Bolmir, Cantabria: iglesia de San Cipriano
Bolmir es otro pueblecito cántabro, situado a unos cinco kilómetros, aproximadamente, de Cervatos y su espectacular colegiata. Como en ésta, también en los motivos representativos de los canes de la parroquial de San Cipriano -curiosa advocación, ante las que habrían de temer las brujas de la comarca- se localizan variados elementos eróticos, que continúan la línea desproporcionada, especialmente a la hora de mostrar los atributos sexuales masculinos.
Ante tal y a priori desconcertante perspectiva, quizá no sea una cuestión baladí, plantearse ésta persistencia erótica en el románico de la región, desde el punto de vista sugerido por el extraordinario investigador Rafael Alarcón cuando, allá por los primeros años de la década de los noventa, y en un no menos extraordinario artículo para la revista Año Cero (1) comentaba que la Edad Media no sólo vivía rodeada de símbolos, sino que vivía en símbolos.
La simbología, aparte de su universalidad, constituye, también, un mundo propio que interactúa desde la perspectiva personal de los seres que se sumerjen y moran en él. De manera, que no debe extrañarnos que una dificultad añadida a su interpretación, sea aquella que, referida al ámbito de los canteros, tenga en cuenta el estado de ánimo de éstos y cómo dicho estado influyó a la hora de cincelar y dar forma al mensaje en la piedra. ¿Cómo interpretar, o mejor dicho juzgar, entonces, ésta mencionada persistencia del mito erótico en los templos cristianos?. Y sobre todo, ¿por qué resulta tan decisivamente destacable en el románico cántabro?. ¿Hemos de basarlo todo, en una mera influencia de índole mozárabe o mudéjar, portadora de una corriente de pensamiento más permisiva en relación al sexo, o hemos de pensar, también, en una más que posible pervivencia de cultos de fertilidad, cuya arraigambre entre el pueblo fue incapaz de erradicar del todo la religión dominante?.
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'Enigmas del tanta cristiano', Revista Año Cero, Año III, nº04
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'Enigmas del tanta cristiano', Revista Año Cero, Año III, nº04
Comentarios
Y aún seguiríamos en nuestro empeño de no habernos percatado que todo era fruto del viento y de nuestras propias voces que se colaban por la ventana abierta del ábside y del micrófono del altar que un descuidado dejó abierto en la última misa.
Salud y románico
Ahora, yo no me referiría a este templo como fantasmagórico, sino más bien como poseedor de cierta elegancia, que se ve descompensada por el poco aprecio que parece existir en este país con respecto a la salvaguarda de nuestros monumentos. Un abrazo
Deberemos volver.
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En ellas se ve la capilla gotica, de Bartolomé Gutierrez (1619), un capitel románico del arco triunfal, y la pila bautismal.
Del exterior y sus figuras no puedo hablar, me lo impide "mi religión". Aunque estoy de acuerdo, con ese artículo que citas de "Año Cero", a pesar de que apunta más cosas de las que dice. Seguramente, su autor estaba entonces en los inicios de esa investigación y ahora, quizá, solo quizá, sepa algo más...
Eso sí, la casa en ruinas que hay frente al templo, me dió "repelús"...
Salud y fraternidad.
Ahora bien, ya que me insistís en el tema de los repelús, he de ser sincero: en ningún momento del tiempo que permanecimos husmeando por la iglesia, me sentí inquieto. Tampoco estoy seguro de haberme fijado en la casa que mencionáis. Pero sí que quiero dejar claro un detalle curioso. Y es la existencia, junto a la espadaña de la iglesia, de un parque infantil, y algo más allá, recuerdo un pradillo apacible y un bonito caballo pastando más tranquilo que unas ascuas. El que yo no experimente este tipo de sensaciones, no quiere decir que no las comparta. A las pruebas de más de un acompañante de aventuras me remito, incluida la antigua amiga que custodiaba la ermita de San Bartolomé, en Río Lobos. En fin, que sobre el tema, poco puedo añadir, la verdad. Un abrazo