Un paseo por Retortillo, la antigua Juliobriga romana
El viajero que busca Naturaleza, Arte, Historia y sobre
todo, Misterio, no cabe duda de que tiene en Cantabria, un destino capaz de
cubrir con creces tales necesidades e incluso compensarle con la riqueza,
calidad y variedad de algo no menos importante y vital, como es también la
Gastronomía.
Si tomamos como base de operaciones, por ejemplo, la popular
ciudad cántabra de Reinona -entre otros, recomiendo la reserva en el Hotel
Vejo, con modernas instalaciones, agradable servicio y precios verdaderamente
asequibles- situada en el límite de su frontera natural con Palencia y esos
misteriosos Campos Góticos -una de las más duras etapas que tienen que afrontar
los peregrinos que siguiendo el denominado Camino Francés, se dirigen por la
Ruta o Vía de las Estrellas hacia Santiago de Compostela, para presentar sus
respetos al Apóstol Santiago el Mayor, después de un viaje que se presupone
existencialmente íntimo- observaremos, con entusiasmo, que desde nuestra
posición y en menos de una hora, tenemos múltiples opciones, a cual de ellas
más atractiva.
Por un lado, podemos intentar la aventura de conocer la
denominada Montaña Palentina -que no es otra cosa, que esos formidables Picos
de Europa, que comparten Palencia, Cantabria, Asturias y en menor parte, León-
y una serie de pequeños pero pintorescos pueblecitos o por el contrario,
encauzar nuestros pasos hacia la Cordillera Cantábrica y gozar de la salvaje
belleza del Mar Cantábrico y de las ciudades y pueblecitos portuarios, que
asentados a la vera de sus impresionantes desfiladeros, dejarán en nuestra
retina, qué duda cabe, unas impresiones y unos recuerdos, difíciles de olvidar.
En esta ocasión, optaremos por la primera opción y aunque no
nos dirijamos exactamente hacia la Montaña Palentina ni tampoco nos alejemos
mucho de Reinosa, encontraremos, dentro de esos pintorescos pueblecitos,
Retortillo, un lugar, que, aunque ahora no lo parezca, fue, no obstante, en
aquellos tiempos históricos que se remontan a las denominadas Guerras
Cántabras, cuna y solar de una de las mayores poblaciones romanas de la
Hispania conquistada: Juliobriga.
Cierto es, que apenas veremos más que algunas antiguas
ruinas de esta legendaria ciudad, apenas reconocibles y la mayoría de ellas situadas
a la vera de uno de los más extraordinarios templos del Arte románico de
Cantabria, ambos situados junto a un moderno museo dedicado, precisamente, al
recuerdo de la dominación romana del lugar, pero con una impresionante vista de
ese accidente artificial, que en su momento, sepultó bajo sus aguas algunos
pueblos, de recuerdo hace tiempo olvidado: el Embalse del Ebro.
Para el amante del Arte y de la Arquitectura, la curiosa
iglesia románica de Retortillo constituirá, seguramente, todo un pequeño desafío
a la imaginación, sobre todo, a sabiendas de que intervinieron en ella las
‘conocidas’ manos de unos canteros medievales itinerantes y anónimos, que sin
embargo, fueron dejando huella a todo lo largo y ancho del territorio,
poniendo, además, de manifiesto, la enorme calidad de un oficio, que desde esta
parte de la denominada Trasmiera cántabra, se extendió también por el resto del
territorio peninsular, hasta el punto de que de ella partieron maestros
canteros de la talla de Juan de Herrera, quien fuera uno de los artífices
principales del famoso monasterio de San Lorenzo de El Escorial, mandado
construir por el rey Felipe II.
Como viene siendo normal con este tipo de monumentos tan
antiguos, apenas existe constancia de este singular templo, salvo que se sabe
que se remonta al siglo XI, alrededor de un pequeño poblado altomedieval, que
por aquel entonces, llevaba el nombre de Rivo Tortillo y que sus constructores,
por supuesto, anónimos y posiblemente ignorándolo -aunque no hasta el punto de
no reaprovechar algunos de los sillares- levantaron la iglesia en el lugar
donde antiguamente se encontraba la ciudad romana de Juliobriga.
Su forma, llama la atención, sobre todo, porque sobre el
plano, muestra una sola planta, con ábside semicircular, pero a diferencia de
muchos otros templos de su estilo, compensa la falta de torre, propiamente
hablando, por la realización, sobre un hastial, dotado con unos primitivos
escalones de piedra, de una espadaña.
La escultura, sobre todo, aquella relacionada con esos verdaderos
‘libros de piedra’, especialmente diseñados para ilustrar a una sociedad
netamente analfabeta, no desmerece, sino que complementa las temáticas
características de la zona, incluida alguna que otra referencia de índole
sexual -de la que existen múltiples referencias en los templos cántabros- que
servía, además, como medio de reprobar cualquier tipo de costumbre licenciosa
-explicación más extendida, aunque discutible- referencias al entorno
-temáticas foliácea y de animales típicos de la zona- y referencias
mitológicas, usadas, principalmente, para desvirtuar los antiguos cultos,
haciendo de estos seres -arpías, sirenas o grifos, generalmente- alusiones a
los vicios y pecados, por los que no debían dejarse seducir los fieles.
Se sabe, que su portada original, situada en el lado sur de
la nave, fue desmantelada en época moderna y sustituida por la actual, donde
llama la atención la extraña representación escultórica de un tímpano, cuyo
verdadero origen se desconoce y cuyo significado, puede dar lugar a las más
variadas interpretaciones, pues en él se ven representados dos ángeles portando
una cruz -que recuerdan la curiosa historia de la Cruz de los Ángeles,
entregada al rey asturiano Alfonso I- franqueados por dos elementos de
influencia babilónica, como son el grifo y el león alado, símbolos, por otra
parte, que antiguamente se representaban alrededor de la figura del
Pantocrator, como símbolos primitivos de los Cuatro Evangelistas.
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