Melide: iglesia de Santa María y Capela de San Roque
Melide es, qué duda cabe, una de
esas villas con historia antigua, definitivamente unidas al Camino de Santiago
y al fenómeno de la peregrinación. De hecho, la opinión generalizada, es que
nació por y con el Camino de Santiago, remontándose sus orígenes, cuando menos,
a una época tan temprana como es el siglo X. Frontera con las comunidades de
Pontevedra y Lugo –en realidad, su situación privilegiada, la hace estar
situada relativamente cerca de las principales capitales gallegas-, Melide
resulta paso obligado para todo peregrino que arriba a su meta santiaguista
siguiendo las etapas de un itinerario milenario, el denominado Camino Francés o Camino Antiguo que, posiblemente siendo el más popular de todos los
caminos que conducen a la tumba del Apóstol, ha visto y continúa viendo, la
llegada anual de cientos, cuando no miles de peregrinos. Es, por tanto, una
ciudad eminentemente hospitalaria, con siglos de historia y tradición. Desde
esta perspectiva, no es extraño que en épocas históricas, Melide gozara de
templos y establecimientos ligados a un arte, el románico que, si bien puede
resultar quizás excesivo decir que nació también a la vera del Camino, no lo
sería tanto, si se afirma que al menos creció, se nutrió y se desarrolló con
éste. No en vano, el Camino significó, no sólo la apertura de unas fronteras
que habían quedado poco menos que cerradas u olvidadas desde la caída del
Imperio Romano, sino también, la acogida de gentes y valores culturales, que
aportaron nuevas ideas, técnicas y conocimientos a uno y otro lado de los
Pirineos.
Por otra parte, y aunque de Melide se podría hablar largo y tendio, en la presente entrada, no obstante, centraremos nuestra atención, siquiera de modo breve, en dos lugares muy específicos de la ciudad: la Capela de San Roque -junto a la que se localiza el que se considera como el cruceiro más antiguo de Galicia, sel siglo XIV, y al que popularmente se conoce como cruceiro de Melide- y la iglesia de Santa María.
Capela de San Roque
La Capela de San Roque, es de los
primeros lugares en los que se fija y recala el peregrino, apenas entra en la
ciudad, procedente de la cercana provincia de Lugo; una provincia, en la que ha
dejado atrás lugares tan pintorescos e interesantes –eso sí, apenas separados
unos insignificantes kilómetros de la ruta original-, como son Santa Eulalia de
Bóveda, Vilar de Donas o el singular Castelo de Pambre, los carteles de cuyos
desvíos, puede observar desde la carretera nacional N547 en dirección a
Santiago, por la que discurre su camino. Si bien la Capela es una construcción
moderna –se levantó en 1949-, tiene la particularidad de que en su
construcción, se reutilizaron piedras y piezas de las desaparecidas iglesias de
San Roque y de San Pedro. De toda la construcción, destaca, sin embargo, la
portada principal. Una portada que, orientada hacia poniente, muestra algunos
interesantes elementos, si bien los capiteles distribuidos a uno y otro lado de
la misma, recuerdan, al ser netamente foliáceos, la característica austeridad típica
de los edificios cistercienses. Las arquivoltas, también sencillas en origen,
muestran motivos lisos, ondulantes –una plausible reseña al mar primigenio o a
las aguas del bautismo-, arcos y motivos foliáceos. Posiblemente, el elemento
que más llame la atención, sea la figura del dragón o de la serpiente que se
aprecia en la basa del capitel situado a la izquierda de la portada, cuyo
diseño ha de resultar familiar, pues se localiza en otros lugares de la
geografía gallega –como en la portada, también orientada hacia poniente de la
iglesia de Santiago de Betanzos, aunque en éste caso, aparece en ambos
laterales-, o similares, como se puede apreciar no sólo en el denominado Forno da Santa –con otra forma, pero de similar
simbolismo- situado en la población orensana de Santa Mariña de Augas Santas; e
incluso, dejando atrás los límites de Galicia y dentro de la llamada Extremadura castellana, el pueblecito
soriano de Barcebal que, por cierto, alberga una Virgen Negra, la del Espino,
hermana de la que se encuentra en la cercana catedral de El Burgo de Osma.
Junto a la Capela, como ya se ha dicho también, se levanta el famoso Cruceiro de Melide, del siglo XIV, que
muestra en el anverso un curioso Cristo, entronizado y coronado, siendo el
motivo del reverso un Calvario, sobre el que aparece otro símbolo ancestral y
peculiar: el lirio o la flor de lis. No muy lejos de la Capela y el cruceiro, se
halla la Casa do Concello, el antiguo
hospital de peregrinos de Sancti Spiritus,
fundado en 1502 y actualmente reconvertido en Centro de Estudios Melidenses –que muestra una interesante
simbología en sus escudos-, una
fuente dedicada a D. Mateo Segade Bugueiro –fundador de la obra pía de San
Antón- y el albergue O Apalpador.
Iglesia de Santa María
Situada a la salida prácticamente
de Melide, algunos metros más adelante del establecimiento de turismo rural que
lleva por nombre la Casa de Abaixo y
precedido por un cruceiro de piedra de fecha muy posterior al anterior y al que
le falta el reverso –probablemente un Calvario-, un templo románico, dedicado a
la figura de Santa María, conserva todavía buena parte de su planta original y
algún que otro curioso misterio relacionado con los canteros medievales que lo
levantaron. De las características de la
portada occidental de este templo, similar a las que se localizan en otros
templos, situados principalmente en la provincia de Lugo –como San Martín de
Puenteferreira o San Miguel de Esporiz-, muestra, en la arquivolta superior,
tanto externa como interna, unas pequeñas cajas cuyo interior contiene una
serie de curiosos símbolos y personajes, cuyo significado, que parece
constituir alguna especie de clave –no sería de extrañar, estando como está la
iglesia, aparentemente relacionada con los templarios-, que no han sido descifrados
hasta el momento, motivo por el que en algunos ámbitos se las define como portadas mágicas. A tal respecto, bueno
es añadir que uno de los autores que más ha profundizado en el tema y que más
información ofrece, es Rafael Alarcón Herrera, quien además, recogió
interesantes leyendas y tradiciones, mientras realizaba el Camino de Santiago.
Dicha información la recogió, al menos en una de sus magníficas obras, La otra España del Temple (1), cuya
lectura se recomienda a todo aquél lector que desee profundizar más en el tema.
Dejando a un lado los elementos
añadidos en época relativamente moderna, como la sacristía, anexa al ábside, el
templo melidense de Santa María hunde
sus raíces en época tan temprana como mediados o finales del siglo XII. Como
los templos de su clase y estilo, tiene un ábside semicircular y una nave
alargada, si bien dispone de dos portadas, la mencionada, situada en el lado
occidental o de poniente y otra, más austera, situada en el lado sur. A ambos
lados de ésta, se aprecian sendos arcosolios, que debieron de contener sus
correspondientes sepulturas. Bastante desgastados por efectos del tiempo y la
erosión, casi no se aprecian los detalles de los numerosos canecillos que
todavía conserva. Unos canecillos que, a juzgar por las características del
lugar donde se eleva el templo que los contiene, debieron de contener un
significado muy especial, tanto para fieles como para peregrinos.
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'La otra España del Temple', Editorial Martínez Roca, S.A., Barcelona, 1988, páginas 289 a 293.
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