Un monasterio privado: San Antolín de Bedón
'Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño...' (1) S u ubicación, en un prado cercano a la costa, rodeado de monte y bosque, en las cercanías de la desembocadura del río Bedón, hacen del lugar un pequeño remanso de paz, que se ve alterado, desgraciadamente en la actualidad, por el cercano viaducto de la autovía que conecta Oviedo con Santander. Una autovía que, paradójicamente, se corta, tal cual, unos diez kilómetros más adelante, en la pintoresca y marinera población de Llanes, para convertirse, otra vez, en primigena carreterilla nacional de dos carriles, uno de ida y otro de vuelta. Como la gran mayoría de monasterios, los orígenes de San Antolín de Bedón están envueltos en ese dulce líquido amniótico que, co