Compostela y el mito del eterno retorno / Compostela and the myth of the eternal return
Más de dos mil años después de los sucesos sobrenaturales
que constituyeron el preámbulo de uno de los grandes hitos de Occidente, como
fue el descubrimiento de los supuestos restos del Apóstol Santiago el Mayor en
un oscuro rincón de un bosque, el de Libredón, en el que, milenios antes de asentarse
el Cristianismo, los sacerdotes celtas, los druidas, recolectaban el muérdago
con sus hoces de oro, Compostela continúa siendo esa fuente inagotable de
misterios y de enigmas trascendentales, donde, tarde o temprano, termina
recalando todo buscador, no ya de lo insólito, sino de una sabiduría ancestral,
que, lejos de dejarse leer como un libro abierto, tal y como afirmaba Miguel de
Unamuno con respecto a la sublime catedral de León, mantiene su obstinada
posición de desafío, cual otra Esfinge impasible, esperando al atrevido Edipo
capaz de salir airoso de la prueba de admisión a los misterios, que es siempre
ese símil de código rebuscado que recibe el nombre de acertijo.
Fueran reales o imaginarias las andanzas de un notable alquimista medieval, Nicolás Flamel, lo cierto es que su búsqueda de la Piedra Filosofal -que, como ocurre, por ejemplo, con las historias del Grial, nadie termina todavía de ponerse de acuerdo acerca de qué era, en realidad- terminaba también aquí, en este lugar que a todos nos atrae, de alguna manera, con su inequívoco magnetismo. Y posiblemente fuera también aquí, no precisamente en el espectacular Pórtico de la Gloria, del Maestro Mateo, sino en otro pórtico menos grandioso en esencia, pero mucho más críptico y misterioso, el de Platerías, realizado por el Maestro Esteban, donde, a la vista de esa otra Opus Magnum, señalada por las representaciones de la creación del hombre -saliendo del nigredo del barro- la posterior expulsión del Paraíso, una vez puestos en circulación los opuestos por el mundo, la música de las esferas interpretada por un impertérrito rey David -tan misteriosa, en el fondo, como la famosa sonrisa de la Gioconda- y la presencia de una no menos enigmática mujer muerta que sostiene una calavera entre sus manos, capítulos, todos, desarrollados a la vera de la figura de un demiurgo de especulativa influencia cátara, hacen, posiblemente, que Compostela continúe siendo, lejos de una meta envuelta por las espectaculares brumas de sus gigantescos incensarios, el mejor ejemplo de un mito, el del eterno retorno, del que hay que partir y al que hay que regresar, siempre en busca de un saber perdido.
More than
two thousand years after the supernatural events that constituted the preamble
to one of the great milestones of the West, such as the discovery of the
supposed remains of the Apostle Santiago the Greater in a dark corner of a
forest, that of Libredón, in the that, millennia before Christianity was
established, the Celtic priests, the druids, collected the mistletoe with their
golden sickles, Compostela continues to be that inexhaustible source of
mysteries and transcendental enigmas, where, sooner or later, every seeker ends
up landing, not no longer of the unusual, but of an ancestral wisdom, which,
far from being read like an open book, as Miguel de Unamuno stated with respect
to the sublime cathedral of León, maintains its stubborn position of defiance,
like another impassive Sphinx, waiting for the daring Oedipus capable of
successfully passing the admission test to the mysteries, which is always that
simile of a far-fetched code that is called a riddle.
Whether the
adventures of a notable medieval alchemist, Nicholas Flamel, were real or
imaginary, the truth is that his search for the Philosopher's Stone - which, as
happens, for example, with the stories of the Grail, no one has yet fully
agreed on what was, in reality - also ended here, in this place that attracts
us all, in some way, with its unmistakable magnetism. And possibly it was also
here, not precisely in the spectacular Portico of Glory, by Maestro Mateo, but
in another portico less grandiose in essence, but much more cryptic and
mysterious, that of Platerías, made by Maestro Esteban, where, at the view of
that other Opus Magnum, marked by the representations of the creation of man -
emerging from the nigredo of clay - the subsequent expulsion from Paradise,
once the opposites were put into circulation throughout the world, the music of
the spheres performed by an undaunted king David - as mysterious, in the end,
as the famous smile of the Mona Lisa - and the presence of a no less enigmatic
dead woman who holds a skull in her hands, chapters, all, developed alongside
the figure of a demiurge of speculative Cathar influence, possibly make
Compostela continue to be, far from a goal enveloped by the spectacular mists
of its gigantic incense burners, the best example of a myth, that of the
eternal return, from which we must depart and to which we must return, always
in search of lost knowledge.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo
acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están
sujetos a mis Derechos de Autor.
NOTICE:
Both the text and the accompanying photographs are my exclusive intellectual
property and are therefore subject to my Copyright.
Comentarios