Persiguiendo el románico de La Bureba
A Calatrava la Vieja
la combaten castellanos;
por cima de Guadiana
derribaron tres pedazos;
por los dos salen los moros,
por el uno entran cristianos.
Allá dentro de la plaza
fueron a armar un tablado,
que aquel que lo derribare
ganará de oro un escaño.
Este don Rodrigo de Lara,
que ese lo había ganado,,
el conde Garci-Hernández sobrino
y de Doña Sancha es hermano,
el conde Garci-Hernández
se lo llevó presentado,
que le trate casamiento
con aquesta Doña Lambra.
Ya se trata casamiento,
¡hecho fue en hora menguada!
Doña Lambra de Burueva
con Don Rodrigo de Lara...' (1).
Doña Lambra de Bureba, don Rodrigo de Lara, elementos históricos y a la vez legendarios, que son dignos representantes de un terruño administrativo burgalés, La Bureba, rico en gestas, en matices, en leyenda, en historia y aunque desperdigado y en muchos casos perdido, también en un arte, el románico, cuyos testigos, más o menos longevos, más o menos conservados, todavía gratifican con esa lección geométrico-filosófica de sus milenarios sillares. Unos sillares que, cual cantos rodados, pertenecen a un mundo en el que la fe hizo cantar a la piedra, insuflándola, a golpes de pasión y cincel, no sólo el alma de los canteros que levantaron los templos de las que se nutren, sino también el alma de todos aquellos que, generación tras generación, acudieron a ellos en busca de una trascendencia que, en muchos casos, constituía una perfecta comunión con la Divinidad. Paisaje amables y duros, parlanchines o silenciosos, según uno abra el oído o el alma, que siempre producen sensaciones. Un buen ejemplo de ello, podrían ser esos siniestros campos de Cernégula, cercanos a Poza de la Sal -el pueblo de Félix Rodríguez de la Fuente- donde quizás algún otro San Fructuoso berciano impusiera silencio a los conciliábulos brujeriles; ecos de peregrino que se lleva el viento a orillas del río Oca a su paso por Briviesca, donde aún sobreviven blasones de nobleza de los de antes de que Dios fuera Dios, como los Velasco; viejas sospechas templarias en iglesias que aunque de muros desquebrajándose irremediablemente ante la pasividad oficial, guardan secretos de imaginería solar en sus oscuros capiteles interiores; milagrosas Vírgenes de la Leche y relojes de sol con la cruz patada, como la de Navas de Bureba; santuarios que se levantan en antiguos templos naturales de origen celtíbero, como el de Santa Casilda...En fin, os invito a un pequeño paseo que, aunque incompleto, pena me da confesarlo, quizás os pueda sugerir dulces desvelos de ensoñación. Os invito, pues, a perseguir parte de ese complejo y a la vez interesante Románico de La Bureba.
(1) El Romancero, introducción y selección Manuel Alvar, Editorial Magisterio Español, S.A., 1968, página 56.
Comentarios
Aunque ese "enfado de las brujas", no impidó, que nos deleitásemos con el mágico románico de esta comarca, que mientras más se visita más se quiere visitar.
Salud y románico.
Las fotos son fantásticas, no pierdes marca, no falta detalle, los canecillos, me gusta uno que tiene unos grandes cuernos, jaja, no ves, bruja que es una, y la música de Vangelis, me encantan!!! ¡Una gran entrada!
Besos.
La primera vez, un gélido y gris atardecer, la segunda, un luminoso y cálido mediodía, sin embargo, la sensación de inquietud fue idéntica en ambos casos.
Y eso que no considero a la brujas como mala gente, pero es que su "energía" resulta demasiado intensa para los espíritus receptivos.
Salud y fraternidad.