Santo Domingo: la Biblia de Piedra del románico soriano
'Creemos que sólo una vez pudieron reunirse en Soria veinticuatro maestros cantores y músicos. Y como la ocasión fue gloriosa, porque posaron ante el escultor de la portada de Santo Domingo, obtuvieron por premio el de permanecer durante la eternidad de los siglos en el primer arco, tocando sus chirimías, violas y rabeles. Después de estos veinticuatro ancianos sedentes en Santo Domingo, no creo que se haya oído otra música soriana que la de la Banda Municipal, otra que se componía de hospicianos y los quintetos actuales de música de baile...'.
[Juan Antonio Gaya Nuño: 'El Santero de San Saturio', Editorial Espasa Calpe, S.A., 4ª edición, 3 Noviembre 1999]
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Veinticuatro músicos. Veinticuatro Ancianos del Apocalipsis. Veinticuatro símbolos, cuyo auténtico significado posiblemente forme parte del polvo que cubre la sepultura ignota del magister de Santo Domingo, hasta el siglo XIX, de Santo Tomé. Posiblemente, Gaya Nuño pecase de exageración en esta locuaz afirmación de su inolvidable santero; ahora bien, puede que no lo hiciera, en absoluto, cuando afirmó que ni siquiera la portada del monasterio de Ripoll -en cuyo famoso claustro, un científico alemán logró identificar una partitura musical- podía rivalizar con ella.
No tengo la fortuna de conocer Ripoll; y no precisamente por falta de interés, sino porque en ésta maravillosa Vuelta a la España Románica, no tengo más remedio que ir amoldándome y hacer, con mayor o menor fortuna, las etapas que en cada momento se encuentran al alcance de mis posibilidades.
Imagino, pues, como una etapa, también, aquella que tuvo que realizar Leonor de Aquitania, bajo cuyos auspicios se levantó tan digno templo. Una etapa en la que, a través de una España inconstante y convulsa -no en vano, hablamos de un tiempo en el que la Península era una prolongación en toda regla de las Cruzadas- además de acompañada por una escolta personal, cabe la posibilidad -a juzgar por las influencias artísticas que se han querido ver en el templo- de que así mismo, el gremio y el magister templi, fueran originarios del país vecino.
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