscripción que recuerda que fue precisamente allí, donde se constató por primera vez por escrito el nombre de Castilla y donde, así mismo, el tiempo no ha respetado el menor vestigio del arcano monasterio que se fundó, no muy lejos, se cree, del lugar donde se levanta actualmente el monumento conmemorativo de dicho evento, apócrifo, en opinión de algunos.
Como Siones, Vallejo de Mena se alza al pie de la Sierra de la Peña, curiosa advocación, bajo mi punto de vista, pues no son pocos los lugares y santuarios que, llevándola, indican o indicaban en el pasado la presencia de una Virgen Negra. También resulta, o puede resultar interesante, su vecindad con otro de los valles emblemáticos de las Merindades y el que posiblemente sea el templo más misterioso y desconcertante de todos: San Pantaleón de Losa.
Feliz circunstancia, así mismo, radica en el detalle de que tanto este templo de San Lorenzo, como el de Santa María de Siones y el de San Pedro de El Vigo, están parroquialmente a cargo de don Bernardino, párroco que, como afirmaba en la entrada dedicada a la iglesia de Santa María de Siones, merece, por el amor y dedicación que presta a sus iglesias, el calificativo de Último Custodio.
Visto globalmente, el templo de San Lorenzo semeja una sólida fortaleza, bajo cuya sombra se apiñan las variopintas casitas de un pueblo decididamente montañés, cuyas raíces habría que buscar, con toda probabilidad, en ese oscuro episodio histórico conocido como Neolítico, cuyos vestigios, pervivientes en forma de estructuras megalíticas -dólmenes, sepulcros de corredor y cámaras simples bajo túmulo, entre otros- aún pueden verse en las proximidades.
Se supone que su construcción se inició en el primer tercio del siglo XIII, destacando, sobre todo, sus tres portadas, de las cuales es particularmente llamativa por su riqueza artística, la portada de poniente, a la que aludíamos al principio como Puerta del Perdón, aunque se denomina, en realidad, Puerta de San Juan.
Cabe destacar, también, varios detalles iconográficos que se localizan, así mismo, en la cercana iglesia de Santa María de Siones. Tales motivos son, por ejemplo, las contínuas alusiones al Árbol de la Vida, detalle iconográfico que en este templo de Vallejo se localiza, en cantidad, en el interior, al contrario que en el templo de Siones, donde forman parte de los motivos escultóricos de los capiteles de la puerta principal; el motivo de la mano, cuyos dedos en Vallejo señalan hacia arriba, hacia el cielo, mientras que los dedos del canecllo absidal de la iglesia de Siones, señalan hacia abajo, hacia la tierra; la serpiente, interesante detalle iconográfico que se localiza en ambos templos, tanto en solitario, como en dualidades entrelazadas, formando el símbolo del infinito, cuando no aludiendo al número 8; la espiral, o mejor dicho, la doble espiral, constituye, desde luego, otro interesante símbolo que cabe destacar, al menos en este templo de Vallejo, y que recuerda, de alguna manera posiblemente soslayada, esos caminos iniciáticos o laberintos sagrados, afines a algunas catedrales.
En definitiva, un templo que conserva numerosos atractivos, siendo, posiblemente, el mayor de sus secretos, ese mensaje criptográfico al que hacíamos referencia, y que, como muy bien indican fuentes de Salud y Románico, no parece guardar relación con la advocación santoral por la que es conocido.

domingo, 7 de marzo de 2010

Siones: enigmática iglesia de Santa María



'A los pies de los Montes de la Peña, Siones guarda otro templo espléndido, en el que se muestran detalles de excelsa maestría. Su historia es casi desconocida, lo que añade un sugerente enigma a la elegante estampa arquitectónica que exhibe'.

[Javier Sainz Saiz: 'El Románico en Burgos', Ediciones Lancia, 2ª edición, 2005]

Las Merindades burgalesas, una región verdaderamente especial, que atesora, avara y recogida sobre sí misma, numerosas maravillas histórico artísticas, así como un número inimaginable de fascinantes misterios, a ellas asociados. Nombres como San Lorenzo de Vallejo, Santa María de Siones, San Pedro de Tejada o San Pantaleón de Losa producen en sí mismos una curiosa vibración; una silenciosa e incomprensible llamada de atención, que reta a todo aquél -sin importar los motivos que le lleven a rondar por allí- a encontrar respuestas a sus múltiples y perdurables adivinanzas históricas.
Cualquiera de ellas, en esencia, contiene la suficiente cantidad de símbolos, claves y mensajes subliminales como para desconcertar al investigador más versado. Por si esto no fuera poco, las leyendas sobre el Santo Grial son tan abundantes -con o sin sentido- que una tarjeta de visita no desmerecería, desde luego, presentando a la región como sus griálicas Merindades.
La nomenclatura, desde luego, juega un papel importante, y ha sido a través de ella, entre otras cosas, como se han ido gestando numerosos mitos. Tal vez el nombre del pueblo en el que se asienta tan magnífica y a la vez desconcertante iglesia de Santa María, Siones, y su cercanía a una sierra de nombre no menos sugestivo -de la Magdalena- así como algunos símbolos de supuesta trascendencia que se localizan en el interior del templo, hayan sido los detonantes ideales para hacer estallar una bomba protohistórica que, aunque pudo haber sido plausible -tampoco es cuestión de descartar nada a priori- no hay, sin embargo, documentación fiable y en suficiente cantidad que la avale. Me refiero a la relación del Temple con el lugar.
Por el contrario, sí parece haber una cierta y reveladora veritas, en la hipótesis aportada recientemente por Laura Alberich y Manuel Gila quienes, etimológicamente hablando, observan en el nombre de Siones, una deformación del nombre original del lugar, Sant-Ioannis; es decir, San Juan: Santa María de San Juan (1).
Si pretendiera rizar el rizo, podría afirmar, alegremente, que tal relevante descubrimiento no iría en modo alguno en contra de la teoría templaria, pues hipotéticamente hablando e independientemente de referirse a uno u otro -Bautista o Evangelista- ambos formaban parte importante del santoral particular de estos milites Christi, pues no en vano los dos Juanes representan, de forma determinante y simbólica, los dos solsticios.
Bien es cierto, así mismo, que pocas iglesias románicas conservan aún intacta en su interior tan extensa, y a la vez increíble simbología. Y pocas, he de añadir, a título personal, capaces de mantener a raya a tanta figura pagana, cuando no de origen demoníaco, como las que tuve ocasión de contemplar el pasado mes de agosto y que se pueden ver perfectamente en el vídeo que ilustra la presente entrada.
No obstante, y a pesar de que me quedaron numerosas incógnitas -incógnitas que, he de confesar, aún se mantienen vigentes a día de hoy- lo que más me impactó, de hecho, no fueron los templarios; ni tampoco los hospitalarios, de más probable presencia en Santa María; ni siquiera saber que me encontraba en un ramal secundario del Camino de las Estrellas. No. Lo que más me impactó -y en la elección hago acopio de las palabras de Manuel Gila- fue conocer al párroco de Siones, don Bernardino. Conocerle, hablar con él y observar la preocupación por su parroquia y por desentrañar también esas claves que, a fin de cuentas, son una herencia olvidada, pero que nos pertenece a todos, me hizo saber que, posiblemente, me encontraba en presencia del que bien, muy bien pudiera denominarse, el Último Custodio.
Santa María, por fortuna y sin restar mérito alguno a don Bernardino, sigue estando ahí. Y, evidentemente, todos sus enigmas, sus claves, sus misterios y enseñanzas, también. Como ocurre con todas las cosas en esta vida, la observación es primordial. De manera, Caminantes, que si alguna vez pasáis por allí, no cometáis el error de verla como un hermosa pero vieja iglesia, sino como un libro abierto que espera impaciente volver a ser leído por cuantos más lectores mejor.
Y un pequeño consejo: templarios y hospitalarios, en el fondo, son irrelevantes.
(1) Emplazo a toda persona que desee profundizar en el tema, a visitar el siguiente enlace: