Araia: ermita de San Juan de Amamio


Araia, o Araya en euskera, es la capital del municipio alavés de Aspárrena, cuadrilla de Salvatierra/Agurain, constituyendo, también, el punto principal de partida de los montañeros que se aventuran hacia los cercanos montes de Altzania y la sierra de Entzia. Se sitúa, además, a una decena de kilómetros, aproximadamente, de Zalduondo, interesante población a la que accedían los peregrinos, una vez superadas las dificultades orográficas planteadas por el denominado paso de San Adrián (1).
Población reconocida dentro del mundo cultural, a través de su célebre Festival Internacional de Teatro, Araia cuenta, además, con una iglesia del siglo XV, dedicada a la figura de San Pedro, cuya festividad se celebra el 29 de junio, y una ermita del siglo XVIII, de las varias que aún subsisten por el territorio, dedicada a una de las figuras más relevantes de la florida mitología euskaldún: Andra Mari. Sobreviven, además, algunos restos del castillo de Murutegui o Marutegui, cuyos orígenes se remontan al siglo VIII, así como la antigua ferrería de la familia Ajuria, siendo, así mismo, el lugar donde se localiza el nacedero del río Zirauntza y el parque que lleva su nombre.
Ahora bien, la ermita que nos ocupa, un excelente ejemplo del románico rural alavés del siglo XII, y bajo la advocación de San Juan Bautista, se localiza a las afueras de Araia, al norte de Albeniz y comunero con ésta, en lo que en tiempos fuera el despoblado de Amamio, según consta en la relación de despoblados de Álava, realizada por José Miguel de Barandiarán (2), en base a unos manuscritos, probablemente del siglo XVIII -en opinión del autor-, localizados en el Archivo de Prestamero, sito en el salón-museo de la Sociedad de Estudios Vascos, que en su momento ocupaba la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria. Otros datos relacionados, no sólo con el despoblado de Amamio, sino con los despoblados de la provincia de Álava en general, los proporciona Ricardo Becerro de Bengoa (3), quien, en lo que parece ser una carta sacada de sus apuntes de viaje y escrita en Madrid, con fecha 6 de octubre de 1889, dedica una relación a sus amigos Fermín Herran, Julián Apraiz y Manuel Iradier, en la que, con respecto a Albeniz, dice lo siguiente: camino romano, despoblado de Amamio, sepulcros.
Conviene saber, que ese camino romano al que hace referencia Becerro de Bengoa tan alegremente es, nada menos, que la Vía Trajana, una de las principales rutas -incluso, utilizada hasta el siglo XIX- que unía Burdeos (Burdigala) con Asturica (Astorga), atravesando la cordillera de Roncesvalles, y proveniente de la Iruña de Pamplona y Aracoeli (Arakil), atravesaba también la Llanada alavesa por Alba (precisamente ésta Albeniz), Agurain, Tullonio (Dulantzi), Suessatio (Arkaia) y la Iruña de Veleia. A éste respecto, gran cantidad de información histórica y geográfica sobre la provincia y los pueblos de Álava, queda consignada en el denominado Voto de la Reja o Reja de San Millán, documento escrito hacia el año 1025, procedente del cartulario del monasterio de San Millán de la Cogolla (4).

Por otra parte, resulta curioso, no obstante, constatar, que mientras del despoblado de Amamio no parece quedar ni una sola piedra en pie, la ermita de San Juan, por el contrario, se conserva en unas apreciables condiciones. Tan buenas, diríase, que algunos autores (5) la consideran como uno de los mejores ejemplos del románico vasco de mediados del siglo XII. De nave única, planta rectangular y sillares de excelente calidad, interesa saber que esta ermita de San Juan, constituye todo un referente para arqueólogos, historiadores y estudiosos en general del románico de la provincia. Así, por ejemplo, Egoitz Alfaro (6), compara el estado de la ermita del despoblado de Amamio, con la primera fase de la homóloga ermita de San Martín, situada en Agurain-Salvatierra. Por su parte, M.J. Portila (7), conviene en afirmar que en ella tenemos uno de los más claros referentes de lo que debieron ser las parroquias de la mayoría de las aldeas alavesas del siglo XII.
Si bien es cierto, que la ermita se conserva en un excelente estado, esto no resulta tan evidente en el lamentable estado en el que se encuentran la mayoría de los canecillos que la ornamentan; estado que, no obstante, no impide llegar a tener el vislumbre de alguna cabeza de índole animal, aunque se aprecia la abundancia de las típicas representaciones foliáceas, entre las que destacan, probablemente, las conocidas y no menos tradicionales flores de acanto.
Mejor estado tienen, afortunadamente, las representaciones de los capiteles del pequeño ventanal del ábside, en los que se aprecian las figuras del águila con las alas extendidas, capitel de la izquierda y dos leones afrontados, cuyas patas sujetan una pequeña bola (8), capitel de la derecha. Representaciones que, entre su rica variedad simbólica, también representan a dos de los cuatro Evangelistas: San Juan y San Marcos, respectivamente, y que, incluso, forman parte, así mismo, de las cabezas de los seres descritos por Ezequiel en su visión.
Por último, decir que en las proximidades, se localiza el también despoblado de Astrea y que la zona, en general, fue rica en canteras; lo cual contrasta, sin embargo, con la práctica carencia de marcas de cantero en los sillares, e incluso señala que, por circunstancias indeterminadas, se ha visto libre hasta el momento de los conocidos graffiti de peregrino, que tanto abundan en las iglesias románicas a todo lo largo y ancho de la geografía peninsular.
Por cierto, en la mitología, Astrea era la madre de Bóreas. Curioso nombre, para un pueblo cuyo destino parece ser que terminara siendo despoblado.

Notas y bibliografía

(1) Antiguamente, conocido como el paso de Lizarrate, y también como Santa Tria o de la Santísima Trinidad.
(3) meta.gipuzkoakultura.net/bitstream/10690/68896/.../AM_307358.pdf
(4) Dicho documento, fue publicado por primera vez en 1883, por Fidel Fita, en el boletín de la Real Academia de la Historia. Conviene saber, al respecto, que la Reja de Hierro era, allá por el siglo XI, la unidad de medida en el pago de diezmos, y en él se llevaba la contabilidad de las aportaciones de los poblados de la Llanada alavesa y también de algunas zonas de montaña, supervisadas al monasterio de San Millán.
(5) Jesús Espino, Fco.Javier Pérez Carrasco, Maite López de Guereño: 'Rutas del románico: País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia', Ediciones Jaguar, S.A., 2002, página 241.
(6) Egoitz Alfaro: 'La iglesia en su paisaje medieval. El estudio de Agurain-Salvatierra (Álava) a través de la lectura estratigráfica de alzados de la ermita de San Martín. Se puede consultar en Internet, en la siguiente dirección: www.aranzadi-zientziak.org/fileadmin/docs/.../2008247267AA.pdf
(7) M.J. Portilla Vitoria: 'Catálogo monumental de la Diócesis de Vitoria, Tomo V: La Llanada alavesa oriental y valles de Barrundia, Arana, Arraya y Laminoria, Obra Cultural de la Caja de Ahorros Municipal de Vitoria.
(8) No deja de ser curioso, o cuanto menos significativo, que la 'bola' sea uno de los objetos que con mayor frecuencia se localizan en las manos de las imágenes románico-góticas.

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