Argandoña y su iglesia de Santa Columba
El siguiente pueblo, cuya visita se sugiere en la presente ruta, es Argandoña y su iglesia de Santa Columba. Podemos situar a Argandoña, aproximadamente a una veintena de kilómetros de distancia de la capital alavesa, y por su inmediata cercanía, podríamos considerarla, así mismo, como la antesala a uno de los principales Santuarios de la provincia: el de Estivaliz. Si bien los expertos califican a este templo, de planta rectangular y ábside semicircular, como perteneciente a un románico tardío, los elaborados motivos, entre otros, de sus interesantes capiteles sugieren, también, ciertas influencias de marcado origen oriental, que han provocado la sugerencia –amparada por la tradición- de que quizás, en algún momento de su longeva historia, hubiera sido o pertenecido a la Orden del Temple. Como parte de estos motivos, y perfectamente visibles en un capitel del ábside, cabe destacar la presencia de dos estrellas de David o Sello de Salomón, que también se localizan entre los elementos de otros lugares considerados como tales, con o sin documentación histórica que lo avale. Algunos ejemplos relevantes, podrían ser la iglesia de San Felipe, en Brihuega (1), provincia de Guadalajara, e incluso, la de Santa María de la Oliva, en Villaviciosa (2), provincia de Asturias.
Si tenemos en cuenta su cercanía, como hemos dicho, a un lugar eminentemente mágico –entiéndase, en el sentido de especial, antiguo y primordial- como es el Santuario de Nª Sª de Estivaliz, observaremos que la probable presencia del Temple –en cierto modo, convertidos en verdaderos guardianes y custodios de la Tradición- quedaría, a falta de documentación histórica que la avale, medianamente justificada.
Por otra parte, y dado que no es mi intención justificar la presencia o pertenencia del lugar a orden religioso-militar alguna, y sí, por el contrario, justificar una visita, avalada por el interés de sus cualidades artísticas, merece la pena observar, aunque muy modificada, la estructura original del templo, donde caben destacar la cabecera y la portada, lugares tradicionales en los que destacan todos aquellos elementos artísticos que resumen una historia, generalmente considerada como educativa, encaminada a llegar a unas gentes sencillas, muy alejadas de una cultura, a la que apenas tenían acceso algunos determinados personajes eclesiales y en la época a la que nos estamos refiriendo –siglos XII y XIII- muy pocos representantes de la nobleza. La piedra, pues, constituía ese medio vital y teóricamente imperecedero, que hacía de los templos los libros de los que se nutría un pueblo, embarcado en la gran aventura del símbolo.
Varios de los motivos más interesantes, los encontramos en el ventanal del ábside, donde, aparte de las mencionadas estrellas de David o Sellos de Salomón, se localizan otras curiosas representaciones, sobre las que realizar un interesante ejercicio de imaginación, en base a su sugerencia, como el oficiante con la estola colgando de su brazo izquierdo, ejerciendo de evangelizador; el castillo con tres torres, siendo la más alta la del medio, que se eleva sobre unos motivos foliáceos, dando a entender, en mi opinión, un sentido de asentamiento y conquista de un lugar que probablemente ya estaba habitado o fuera considerado sagrado por una cultura anterior-cosa probable, y me vuelvo a remitir a la cercanía del santuario-, sin menospreciar tampoco el pensamiento de que pudiera tratarse de un símbolo con significado similar a los denominados hombres-salvajes que se pueden apreciar en numerosos escudos nobiliarios y ayuntamentales –como puede ser el caso del que luce el Ayuntamiento de Ayllón, en la provincia de Segovia o aquél otro, impresionante, que se localiza en una antigua casona nobiliaria de la jienense ciudad de Úbeda- para denotar un sentido de antigüedad (3). A la derecha del castillo, hay una estilizada cabeza, que muestra a un individuo con un curioso peinado, labios sellados y ojos cerrados, que muestra, también, su oído derecho: ¿una referencia a la regla benita del ora et labora o, pretendiendo ir más allá, una referencia a la mudez, la sordera y la ceguera que hay que mantener frente al secreto?. Los motivos de los capiteles de la derecha, aparte de los sellos salomónicos, que ocupan el primer lugar, se ven acompañados, por inmediatez y posición, por otra cabeza, en esta ocasión femenina, a juzgar por el tocado con el que se recubre, que a diferencia de la cabeza de rasgos masculinos de la serie anterior, mantiene ocultos los oídos, sellados los labios pero abiertos los ojos, como si su mensaje fuera aquél de observa con atención, mirando con los ojos del alma. El último capitel de la serie, no menos interesante, muestra a un águila que mantiene atrapada una liebre entre sus garras. Lo celestial y lo terrenal, lo puro y lo impuro, lo perfecto y lo imperfecto, detalles que hay que ir limando, no sólo en el sentido de ganarse un lugar en el Cielo, sino también de las impurezas mundanas de las que hay que desembarazarse en el espinoso camino del Conocimiento.
Por último, añadir que, aunque elaborados también en su ejecución, en los motivos de las columnas y capiteles del pórtico principal de entrada, sobresalen –detalle bastante común en el románico de la provincia, cuyo probable origen sea netamente franco- los motivos foliáceos o vegetales, intercalados con nudos que conforman cruces, y un curioso animal –posiblemente un león, símbolo solar, entre otros complejos significados- que parece sujetar, con su garra izquierda, un curioso elemento vegetal con forma de báculo.
Acertadas o no, compartidas o no las especulaciones aquí mencionadas, siempre recomendaré practicar el ejercicio de la sugerencia cada vez que nos encontremos frente a uno de estos auténticos libros de piedra pues, aun partiendo de equívocos, no deja de ser una práctica encaminada a recuperar esa predisposición especial que tenían nuestros ancestros para acercarse al más complejo de los mundos: el del Símbolo.
Si tenemos en cuenta su cercanía, como hemos dicho, a un lugar eminentemente mágico –entiéndase, en el sentido de especial, antiguo y primordial- como es el Santuario de Nª Sª de Estivaliz, observaremos que la probable presencia del Temple –en cierto modo, convertidos en verdaderos guardianes y custodios de la Tradición- quedaría, a falta de documentación histórica que la avale, medianamente justificada.
Por otra parte, y dado que no es mi intención justificar la presencia o pertenencia del lugar a orden religioso-militar alguna, y sí, por el contrario, justificar una visita, avalada por el interés de sus cualidades artísticas, merece la pena observar, aunque muy modificada, la estructura original del templo, donde caben destacar la cabecera y la portada, lugares tradicionales en los que destacan todos aquellos elementos artísticos que resumen una historia, generalmente considerada como educativa, encaminada a llegar a unas gentes sencillas, muy alejadas de una cultura, a la que apenas tenían acceso algunos determinados personajes eclesiales y en la época a la que nos estamos refiriendo –siglos XII y XIII- muy pocos representantes de la nobleza. La piedra, pues, constituía ese medio vital y teóricamente imperecedero, que hacía de los templos los libros de los que se nutría un pueblo, embarcado en la gran aventura del símbolo.
Varios de los motivos más interesantes, los encontramos en el ventanal del ábside, donde, aparte de las mencionadas estrellas de David o Sellos de Salomón, se localizan otras curiosas representaciones, sobre las que realizar un interesante ejercicio de imaginación, en base a su sugerencia, como el oficiante con la estola colgando de su brazo izquierdo, ejerciendo de evangelizador; el castillo con tres torres, siendo la más alta la del medio, que se eleva sobre unos motivos foliáceos, dando a entender, en mi opinión, un sentido de asentamiento y conquista de un lugar que probablemente ya estaba habitado o fuera considerado sagrado por una cultura anterior-cosa probable, y me vuelvo a remitir a la cercanía del santuario-, sin menospreciar tampoco el pensamiento de que pudiera tratarse de un símbolo con significado similar a los denominados hombres-salvajes que se pueden apreciar en numerosos escudos nobiliarios y ayuntamentales –como puede ser el caso del que luce el Ayuntamiento de Ayllón, en la provincia de Segovia o aquél otro, impresionante, que se localiza en una antigua casona nobiliaria de la jienense ciudad de Úbeda- para denotar un sentido de antigüedad (3). A la derecha del castillo, hay una estilizada cabeza, que muestra a un individuo con un curioso peinado, labios sellados y ojos cerrados, que muestra, también, su oído derecho: ¿una referencia a la regla benita del ora et labora o, pretendiendo ir más allá, una referencia a la mudez, la sordera y la ceguera que hay que mantener frente al secreto?. Los motivos de los capiteles de la derecha, aparte de los sellos salomónicos, que ocupan el primer lugar, se ven acompañados, por inmediatez y posición, por otra cabeza, en esta ocasión femenina, a juzgar por el tocado con el que se recubre, que a diferencia de la cabeza de rasgos masculinos de la serie anterior, mantiene ocultos los oídos, sellados los labios pero abiertos los ojos, como si su mensaje fuera aquél de observa con atención, mirando con los ojos del alma. El último capitel de la serie, no menos interesante, muestra a un águila que mantiene atrapada una liebre entre sus garras. Lo celestial y lo terrenal, lo puro y lo impuro, lo perfecto y lo imperfecto, detalles que hay que ir limando, no sólo en el sentido de ganarse un lugar en el Cielo, sino también de las impurezas mundanas de las que hay que desembarazarse en el espinoso camino del Conocimiento.
Por último, añadir que, aunque elaborados también en su ejecución, en los motivos de las columnas y capiteles del pórtico principal de entrada, sobresalen –detalle bastante común en el románico de la provincia, cuyo probable origen sea netamente franco- los motivos foliáceos o vegetales, intercalados con nudos que conforman cruces, y un curioso animal –posiblemente un león, símbolo solar, entre otros complejos significados- que parece sujetar, con su garra izquierda, un curioso elemento vegetal con forma de báculo.
Acertadas o no, compartidas o no las especulaciones aquí mencionadas, siempre recomendaré practicar el ejercicio de la sugerencia cada vez que nos encontremos frente a uno de estos auténticos libros de piedra pues, aun partiendo de equívocos, no deja de ser una práctica encaminada a recuperar esa predisposición especial que tenían nuestros ancestros para acercarse al más complejo de los mundos: el del Símbolo.
(1) Cercana a otro santuario con Virgen Negra: la Virgen de la Peña.
(2) También aquí hubo proliferación de vírgenes románicas. Por ejemplo, se sabe que una de las más antiguas y veneradas -la Virgen del Portal- fue destruida a martillazos por milicianos durante la Guerra Civil, según refiere Juan Cueto Alas en su libro 'Guía secreta de Asturias', Editorial Al-Borak, S.A., 2 edición, Madrid, 1976, página 238.
(3) Un motivo similar, donde también sobresale la torre central del castillo, nos lo encontramos en el asturiano concejo de Quirós, y más concretamente, en la iglesia de San Pedro de Arrojo, donde, presuntamente, pudieron convivir cátaros y templarios, si nos atenemos a las perceptibles “señales” dejadas por unos y otros.
Comentarios
Besotes!