La Colegiata de Armentia


Vitoria, capital de la provincia de Álava. Una ciudad cosmopolita y en expansión. Una ciudad, que en pleno crecimiento, se extiende como una balsa de aceite, absorviendo a los pequeños pueblos de alrededor, hasta convertirlos en distritos acogidos a su provinciana jurisdicción. De tal manera, que lugares históricos, como Armentia y Lasarte, perdieron su antigua independencia rural, para convertirse en parte de una señorial capitalidad. Comienzo, pues, aquí, una segunda ruta por las interesantes huellas del románico alavés, en una circunvalación de la región, en la que se recogen lugares que destacan por la magnífica calidad de su románico y otros que, aún conservando su hidalga sencillez rural, no dejan, por ello, de ser menos interesantes.
Por otra parte, tampoco deja de ser curioso que fuera, precisamente de aquí, de Armentia, de donde procediera aquél joven Prudencio que, según la tradición, se encaminó hacia Soria para convertirse en discípulo de un misterioso anacoreta, cuyos supuestos restos, encontrados en el siglo XVII, gozan de una genuina veneración, hasta el punto de que, repito, su supuesto propietario, fue subido a los altares, convirtiéndose en Patrón no sólo de la ciudad, sino también de la provincia: San Saturio. Coincidiendo con otras tradiciones -por ejemplo, la de San Frutos, en aquellas hoces que antiguamente se conocían como el desierto del Duratón-, ésta tradición nos habla de nobles de origen godo que un buen día -poco especifica si tal determinación se produjo como consecuencia del derrumbe del mundo visigodo- decidieron repartir su fortuna entre los pobres y retirarse a las soledades más impenetrables buscando a Dios. De una u otra manera, en el caso que nos ocupa, parece que el discípulo cogió el testigo del maestro y siguiendo la costumbre, también se convirtió en Patrón de Álava, representándose, generalmente, como aquél otro: de busto o cintura para arriba. Uno de los lugares más relevantes de la provincia, en el interior de cuya iglesia podemos comprobarlo, es el Santuario de Estivaliz.
Como la mayoría de edificios de su clase, también la colegiata de Armentia ha sufrido visibles modificaciones a lo largo de su longeva historia, que alteran, como es natural, su aspecto original. Esto no impide, afortunadamente, que aún disponga de un interesante muestrario de elementos, que evocan aquél culto al simbolismo, característico en su doblez de intenciones y por lo tanto argótico -como lo definiría siglos más tarde Fulcanelli-, que caracterizaba a los gremios canteros de la época. Una época que se remonta, cuando menos, a principios del siglo XII, cuando inicialmente el lugar estaba consagrado a la figura de San Andrés, siendo sede episcopal hasta el año 1087. Es en este año, con la muerte de Fortunio II, cuando el obispado se traslada a Calahorra, figurando ya como colegiata, al menos en la época de 1135, fecha en la que estaba regida por un arcediano del que sólo se conoce el nombre de pila: Petrus o Pedro. A finales del siglo XII, se le añade una iglesia de ábside semicircular, transepto y nave con coro, sufriendo el conjunto una gran transformación en 1776. Cabe destacar, como dato significativo, la presencia de dos talleres diferentes: uno que según los expertos se mantuvo activo durante el último tercio del siglo XII, y otro cuya actividad se detecta en torno al año 1200. De este último taller, se observan influencias de estilo de probable origen navarro, relacionadas, en particular, con aquéllos otros talleres que trabajaron en Irache -sirva como ejemplo el Monasterio de Santa María la Real-, así como en la espectacular iglesia de San Miguel, en Estella, cuya portada principal constituye todo un poema labrado en la piedra. A esta probable influencia, pertenece el conjunto de esculturas que se localiza en el lado sur de la nave, junto al sepulcro del santo titular. Dicho conjunto, al parecer, también restaurado en época moderna, representa diversas escenas, como la Anastasis, el entierro de Cristo y las Tres Marías -¿las Tres Madres Celtas?-, que también se localizan complementando la monumental portada de la mencionada iglesia de San Miguel, en Estella. Pero quizás uno de los elementos más destacables por esa doblez simbólica que implica, sea aquélla excelente representación que, generalmente conocida como la partida o la despedida del caballero, aludiría a una figura ancestral que, de similar manera que las Tres Marías, tendría sus raíces también en la antigua mitología de origen celta: el caballero Cygnatus o caballero del Apocalipsis. Cabalgando en su corcel, con la capa al viento y los cascos de su caballo abatiéndose, cual Santiago Matamoros, sobre un personaje abatido y atribulado, el caballero apocalíptico de Armentia vendría también a señalarnos, entre otros detalles, un cambio de era, el fin de un ciclo y el comienzo de otro nuevo, bajo el símbolo de una cruz que sustituiría a los viejos dioses y sus atributos ancestrales, amoldándolos a su propia cosmogonía, en la gran mayoría de los casos. La Antigua Religión ha sido sustituida, a sangre y fuego en muchos casos, por una Nueva Religión que proclama a Cristo como Hijo de Dios, el Cordero o Agnus Dei, que también figura aquí espléndidamente labrado. Esta figura, la del caballero apocalíptico, podemos encontrarla en diversas iglesias de la época, a lo largo y ancho de la geografía peninsular. Un ejemplo de ello, podría hallarse en la torre campanario de la Colegiata cántabra de San Pedro de Cervatos; o en los capiteles interiores de iglesias como Santa María la Mayor, en Aguilar de Bureba, provincia de Burgos y la iglesia de San Vicente, en Pelayos del Arroyo, provincia de Segovia.


Notables, por otra parte, son algunas de las represetnaciones contenidas en las series de canecillos que decoran la cabecera y este frontal sur. Entre ellos, cabe destacar, no sólo por su magnífica ejecución y su belleza, sino también por el mensaje con cierto olor a heterodoxia que encierran, aquél que muestra a un fauno o hombre verde; la sirena con un pez -símbolo de los primeros cristianos- en brazos, como si fuera un bebé al que estuviera acunando -y que cada uno saque sus propias conclusiones-, el personaje que mantiene una de sus piernas cruzadas sobre la otra en un ángulo de noventa grados, postura ritual sobre la que recomiendo leer las interesantes conclusiones de los amigos de Salud y Románico, en su entrada titulada El espinario: te la sacas o te la saco?; o aquellos otros motivos que representan a fieras devorando a personas, cuya compleja simbología no aludiría solamente a la figura de los guardianes del templo o el terrible castigo que espera a los pecadores, sino también, como comentan algunos autores -entre ellos, Juan García Atienza-, a todo un mundo simbólico que englobaría las dificultades, peligros y riesgos que habría de afrontar todo aquél individuo cuya meta fuera lanzarse a la espinosa búsqueda del Conocimiento.
Tampoco podría dejar pasar la ocasión, para terminar esta breve descripción de algunas de las características más notables que se pueden localizar en esta Colegiata de Armentia, de hacer notar, así mismo, la presencia de dos elementos muy determinados que, en esencia, siguen uno de esos patrones primordiales que caracteriza al denominado Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña: el músico y la bailarina. Muy deteriorada ésta, aunque conservando su cimbreador bailes, con el músico, sin embargo, el cantero quiso llamar la atención, sustituyendo al personaje humano por la figura de una cabra -o un macho cabrío- interprentando una subyugante melodía con su arpa.
En definitiva, dentro del mensaje que cada uno pueda o no captar, magistralmente grabado y distribuido secuencialmente en los diferentes elementos que conforman este interesante templo, de lo que no cabe duda, es de que representa uno de los testimonios artisticos más relevantes de la provincia de Álava. Y si París bien merecía una misa, esta Colegiata de Armentia bien que se merece también una pausada visita.

Comentarios

Alkaest ha dicho que…
Si queremos estudiar todo el complejo simbolismo de Armentia, al menos la parte que siglos de transformaciones nos ha dejado, no debemos de olvidar acercarnos al vecino Lasarte, en cuyo templo quedan dos ventanas escupidas allí trasladadas desde la Colegiata de Armentia. Y si queremos ahondar más, podemos intentar averiguar dóde se esconde el llamado "Pilar de Zurbano", una columna del parteluz de portada procedente de Armentia, ornada con magníficos personajes simbólicos y que todos parecen empeñados en esconder.
Desde aquí un recuerdo agradecido, para el empleado de limpieza municipal que, aquella lluviosa mañana, tuvo la amabilidad de guiarnos con su vehículo hasta Lasarte, dada la complejidad de explicarnos el camino de palabra.

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Desde luego que no lo he olvidado, pues será lo siguiente que comente de mis impresiones en ésta ruta. Además, como muy bien sabes, fue lo siguiente que, gracias a la amabilidad del barrendero que mencionas y al que agradezco también sinceramente el detalle que tuvo de guiarnos, visitamos en nuestro recorrido. Es posible que ese llamado 'Pilar de Zurbano' al que haces mención, esté guardando polvo en algún cuarto oscuro de la propia Colegiata; o empleado, como otros muchos elementos, en algún templo de los alrededores. O quizás, adornando tristemente alguna casa particular. A veces sorprende saber, no sólo lo poco que se valora el patrimonio antiguo, sino también lo ignorantes que somos a la hora de clasificar lo que todavía tenemos. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Para que no se me tilde de oscurantista, te aclaro.
El llamado "Pilar de Zurbano" estaba en el Museo de Bellas Artes de Álava, creo que en depósito por parte de su "propietario".
¿Una pieza tan importante del románico, en manos particulares?
Parece que no hace mucho, su "dueño" lo reclamó y... creo que al menos una parte del pilar -que estaba partido en dos- fue a parar al Museo Arqueológico Nacional de Madrid. El otro fragmento, ignoro su destino.
Todo con valor de simple presunción, porque no he tenido ocasión de comprobar el caso personalmente.
Nuestro común compadre Syr, tuvo la amabilidad de hacer gestiones para mi en el Museo de Bellas Artes, pero a partir de ahí nada.
Y créeme, se trata de una pieza románica de singular importancia. Algo único dentro de las manifestaciones simbólicas, pues aparecen juntas una Madre Tierra, un contorsionista, un exhibicionista y dos rarísimos monstruos: un dragón escamoso con túnica y un togado con cabeza de león, a gran tamaño.
Una pena que, para crear una pieza de bisutería, en 1776 destrozaran esa gran joya que era el templo románico de Armentia.

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
No se me ocurriría nunca tildarte de oscurantista, y sí, no obstante, de una persona metódica que desarrolla su trabajo con escrupulosidad. Por otra parte, también es cierto que nos quedaríamos boquiabiertos si tuviéramos la oportunidad de hacer un catálogo de las piezas ùnicas, valiosisimas que están en poder de particulares. ¿Por qué iba a ser una excepción parte de este pilar, sobre tod si tenemos en cuenta que, con los símbolos en él grabados, como dices, no fuera muy del agrado del clero?. Hace tiempo que quiero echar un vistazo en el Museo Arqueológico de Madrid, buscando piezas que me interesan de diversos lugares, como por ejemplo la Virgen románica que había en la iglesia soriana de Tozalmoro, además de algunas otras cosillas. Creo que están en reformas, por eso no me he acercado todavía. Pero me dá que ocurrirá algo similar a lo que me ocurrió hace unos años en el Museo Numantino de Soria con respecto al efebo de Tiermes: habiendo estado en el museo, un buen día desapareció y nadie tiene idea de dónde está ahora. Los destrozos, como ves, también nos privan de intentar acercar una luz a esa gran oscuridad que fue nuestro pasado. Cuando tenga ocasión, procuraré informarme en el Museo Arqueológico, pero repito, me dá que ese resto de pilar de Armentia se ha perdido para siempre. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Lo del "oscurantismo" era "metáfora formal"...
En mi anterior visita de Armentia, en 2006, habían excavado en la galería porticada y se podían ver los sepulcros con sus esqueletos. También habían colocado unos interesantes paneles, donde se explicaba como podían haber sido sus portadas románicas y la posible situación de los elementos esculturales, según los diferentes autores, desde Lampérez en 1908 hasta Maldonado en 1991.
Viéndolos se le abrían a uno las entrañas, al pensar en lo que nos ha robado la incultura secular del país. Y eso, que las esculturas y relieves conservados son una pequeña parte de los que debió contener esta pequeña "catedral".
Porque dignas de una catedral son las piezas conservadas, de una catedral que no tendría nada que envidiar a las que Fulcanelli nos describe tan vívidamente.
La incultura y la estupidez destruyeron este magnífico templo románico. La avaricia se llevó una parte de lo que sobrevivió.
¡Que les aproveche a todos!

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Comparto tu indignación y me apena no haber podido estar en aquélla ocasión de 2006 en que al menos tuviste la fortuna de ver algo excepcional que, como bien dices, no sólo se ha perdido y desaprovechado, sino que también nos priva del goce de su contemplación y del no menos placer de su estudio. Qué duda cabe, que aquí debió de levantarse un templo genial, que hubiera hecho empalidecer incluso a muchas catedrales y que nos hubiera revelado multitud de secretos, afinando nuestras líneas de búsqueda y comprensión, no sólo del Arte románico en general, sino del románico de la provincia en particular. Que lo que vemos ahora, no quita, al menos, para hacernos siquiera una ligera idea y creo que todavía se mantienen los suficientes elementos como para botar de admiración y deleitarse en la especulación. Un abrazo
Ana R. Pastor ha dicho que…
Muy interesante tu blog. Es gratificante encontrar un espacio así.
Un saludo!
juancar347 ha dicho que…
Muchas gracias, Ana, por tu comentario. Espero que continúe pareciéndotelo y te dés alguna vuelta por aquí de vez en cuando.
Saludos

Entradas populares de este blog

Una iglesia legendaria: Santa Eulalia de Abamia

Santa María de la Oliva: piedra, alquimia y simbolismo

Escanduso, iglesia de San Andrés: posiblemente la iglesia románica más pequeña del mundo