La iglesia de Santiago, en Barbadelo
Ligada no sólo al Camino, sino
también a la propia esencia del
Camino, la iglesia de Santiago de Barbadelo, es una auténtica reliquia que
conoce bien todo peregrino que se aventura hacia Compostela siguiendo las
etapas del Camino Francés a su paso por la espléndida comunidad lucense –de
cuya capital dista algo menos de treinta kilómetros-, y recoge, así mismo, la
admiración de toda persona apasionada por el Arte y, por qué no decirlo,
también por el misterio. Cierto es, así mismo, que el tiempo no perdona y sus
síntomas se manifiestan soberanamente importantes, hasta el punto de influir,
con ese efecto colateral de censura que es la erosión, en la degradación de un
magisterio simbólico, basado en paradigmas, creencias y concepciones que
recogían, sine quanum, parte de la
vorágine espiritual que envolvía los claroscuros del universo medieval en el
que fueron concebidos. Mencionada la población por Aymeric Picaud en su
celebérrimo Codex Calistinus, es fama
que aquí, en Barbadelo, la picaresca añadida al Camino de Santiago empañara esa
visión de fraternidad y solidaridad que solía caracterizar las rutas de fe que
se dirigían a los diferentes santuarios, hasta el punto de ser un hecho,
desagradablemente constatado, que los criados de los hosteleros compostelanos
frecuentaban el lugar para embaucar a los peregrinos –en muchos casos, llegaban
incluso a disfrazarse como tales, simulando el regreso de la Tumba del
Apóstol-, recomendándoles posadas donde posteriormente eran maltratados y
estafados por los dueños. De la iglesia, dedicada a la figura de Santiago,
podría decirse, en principio y comparativamente hablando, que tiene ciertas
similitudes, al menos estructurales, con aquella otra, dedicada a la figura de
San Pedro, que se localiza en la pintoresca población orensana de A Mezquita, en la que, de hecho, se aprecian elementos prerrománicos anteriores.
También, como en éste caso, la portada principal de la iglesia de Santiago,
está orientada hacia poniente. Entre sus elementos más destacables, se observa
la presencia del típico taqueado o ajedrezado generalmente denominado como jaqués, siendo los motivos de sus
capiteles variados: bestias afrontadas, cabecitas surgiendo de la floresta, una
probable alusión a Daniel y los leones y otro capitel, de difícil
interpretación por su desgaste, en el que se aprecian varios personajes. No
obstante, lo más curioso, sin embargo, puede que radique en su tímpano,
compuesto por un personaje con los brazos flexionados; a uno y otro lado, se
observan lo que bien pudieran ser dos estrellas, o quizás –aventurando lo que
posteriormente se va a comentar-, un sol y una luna. Con respecto al personaje,
caben diversas interpretaciones, porque si bien en principio pudiera tomarse
como algún tipo de prelado o sacerdote oficiando o bendiciendo –como si la idea
fuera que los fieles al traspasar el umbral así lo entendieran-, quizás no
fuera tal, sino una posible referencia a la
Crucifixión, cuya clave se encontraría en la parte interior, donde se
aprecia una cruz, similar a las asturianas del tipo de la Victoria aunque con el añadido de una estrella o sol en su
centro -¿una alegoría al Sol Invictus
y la visión de Constantino, quien a raíz de la victoria en Puente Milvio proclamó al Cristianismo como la religión oficial del
Estado?-, y los mismos astros en los extremos, aludiendo, si tal fuera el caso,
al eclipse que se produjo con la expiación. Volviendo a las representaciones
exteriores del tímpano –en el interior, y debajo de la cruz, consistirían éstas
en motivos florales inmersos en círculos-, que estarían compuestas por dos
series de círculos encadenados –en número de tres por cada lado-, que se
unirían a uno más grande y central, en el que se aprecia un extraño ser de
rostro animaloide. Simbólicamente
hablando, en cada unión de círculos, se obtendría un símbolo tan antiguo como
la Humanidad, ya identificado en multitud de representaciones paleolíticas que,
conocido como Vesica Piscis, su
forma, almendrada, terminaría dando origen a la popular mandorla, acogiendo
éstas, generalmente, la figura de Cristo resucitado, triunfante y rey sobre la
muerte, sin que ello sea óbice para no encontrar, así mismo, representaciones
de la Virgen con el Niño e incluso, como en el caso de la portada de la iglesia
soriana de Santo Domingo, auténticas rarezas denominadas como Trinidad Paternitas, donde la figura
Materna es sustituida por la de Dios-Padre. Hay, además, otra curiosidad
añadida en los aros: y es que en su interior se aprecian objetos,
indeterminados también por el desgaste de la piedra, que recuerdan esas otras
denominadas cajas mágicas en algunos
círculos, que se aprecian en algunas portadas de otros templos del Camino
situados tanto en Lugo como en A Coruña, los más, siendo uno de los ejemplos
más significativos, el de la iglesia de Santa María de Melide. En su parte
interior destaca, apenas traspasado el umbral y a la izquierda, el pequeño
templete que conduce a la torre, cuyos capiteles muestran, mayoritariamente,
motivos foliáceos. Pegada a uno de los muros, hay una pequeña pila de agua
bendita, por encima de la cual se aprecia una cruz monxoi y de brazos patados. Cuenta, además la iglesia de
Santiago, con otra pila románica, probablemente también del siglo XII, con
forma de copa, que contiene arcos y motivos vegetales como tema decorativo. En
el Retablo Mayor, barroco, destacan no sólo la figura del Santo titular y del
Evangelista, con la copa en la mano, aunque sin la serpiente o el dragón
gnóstico de la Sabiduría, como en otras representaciones, sino también un
magnífico Cristo, probablemente gótico y algo deterioradas, casi ocultas en la
parte superior, dos pequeñas imágenes: una Virgen con Niño y Santa Lucía. Por
último, comentar que su portada sur, también historiada aunque de tímpano liso,
contiene, como temas iconográficos de sus capiteles, leones afrontados y
serpientes entrelazadas, con cabeza de dragón, bebiendo de una pila o fuente.
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