Frómista, pongamos que hablo de San Martín
No me cabe duda de que Frómista tuvo, en un pasado remoto, un templo -el de San Martín- que, sin llegar a las colosales proporciones de las catedrales góticas, sirvió también, no obstante, como foco cultural del que se nutría un vulgo inmerso en el torbellino de una Edad Media que contemplaba la Reconquista de un país bajo el punto de vista de una espiritualidad que aún hoy, con todo lo que pretendemos saber de la Historia, estamos todavía muy lejos de comprender.
Un templo en el que muchos de los peregrinos que atravesaban esas áridas estepas palentinas -frías en invierno y extremedamente calurosas en verano- verían compensados sus inenarrables esfuerzos al aprehender y participar en los mensajes trascendentales cincelados en unas piedras en las que nada, ni siquiera el más mínimo detalle, podía ser achacado a los inciertos hados que manejan a su antojo los hilos del azar.
Ni siquiera sentir, de alguna manera, que un Algo, una presencia supranatural les devolvía la mirada desde ese sancta-sanctorum que constituía el punto de intersección entre Cielo y Tierra, y en el que, teóricamente, habitaba -al menos, así se suponía cuando se aplicaban en la construcción las proporciones sagradas- la Divinidad.
Cuesta creerlo, pero hablar actualmente de San Martín de Frómista, conlleva referirse, necesariamente, a una sensación similar en lo decepcionante y desagradable que se puede sentir al intentar saciar la sed en una fuente cuyo caudal, de manera artificial e innecesaria, se ha visto desviado de su cauce original para servir a fines partidistas, retrógrados e increíblemente oscurantistas como la sotana de un obispo.
Se comparta o no esta opinión, San Martín, hoy por hoy, ha dejado de ser un libro abierto para convertirse en un espejismo; un espejismo, eso sí, cuyo exterior deslumbra, visto a plena luz del día, con la cara recién lavada y enfrentada al alegre sol estival. Se tiene constancia de ello cuando, cuál Alicia atravesando el cristal, el País de las Maravillas que se pretende visitar se transfigura en ese triste Mundo de Maya o Mundo de la Ilusión, de la filosofía budista, donde nada es lo que parece y sí una artimaña donde lo original brilla notablemente por su ausencia: los capiteles, al menos los más interesantes, están custodiados bajo llave; otros, se han visto brutalmente mutilados; de los, aproximadamente, 315 canecillos, no puedo por menos que preguntarme cuántos son originales...
En fin, ¡lástima de sueño malogrado!. Cuando salí de Frómista, a principios de este mes -en carretera no dejábamos de cruzarnos con docenas de peregrinos, que se dirigían a Villalcázar de Sirga y más allá, a Carrión de los Condes- no dejaba de pensar que si el Diablo viste de Prada, como pretenden hacernos creer los guionistas de Hollywood, en Frómista, bajo mi decepcionado punto de vista, viste sencillamente de negro.
Comentarios
También pudiste contemplar San Zoilo, monasterio al que fue donado este templo por doña Urrraca en 1118 y del que dependió como una más de sus posesiones.
Salud y románico.
Solamente por esos pocos capiteles del interior(que ya sabéis) ya vale la pena, ...FROMISTA ES UNA CAÑA!!!!!!!!
Un abrazo
Aun dejando a un lado los fallos, causados por la "buena voluntad" con que fue ejecutada la obra, y los entonces dudosos márgenes del concepto "restaurar", lo que provocó, entre otras cosas sangrantes, que los capiteles desmontados no se volviesen a montar en el orden que tenían -con la consiguiente confusión, que ello origina, a la hora de interpretar el programa iconográfico-, hay algo que no tiene perdón.
Las esculturas de capiteles y canecillos, por orden directa del "obispo de guardia", fueron censurados. Se "suavizaron", los caracteres sexuales de los personajes, algunas escenas "escabrosas" directamente se eliminaron, otras se "reinterpretaron" sin conexión alguna con el original, etc.
Item más, las esculturas originales que no se destruyeron, fueron a parar al sótano de varios museos, donde, o "se han extraviado"..., o "no es autorizada la visita". Así, que ya no es posible comparar como eran esos originales. Solo nos queda, rumiar nuestra rabia ante las migajas, del simbolismo románico, que todavía subsisten en este templo.
El insigne profesor Gómez Moreno, ya se lamentó en su época de tal desaguisado, aunque si a él, con todo su prestigio académico, no le hicieron puñetero caso, imaginen a nosotros.
Así pues, y mal que pese a la entusiasta Baruk, a Frómista le cabe aquello que, en la fábula, dijo la zorra al busto de mármol: "Eres hermoso pero sin seso..."
[Posdata. Por motivos igual de personales, en los que me vi envuelto sin comerlo ni beberlo, diré, parafraseando a ciertos humoristas pretéritos: "La semana que viene, hablaremos de San Zoilo"...]
Salud y fraternidad.
Salud y fraternidad.