San Pedro de Ansemil


‘El hombre sin capacidad de extrañeza ni de admiración camina por la vida con los ojos cerrados y el paso cansino’ (1)

También en éste concejo de Silleda, y a escasos cuatro, a lo sumo cinco kilómetros del monasterio de San Lorenzo de Carboeiro, el amante del románico en general y, por qué no decirlo, también el apasionado del misterio, puede visitar otro establecimiento, bastante más que interesante, que no ha de dejarle en absoluto indiferente: la iglesia de San Pedro de Ansemil. Antiguo monasterio de monjas benitas que fueron finalmente anexionadas al monasterio de San Payo de Antealtares en el siglo XVI, la estructura eclesial que sobrevive, constituye, a juicio de los historiadores, uno de los ejemplos más raros y a la vez interesantes, de estructuras protorrománicas que se puedan encontrar en la región. Evidentemente sus orígenes, como los de otros muchos enclaves similares, son bastante inciertos y poco documentados, si bien se tiende a situarlos, cuando menos, en aquellos brumosos siglos IX y X, siendo contemporáneos del mencionado y cercano monasterio de San Lorenzo de Carboeiro. Como en el caso de éste último, también en San Pedro de Ansemil encontramos la huella de la nobleza galaica que dominó en estos espectaculares territorios, concretamente en la persona del caballero Diego Gómez de Deza, cuyos restos mortales reposan eternamente en un sepulcro que se localiza en la denominada Capilla de Santa Ana –también conocida como Capilla de los Deza-, pequeña construcción anexada al cuerpo principal de la nave de la iglesia, cuyo origen habría que situar con posterioridad: a finales del siglo XIII o bien a principios del siglo XIV, periodo en el que imperaba ya el revolucionario estilo conocido como gótico, que habría de sustituir a las obsoletas concepciones románicas imperantes hasta entonces. Si bien apenas existe documentación sobre dichos orígenes, sí existe, no obstante, una amplia recopilación manuscrita sobre los procesos seguidos en el siglo XV contra una de sus últimas abadesas, Doña Isabel de Ulloa, que también lo fue, curiosamente, del monasterio de San Pedro de Dozón (2).

Interesante en cuanto a su ornamentación, y de igual manera que en el ámbito de Silos se habla del estilo silense, también aquí, en Ansemil, podría hacerse referencia al estilo compostelano, si bien, como ya se aventuraba al hablar del cercano monasterio de San Lorenzo de Carboeiro, se localiza, así mismo, la mano de ese maestro anónimo que dejó su impronta en la forma lobulada de ciertos tímpanos, aunque aquí, en la portada norte, sustituye la figura sansoniense por una cruz griega. No lejos de dicha portada, y amén de lo que parece una pequeña pieza reutilizada, aparece una curiosa especie de graffiti, que pudiera ser una especie de león y un árbol o tal vez un caballo, aunque la parte trasera parece serpentina. Curiosa también, por su forma y contenido, el pórtico de acceso a la Capilla de Santa Ana, nos ofrece una interesante Virgen entronizada sobre un trono en el que se aprecian dos leones –similar, por ejemplo, al de la Virgen de Marzo, sita en el claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos-, dándole de mamar –transmisión de Conocimiento- al Niño, escultura que parece más propia de otro tipo de construcciones de más envergadura –me pregunto, si tal vez procediera del cercano monasterio de San Lorenzo- y que tal vez fuera reutilizada en un periodo indeterminado de la Historia. Debajo de ésta, merece la pena echar un atento vistazo al dintel de la puerta, pues conforma un pentágono en el que se incluye la figura de un Agnus Dei con cruz florenzada, a cuyos lados se aprecian un Sol y una Luna. En el tejado de ésta capilla, se advierte otro Agnus Dei, similar a los que se pueden contemplar en otros lugares de la geografía galaica: Betanzos, A Mezquita, San Francisco de Lugo, etc.

De tímpano liso, la portada principal, orientada hacia poniente, recoge un típico motivo ajedrezado o jaqués, cuyas arquivoltas se sustentan en cuatro capiteles: foliáceos los exteriores, mostrando los interiores dos leones afrontados el de la izquierda y una curiosa representación el de la derecha: un personaje descabezado, vestido con hábitos y mostrando un libro abierto en sus manos, rodeado por cuatro personajes desnudos, en actitud simiesca, que parece hacer referencia –a priori, pues desde un punto de vista psicológico, se prestaría a reflexiones más profundas- a la evangelización de unos pueblos poco dados a abandonar sus antiguas costumbres. Variada, así mismo, es la temática de las impresionantes series de canecillos. Temática que recoge una amplia variedad de motivos, entre los que destacan aquellos de índole vegetal o foliácea; zoomórfica; erótico-escatológica y simbólica, entre la que se cuenta lo que parece ser un espinario y otro curioso personaje que parece hacer referencia a la gula, por lo que mastica en la boca, pero que puede representar una alusión a los gremios artesanales –en este caso el de zapateros, que masticaban las suelas de los zapatos para ablandarlas y amoldarlas- y que por su forma, aspecto y posible significación recuerda a aquél otro que se localiza en uno de los capiteles interiores de la singular iglesia de Santa María de Wamba, localizada en las cercanías de los Montes Torozos vallisoletanos.


(1) Manuel Guerra: 'Simbología románica: el Cristianismo y otras religiones en el arte románico', Fundación Universitaria Española, Madrid, 1986, página 13.
(2) Para mayor información, se recomienda la lectura del trabajo de Ernesto Zaragoza Pascual, 'Reforma de los monasterios de Lobás, Dozón y Ansemil (1498-99), Cuadernos de Estudios Gallegos, Tomo XLIX, Fascículo 115, Santiago, 2002.

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