Bacurin: iglesia de San Miguel


Antes de visitar uno de los lugares más extraordinarios de la comunidad lucense –el ninfeo de Santa Eulalia de Bóveda-, y aunque apenas situado unos escasos kilómetros fuera del Camino tradicional que se adentra en la vecina provincia de A Coruña por Melide, conviene recorrer parte de la denominada Ruta do Vello Lugo Agrario y recalando en Bacurín, disfrutar de la belleza –algo alterada por la mano del hombre y los mimos no siempre agradables del tiempo, también es cierto-, de una iglesita románica, dedicada al Júpiter del panteón cristiano: el Arcángel San Miguel. Situada en las proximidades de un antiguo molino –moiño, como se dice por aquellos lares- en las aguas de cuyo riachuelo todavía es posible –si aceptamos el consejo de Castaneda y nos dejamos llevar por la ensoñación- escuchar el canto nostálgico de alguna ninfa o dona d’aigua cepillándose el rubio cabello a la luz de la luna, la iglesia de San Miguel, anexa al pequeño cementerio, mantiene todavía interesantes elementos de su fábrica original. Entre ellos, cabe destacar el ábside, la planta de la nave y dos portadas: una situada en el lado sur y la otra orientada hacia poniente, señalando la dirección del Campus Stellae y aún más allá, de ese Finisterre o Finis Terrae o fin de la tierra, donde las antiguas culturas situaban el reino de los muertos.

Aun cubiertos por la íntima alianza entre pátina y musguillo, los canecillos del ábside, comunes, por otra parte a esos diablos psicológicos –metafóricamente hablando-, que atormentaban el microuniverso medieval, nos muestran una variedad de temas recurrentes, cuya nota de picante morbosidad queda asegurada por la presencia de una erótica quizás menos excesiva que en otros lugares de la geografía peninsular. Una erótica, no exenta, quizás, de alguna reminiscencia escatológica, a la que habría que añadir los tradicionales elementos foliáceos y por supuesto, esas referencias monstruosas a las que San Bernardo desdeñaba, calificándolas como de ridículas. Ciertamente austeras, aunque no por ello menos interesantes, tanto en la portada de poniente, como en la portada sur, el tímpano es liso. Compuesta la primera por tres arquivoltas, la ornamentación de los capiteles, si bien foliácea o vegetal, nos ofrece, en algún caso, un pequeño guiño del cantero, con la incorporación de alguna pequeña cabecita, misteriosamente burlona, que nos remite a los antiguos cultos precristianos, tan prolíficos en esta tierra. Igual podría decirse de la ornamentación de los capiteles de la portada sur, si bien en ésta, aunque de dimensiones más pequeñas, hay elementos diferentes. Uno de ellos, en el propio tímpano, bilobulado, y el otro, en las columnas que soportan los capiteles, labradas a diferencia de las de la portada de poniente, que son lisas. Tanto en una portada como en la otra, la arquivolta superior está rematada por un modelo ajedrezado, al que comúnmente se denomina como de estilo jaqués o jacetano.

Por último, reseñar que el ábside mantiene un pequeño ventanal en su parte central, en cuya arquivolta superior se aprecia también el mencionado motivo ajedrezado, siendo, así mismo, de índole foliácea los ornamentos de sus capiteles.


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