Salud y Románico
Imaginemos a continuación que es después de un suculento desayuno, donde en el plato del que suscribe se amontonan -para no perder la tradición y semejante a una desordenada torre de Babel- numerosos envoltorios de madalenas, cuando surje con fuerza un nombre -Agüero- que augura un auténtico plato fuerte como principio de nuestra excursión románica del día.
Pronto dejamos atrás los valles y pueblecitos cercanos a Ejea de los Caballeros y adentrándonos por carreteras comarcales prácticamente solitarias en un día festivo y a tan temprana hora de la mañana, asistimos maravillados a un paisaje evocador, que va cambiando progresivamente, alternando eríneos valles con zonas de monte bajo y otras, más boscosas donde algún que otro viajero -empeñado, sin duda, en emular la malsana costumbre de echar humo por los labios, afín a esos simpáticos hobbits de Tolkien- sueña con arcanos misterios, preguntándose si acaso, en lo más profundo e impenetrable, sobreviven aún parte de los seres ancestrales afines a la Antigua Religión.
No importa el nombre de los pequeños pueblos que se van quedando detrás, aunque sí, desde luego, el saber que a medida que nos vamos adentrando en la vecina provincia de Huesca, el paisaje se vuelve más espectacular y montañoso. No en vano, estamos acercándonos al antiguo Reino de los Mallos, y pronto tenemos un pequeño atisbo de la Magia Antigua cuando vemos, a alguna distancia, la impresionante mole hechizada de los Mallos de Riglos. Nuestro destino está cerca, pues lo siguiente que se aprecia, como un enorme dragón pétreo de escamas rojizas, son los Mallos de Agüero, bajo cuya panza resplandece un pueblecito de casitas de piedra, montañesas, de tejados de teja y pizarra y calles estrechas que, de alguna manera, desembocan en la iglesia de San Salvador.
Enfrente, en lo más alto y escoltado de vegetación, vemos, solitario cual Robinson Crusoe en su isla, el templo románico quizás más importante y espectacular de los alrededores: la iglesia de Santiago.
No es de extrañar que un amante del románico y del Arte en general, contemple este soberbio ejemplar religioso, comparándolo con una enciclopedia. Una enciclopeda de piedra, escrita con el lenguaje de los sueños: el símbolo. Todo en él, desde la bailarina -que parece ser el emblema por antonomasia, no sólo de Huesca, sino también de las Cinco Villas de Zaragoza- hasta el misterioso abracadabra de la palabra ANOLL grabada a escoplo y con inusitada repetitividad, constituyen pequeñas lecciones que, aunque maravillan y alientan el deseo de saber, son difíciles de digerir.
Y he aquí el punto culminante; el acto, inesperado y mundano, que hace que toda excursión que se precie no se reduzca tan sólo a volverse por donde has venido con un montón de fotografías en la tarjeta de la cámara, y diciendo: ¡joder, qué maravilla he contemplado!. La magia de una comida campestre entre algo más que apasionados del románico: una comida entre amigos. Y si como telón de fondo se tiene la suerte de tener una portada como la de la iglesia de Santiago de Agüero, pues tanto mejor.
No creo en las tesis doctorales; en hacer de las excursiones algo académico, aburrido y frío. Creo en compartir momentos y opiniones con amigos, independientemente de quien sepa más o menos, o cuán acertado se esté en las conclusiones. Siempre he pensado que el románico, aunque serio, no tiene por qué ser aburrido. Es más, afirmo aquí y ahora, que el día que deje de parecerme divertido, este blog, este pequeño universo de vivencias, no tendrá razón de ser. Y el que vaya para catedrático, pues allá él y buena suerte.
Coincido contigo, Rafa, en lo de la cristalería. ¡Pero qué rico estaba todo y qué momento más inolvidable!. Brindo por muchos momentos semejantes, y desde luego, las palabras de mi brindis no podrían ser otras que:
¡Salud y Románico!
Comentarios
Pero esto de la comida campestre llevada desde mil kilómetros en un par de cestas de mimbre, fue una pasada, todo un banquete cuidadosamente planeado para deleitar de comida y amigos, en un marco inigualable.
Un abrazo,
Tú lo has dicho, Eduard: ese día en particular, quedamos bien saciados del mejor románico y la más amena y desinterada amistad. Como ves, aún continúo sorprendiéndome. No sé por qué, porque conociendo a algunos...¡Pero, joer, qué gratas sorpresas!. Un abrazo
Así que la próxima reunión, en la foto salen veinticinco más.
Salud y románico
Y es que nosotros y el grial, digo el románico... somos UNO!
Por ello
SALUD Y ROMANICO!
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que me he liao un saludo
campechanos, Esca
Porque son producto de algo que se va cimentando lentamente, la despreocupada amistad, la alegre camaradería y el desenfadado compañerismo.
¡Y el que no sepa aguantar una broma, que se vaya del pueblo!
Salud y fraternidad.