viernes, 22 de octubre de 2010

Villanueva de Nía, Cantabria: iglesia de San Juan Bautista

Si hay algo tan reseñable de ésta pequeña población cántabra, situada apenas a 21 kilómetros de Aguilar de Campóo, además de su iglesia dedicada a la figura de San Juan Bautista, es -y se me llena la boca cuando lo digo- la amabilidad y la confianza que sus habitantes -o al menos, una parte de ellos- depositan en los forasteros. Hasta tal punto es así, que no dudan en dejar la llave de la iglesia, consiguiendo que el maravillado, afortunado investigador saboree a placer las pequeñas maravillas que se ocultan en su interior.

Semejante detalle, desde luego, dice mucho en favor del carácter de este pueblo -referido en toda la amplitud del término pueblo- y redime incidentes como el ocurrido, por ejemplo, en la Colegiata de Santa Cruz, situada en la vecina localidad de Castañeda. Tema, por otra parte, del que ya hice mis apreciaciones en su momento, y del que no tengo nada más que decir.
Como en casi todos los templos de Cantabria que tuve ocasión de visitar durante mis cortas, aunque intensas vacaciones de verano, la nota quizás más reseñable de la iglesia de San Juan Bautista, no es otra que continuar con una corriente erótica -en algunos casos, superlativa- que define, bajo mi punto de vista, una parte primordial de la temática románico-cántabra.
Ahora bien, en éste caso en concreto, y tal y como magistralmente apuntó el inapreciable amigo SYR cuando comentaba el tema en relación a la colegiata de Cervatos, la polémica -si es que tal cosa existe- surgiría en relación con las concepciones filosóficas de los constructores. Aludía Syr a las diferencias morales relacionadas con los mozárabes, de alguna manera afines al concepto de felicidad y paraíso islámico con que se relaciona el sexo, al contrario que en la más pura ortodoxia cristiana, en la que éste es sinónimo, pura y llanamente, de pecado; aunque también sería bueno comentar que la Iglesia, en ciertos periodos históricos que en muchos ámbitos ciertamente se consideraban oscuros, aunque lo condenaba, miraba también para otro lado consciente, imagino, de que apretar aún más a un pueblo ya de por sí bastante ahogado en su propio vasallaje, podía acarrear desagradables consecuencias, como, por ejemplo, una rebelión que ni a clérigos ni a nobles interesaba.
En realidad, y llegados a este punto, mientras que en el resto de las iglesias visitadas la temática erótica quedaba de puertas para afuera, en el caso que nos ocupa, la particularidad estriba en que también ésta acapara la atención -y hasta cierto punto, la perplejidad- por hallarse de puertas para adentro. Tan adentro, me atrevería a decir, que ocupa un lugar preeminente en uno de los capiteles cercanos al altar. Y dicha perplejidad viene dada, sobre todo, porque más que el tema erótico en sí, desconcierta la carnal intencionalidad que se desprende de la cortesana en cuestión, impúdicamente abiertas piernas, mostrando un sexo que llama a gritos ser penetrado por un varón.
Curiosamente, ésta misma imagen iconográfica, forma parte del conjunto exterior, generalmente representado por canecillos, de varias iglesias de la región, siendo también apreciable en algunas otras regiones vecinas, como Palencia. Y aunque las comparaciones pueden llegar a ser odiosas, podía servir de referente para hablar de una escuela o un maestro determinados, de igual manera, en mi opinión, a como los motivos de la bailarina y de la Anunciación -entre otros, como los ojos- identifican al llamado Maestro de Agüero, también conocido como de San Juan de la Peña.

martes, 19 de octubre de 2010

Argomilla, Cantabria: iglesia de San Andrés

Situada relativamente cerca de Castañeda y Torrelavega, a 106 kilómetros de Bilbao y 202 kilómetros de Oviedo, Argomilla continúa, en su iglesia románica de San Andrés -declarada Bien de Interés Cultural en 1982-, con la tradición característica a numerosos templos de la región, cuyo nexo de unión más evidente, por denominarlo de alguna manera, parece estar basado en la ilustración erótica, contenga ésta o no, influencias de índole mudéjar o mozárabe en su desarrollo, con la posible filosofía que tal influencia pueda llevar detrás, o lleve incluso implícito algo más que un simple mensaje de referencia a lo carnal y el pecado.


Si bien es cierto que en el desarrollo elemental de algunos canecillos se continúa con la temática obscena, grotesca y desproporcionada seguida, en cuanto a forma y dimensión, por los canteros de Cervatos, por ejemplo, sorprende, no obstante, que en este templo, el o los canteros que labraron los canecillos, aplicaron también la sutileza como vehículo de expresión para señalar lo evidente, como demuestra la figura de la fotografía número 2.
Figura, por otra parte, que parece implicar o añadir cierta relevancia al acto procreador, pues se repite numerosas veces, como formando parte ineludible de un ciclo particular, cuya clave, probablemente, haya fenecido hace siglos con la imaginación o el sentimiento espiritual particular de su artífice en el momento en el que procedió a su labra.


Tampoco el tiempo, cuando no los hombres, parecen haber sido genuinamente benignos, pues en su estructura se observan modificaciones que, con el correr de los siglos, han ido alterando su primigenia estructura. Como en el caso de Yermo, ésta iglesia de San Andrés se eleva sobre uno de los montes que dominan el pueblo; y aunque actualmente resulta imposible no ver la mano del hombre, restando cada vez más parcelas de monte para transformarlas en tierras de pasto y labrantío, observando lo que todavía sobrevive, bien pudiéramos imaginarnos el entorno tal y como era en la época en que se levantó la iglesia; un entorno indudablemente boscoso, salvaje y tan espeso como boca de lobo.

Esto no es óbice, en absoluto, para que, tanto iglesia como entorno, gozaran de cierta relevancia, como demuestran los sarcófagos de piedra que, a modo de piezas de museo, se conservan en una sala ajena al conjunto del templo; lugar y sarcófagos que, presumiblemente, pertenecían a la antigua abadía que se levantaba en el actual emplazamiento de la iglesia de San Andrés, y de la que apenas queda rastro.

Frente a ésta, se alza un antiguo palacete -ignoro, en realidad, si se trata del llamado Palacio de Ceballos o el Caballero- que, entre otras funciones, se utiliza para la guarda de aperos agrícolas y también como cuadra donde cobijar al ganado, vacas principalmente.

Dado que tampoco tuve ocasión de poder visitar el interior de la iglesia, continúo con mis impresiones de la misma, centrándolas en los motivos artisticos y culturales del exterior, como son las filas y motivos de sus canecillos.

Éstos podrían definirse, a grosso modo, y siguiendo una pequeña división de temática y contenido aparente, en:

- eróticos: grotescos y desproporcionados, en cuanto al tamaño y dimensión de los miembros viriles de hombres y animales, y también de cierta sutileza, como el ya citado e ilustrado con la fotografía número dos.

- crucíferos: no es el primer canecillo con una cruz que se observa en iglesias de la región. Al respecto, cabe destacar otro, más sencillo en su elaboración, que se halla por encima del pórtico principal de la iglesia de San Cipriano, en la también localidad cántabra de Bolmir.

- plantas, animales y monstruos, entre los que destaca aquél que muestra a una fiera, posiblemente un león, por su aspecto, devorando a un personaje que parece tener las manos atadas a un poste y que tal vez suponga una alegoría al martirio sufrido en Roma por los primeros cristianos, rememorando el mito de Daniel. Ese, al menos, podría ser su sentido exotérico, porque el león -si en realidad se trata de tal animal- en ocasiones representativo de la figura de Cristo, es también símbolo de Conocimiento y Sabiduría.

Aparte de éstos, y generalmente representando conceptos relacionados con la lujuria y el pecado, este templo de San Andrés nos ofrece, también, un curioso ejemplar de sirena que, según la opinión de Baruk (recomiendo leer su interesante aportación: 'Regeneración de un concepto: el canto de la syrenita románica) ofrece la peculiaridad, poco corriente, de estar contenida en el interior de una mandorla (ver comentarios).

Otra de las interesantes particularidades que se pueden observar en el exterior, es la presencia, aparentemente como marca cantera -sorprende, no obstante, la ausencia total o parcial de ellas- de un singular símbolo de maestría, elemento esencial en prácticamente todos los fundamentos de la denominada Geometría Sagrada y señal de reconocimiento entre hermandades compañeriles: la estrella de cinco puntas o pentalfa.

Estos son sólo algunos de los pequeños misterios que harán las delicias del investigador, quien, no obstante, podrá disfrutar también, en su visita, de un agradable entorno donde naturaleza y magia están estrechamente ligados, que no es otro que el que rodea tanto a la iglesia como a la población.