Olite: iglesia de San Pedro
Declina la tarde cuando llegamos a Olite, después de una jornada intensa, agotadora, pero inolvidablemente sugestiva por el Reino de Navarra: Eunate, Olcoz, Puente la Reina, San Martín de Unx, sin olvidar la visión, a pie de carretera, de Artajona, famosa por el cerco del mismo nombre y bravamente defendida, entre otros, por el Temple, de cuya época, y como recuerdo de su milagrosa aparición, se conserva una pequeña imagen mariana de metal -Nª Sª de Jerusalén- con advocaciones de Virgen Negra. Magister Alkaest deo gratias.
No obstante, aún hay tiempo para que la luz, en ese casuístico momento de bostezo solar, nos sorprenda, dorando providencialmente las torres del emblemático castillo y la fachada de ésta iglesia peregrina con filigranas de noble metal.
Situada enfrente de la plazuela de los Racioneros, y exhultantemente custodiada por una imagen de Nª Sª de Irache -Virgen milagrera muy estimada y querida en la provincia- la iglesia de San Pedro se muestra como un excelente exponente del románico del siglo XII; o, como dirían algunos autores ya citados en este blog, del estilo de la peregrinación; aunque, como es habitual, a lo largo de los años se ha visto modificada su primigenia estructura con añadidos de naturaleza gótica y barroca, entre los que destaca, probablemente, su torre con forma de aguja.
Elemento de notable interés, sin duda, resulta su portada oeste, en cuyo dintel se aprecian, espectacularmente cinceladas en la piedra, escenas de la vida y muerte del santo titular -San Pedro-, de las cuales no deja de maravillarme el realismo puesto por el artista en la imagen que representa el barco capeando las olas frente a la visión tranquilizadora de Cristo y la promesa implícita de llegada a puerto; o, sin ir más lejos, ese motivo que representa la crucifixión del propio Pedro, invertida, que recuerda, por comparación, los ritos sacrílegos del satanismo.
También en las proximidades de esta portada, y grabada en la dura superficie de la piedra, observo una reveladora cruz montjoie -de nuevo Maese Alkaest deo gratias- que me induce a pensar en esos extraordinarios soldados de Cristo y sus no menos extraordinarios y misteriosos orígenes. Recordemos que, de hecho, Navarra constituyó la primera región donde se instaló el Temple, dejando numerosos testimonios de su presencia.
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