
No me parece totalmente ilícito, por otra parte, barajar la hipótesis de que, como se ha detectado en otros lugares de similares características -supóngase, como ejemplo, la ermita de la Vera Cruz, de Maderuelo- ésta ermita de San Juan pudiera haber albergado también un Lignum Crucis, custodiado y venerado no sólo por templarios, sino también por fieles y peregrinos. Pero, objetivamente, he de reconocer que no dispongo de referencias ni pruebas en tal sentido, y reafirmo que se trata tan sólo de una impresión personal, sobre la que indagar en el futuro.
De planta rectangular, dispone de una sencilla portada en el lado sur, sin ornamentos y con forma de cerradura, no exenta de cierto aire musulmán -muy similar a la que permite el acceso al interior de la ermita de San Baudelio de Berlanga, en Soria-, así como de otra portadilla, en el lado norte, muy cerca de la zona absidal, en la que se aprecia que la tierra ha ido ganando terreno a la planta de la ermita con el transcurso del tiempo. Tanto en uno, como en otro lado, dispone de una fila de canecillos completamente lisos.
A través de la estrecha abertura de sus ventanales, se puede apreciar una pequeña parte del interior del ábside. En ella, se vislumbra la parte superior de un retablo, probablemente barroco y muy deteriorado, así como restos de pinturas en las paredes, que muestran motivos florales y geométricos -cuadrados que encierran rombos en su interior- probablemente realizados o repintados sobre pinturas originales.
Zona eremítica en tiempos -algunos suponen que el nombre del pueblo deriva de Sancho Mercatero, eremita con fama de santidad, que habitó en las cuevas de la zona- el lugar fue escenario de contiendas de cierto relieve entre moros y cristianos, así como también de avatares históricos que dejaron en los laúdes de los juglares, epopeyas legendarias, como la de Doña Lambra y los Siete Infantes de Lara. De la nobleza de los contendientes, quedan blasones, distribuídos por algunas de las casas del pueblo, testimonio y representación de apellidos ilustres como Herreros, Acuña y Marañones.
(1) Por su forma, una de ellas recuerda a otra muy similar, que se localiza en una de las columnas del claustro del monasterio soriano de San Juan de Duero.