San Fiz de Cangas
Otro de los lugares que merece la
pena visitar, donde incluso Cronos pinta canas y el misterio invita a la
reflexión, no es otro que ésta iglesia, testimonio notable de lo que en tiempos
fuera un singular monasterio, el de San Fiz de Cangas. Aislado en mitad del
campo –en las proximidades, y lo comento como dato anecdótico, se puede
apreciar el arte tan singular que antiguamente se desplegaba incluso en la
construcción de palomares, lo que nos da una idea, también, de la importancia
que tenían-, y a una distancia aproximada de tres kilómetros de Ferreira de
Pantón y su monasterio de sórores cistercienses, bajo la advocación de Santa
María, como no podía ser de otro modo, también aquí, en San Fiz, las donas
jugaron un papel relevante, hasta ser incorporadas definitivamente al
monasterio de San Paio de Antealtares. Ocurría esto, en el año 1515, si bien
hasta entonces, la comunidad monástica gozaba del peculiar y poco común privilegio
de la independencia.
Acerca de sus orígenes, algunas
fuentes los remontan, cuando menos, a época visigoda, observación que podría
ser perfectamente plausible, pues ya en parte de su estructura encontramos
detalles que nos recuerdan las plantas basilicales características de los
edificios religiosos de dicha época. Pero a diferencia de otros cenobios
similares, si bien no existe –o no se ha descubierto hasta el momento,
corríjanme, por favor, si me equivoco-, documentación que proporcione algún
tipo de información fidedigna acerca de la fecha de su fundación, se sabe, no
obstante, que aparece citado ya como monasterio de monjas benedictinas, en una
fecha tan temprana como es la de 1108. Sin embargo, el conjunto que se ofrece a
la vista actualmente, abarca periodos –siempre según refieren los
especialistas-, que se extenderían desde el siglo XIII, hasta las últimas
alteraciones conocidas, como las realizadas en el siglo XVII en uno de sus tres
ábsides, para levantar la capilla panteón del que fuera comendador de Anguera,
don Rodrigo López de Quiroga. En base a ello, puede ser interesante destacar
que de los ábsides sobrevivientes, el central o principal, es de forma
poligonal, detalle sobre el que se puede especular, espero que de una manera consecuente,
añadiendo que dicha forma, inhabitual aunque no desconocida en los templos
gallegos de la época, era sin embargo utilizada, entre otros, por un Maestro
muy particular; un Maestro que dejó su huella, cuando menos, en dos lugares muy
concretos y significativos del Camino de las Estrellas, como son las importantes
catedrales de Santiago de Compostela y de Pamplona: el Maestro Esteban.
Ahora bien, estos detalles en cuanto a antigüedad, alteraciones, formas y maneras, quizás puedan ser factores que nos ayuden a entender la dificultad que conlleva la interpretación de los motivos -se podría sugerir la posibilidad de que fueran mucho más antiguos que el resto-, que decoran, en su conjunto, el tímpano de la portada oeste, que es, de hecho, la que más llama la atención generalmente. A este respecto, se podría añadir, que no sólo resulta curioso, sino a la vez desconcertante observar la simbología desplegada en los diferentes elementos que conforman dicha portada, y que además de los recogidos en el semicírculo del tímpano, llaman poderosamente la atención. Sobre todo, aquellos, también, que conforman las basas donde se asientan las arquivoltas, y que consisten, a priori, en símbolos tan peculiares e interesantes, como son el lobo y la espada.
Pero antes de adentrarnos en las
singularidades de éstos, tal vez resulte conveniente detallar, en lo posible,
aquellos que, como se ha dicho, dividen el tímpano en dos partes bien
diferenciadas: la de arriba, compuesta por una cruz griega, a cuyos extremos se
advierten sendos objetos que podrían interpretarse como un sol y una luna y constituir
un arcaico calvario en el que, por circunstancias quizás de espacio, faltan
precisamente las figuras principales, que no serían otras que el propio
Crucificado, el Evangelista y/o la de Migdal o Magdala, figura ésta muy
controvertida, cuyo culto, muy generalizado durante ciertos periodos, fue siendo
paulatinamente sustituido por el culto a la figura de la Virgen. La segunda
parte en la que se divide el tímpano, recoge elementos aún más crípticos si
cabe: a la derecha, y por su forma, se advierte una figura que podría
representar un triple recinto celta; en el centro, una especie de cruz aspada,
similar, en esencia a un símbolo solar por antonomasia, como es la esvástica y
a la izquierda, mucho más críptico aún que los anteriores, un posible, y sólo
digo posible, arbor vitae, elemento éste muy presente en numerosos
templos gallegos, fuera o dentro de los límites del Camino Jacobeo,
siendo un ejemplo representativo, aquellos que se localizan en el tímpano de la
portada sur de la también iglesia lucense de San Salvador de Sarria. Elementos
que, en su conjunto, podrían sugerir cuando menos extrañeza de encontrarse en
un cenobio femenino e inducir a plantearse preguntas como, por ejemplo, si
dichos elementos fueron reutilizados de una construcción anterior o de alguna
otra construcción cercana de la que no queda vestigio ni constancia; o bien,
especular con la presencia en tiempos, o por defecto, en algún periodo
indeterminado, de alguna orden militar –tal vez de canónigos regulares- como
podría sugerirlo la presencia de la espada, así como también el detalle de la
tumba anónima que se localiza en el suelo, situada concretamente enfrente de la
referida portada y que ha de ser pisada, necesariamente, para acceder al
interior. Costumbre que, si bien denota un sentido muy acusado de humildad y en
modo alguno exclusividad, vaya esto por delante, sí es cierto, también, que fue
practicada por determinadas órdenes militares medievales.
Otro dato mencionable, es la
pequeña y a la vez estrecha portada que se abre en el lado norte. Una portada,
en cuyo tímpano impera, inmersa en su círculo, una curiosa cruz de brazos
florenzados y que luce, en ambos laterales, una especie de barril en el lado
izquierdo y unos rollos de pergamino en el derecho. En el mismo sillar de estos
últimos, aunque en el frente, cualquiera que pase por allí puede vislumbrar
algo ciertamente desconcertante: un perfecto falo. Hasta aquí, que cada uno
saque sus propias conclusiones.
Por último, aunque aparece en los
primeros minutos del vídeo, el Calvario de madera que se encuentra algunos
metros antes de la iglesia, es una reproducción fiel del original del siglo
XIV, que se conserva en el Museo de las Clarisas de Monforte de Lemos.
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