San Martiño de Brabío


Situado a apenas dos kilómetros del casco urbano de Betanzos, a cuyo partido y ayuntamiento pertenece, no muy lejos de la antigua carretera de La Coruña y la nueva autovía, y aunque muy reformado en líneas generales, un pequeño templo románico, dedicado a la popular figura de San Martiño, merece, aunque sea breve, un pequeño toque de atención. Conserva, en cuanto a la forma de su diseño, las antiguas características de los templos prerrománicos; es decir, la cabecera o ábside de forma cuadrangular y la nave rectangular. Posee, además, dos pequeños pórticos de acceso: el principal, situado hacia poniente y uno secundario, que se localiza en el lado sur de la nave. De sus funciones de probable capilla cementerial en la actualidad, da confirmación el cementerio anexo. Tanto la iglesia como el pequeño cementerio, están rodeados de un entorno en el que se alterna bosque, y algunas tierras de labor, entre las que destacan la presencia de viñedos.

Los tímpanos de ambos pórticos, están lisos, de manera que se podría concluir que, o bien fueron así desde un principio o si hubo algún motivo labrado en ellos –como sería lo más probable-, en la actualidad ha desaparecido. En la parte superior de las jambas del pórtico principal de acceso, aquél situado a poniente, dos leones de aspecto fiero, aunque bastante desgastados por el efecto del tiempo y la erosión, cumplen su función de elementos protectores. Posee varios pequeños ventanales, tipo saetera, que se distribuyen en ambos laterales y en el ábside. Los laterales, así mismo, ofrecen de su fábrica original, algunos canecillos, de los que destacan sobre todo dos: uno que representa a un músico tocando la viola –faltaría la pareja, es decir, la bailarina contorsionándose- y otro que podría corresponder, con toda probabilidad, a una pareja yaciendo. Y lo podría corroborar, no sólo el aspecto del canecillo en cuestión, sino también el detalle de que la erosión que se aprecia en él, parece más efecto del hombre y la censura del martillo. El resto de canecillos, muestran motivos foliáceos, lisos y geométricos.

No muy lejos de la entrada sur, y en buena parte cubierta por la tierra y la hierba, se vislumbra una curiosa lápida, anónima y probablemente medieval, en la que se aprecia una cruz que, por su aspecto, parece representar las típicas cruces procesionales. Pero en la historia de este pequeño lugar de Brabío, existen algunas referencias a un tema, desde luego muy controvertido, como es el de las monjas templarias. En efecto, hay documentación que así lo asevera, según lo expone Carlos Pereira Martínez (1), en un pequeño texto que reproduzco íntegro: ‘El 20 de junio de 1201 Pedro Rodríguez, y su mujer Gontroda Peláez, venden a Urraca Vermuiz, soror templi, unas heredades junto a San Martín de Bravío (Betanzos). Pocos días después, el 2 de julio, las mimas personas hacen un documento, aunque, en este caso, a Urraca Vermuiz se la llama soror militie templi, por el cual se concierta otra venta, en un lugar junto a la heredad anterior, asimismo en Bravío, entre los ríos Midii et Mandeu; en ese documento figuran como confirmantes, por parte del Temple, don Rodriguo Fernández, comendador de la bailía de Faro, y otros freires, entre ellos un capellán, don Juan, el primero que aparece en la documentación gallega que se conserva’.

Y es que Galicia, después de todo, continúa siendo terra meiga por excelencia y en ocasiones, ciertos lugares, aparentemente sencillos, deparan grandes sorpresas.



(1) Carlos Pereira Martínez: 'Los templarios. Artículos y ensayos', Editorial Toxosoutos, Serie Trivium, 1ª edición, Noya, junio de 2002, página 76.

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