Rioseco

 


A una insignificante distancia de Bárcena de Pie de Concha, diríase que idílicamente perdido entre montes donde predominan los hayedos y los robledales, ocultando el trazado de las antiguas calzadas romanas que señalan la importante presencia de las legiones imperiales en esta zona del norte de España y donde se combinan, además, fértiles prados que constituyen el sustento principal de una ganadería vacuna tradicional, un pueblecito, que apenas alcanza los habitantes suficientes como para ser algo más que una pequeña aldea, combina, a partes equitativas, el arte supremo de un entorno natural envidiable y la huella de esas misteriosas compañías de albañiles medievales, las cofradías de canteros, que hicieron de la arquitectura sagrada verdaderos poemas en honor a Dios.


En este sentido y alternando el protagonismo con las antiguas casonas, que, en la mayoría de los casos, todavía conservan parte de los arcos naturales de entrada y el testimonio epigráfico de las poderosas familias que las habitaron, consignados sus apellidos y hazañas, en esa otra epigrafía simbólica, tan rica y variada, que son los escudos nobiliarios, una iglesia románica, levantada en el siglo XII, constituye, sin duda alguna, uno de los elementos patrimoniales más importantes del Arte Románico de Cantabria.


Dedicada a la figura de un peculiar Apóstol, San Andrés, cuyo símbolo principal es ese elemento en el que, igual que Jesucristo, sufrió martirio, una cruz con la peculiaridad de su forma de equis o de aspa -elemento, que, tradicionalmente, pasó a formar parte de su nombre, ‘Cruz de San Andrés’ y no sólo fue adoptada por los templarios, en cuyo exilio se comenta que lucharon junto a los rebeldes escoceses en la famosa batalla de Bannockburn, realizada, curiosamente, en 1314, año en el que fueron ejecutados y quemados en la hoguera los templarios prisioneros en el famoso castillo francés de Chinon y entre ellos, el último Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay- el hermoso templo románico de Rioseco, alzado sobre una colina que domina al pueblo, merece una solidaria y merecida atención.


Con su planta de una sola nave y con el detalle de no haber sufrido apenas modificaciones a lo largo de los siglos, con los añadidos barrocos de sacristías o de capillas de la Epístola y del Evangelio, que tanto han desvirtuado a otros muchos templos de su clase y estilo, la iglesia de San Andrés, aún afectada su escultura por esa irreprimible censora, que, en ocasiones, es la erosión, conserva, en sus elementos decorativos, las mejores tradiciones simbólicas del arte románico en general y de la zona en particular.


Mucho se habla, en ese sentido, de ese símil de Orfeo -metafórica y comparativamente hablando- que es una figura que suele sobresalir, generalmente, en este tipo de construcciones: Daniel y los leones.


Pero, aparte de esta consabida referencia y teniendo en cuenta que los albañiles medievales eran, además y posiblemente sin ser conscientes de ello, verdaderos cronistas de su época, destacan, aparte de las referencias eróticas, tan características, sobre todo, del arte románico de Cantabria, aquellas otras, que no sólo refieren ese entorno natural tan bien conocido por el hombre medieval -plantas y animales- sino alusiones, presuntamente, a los vicios, que tampoco podían faltar nunca, como parte del imprescindible mensaje de este tipo de construcciones y que, en el caso que nos ocupa y situada en uno de los capiteles del ventanal del ábside o cabecera de la iglesia, nos deriva hacia la interpretación de la lujuria en esa figura femenina, de cuyos pechos maman serpientes.


Interpretación, que, de cualquier modo, afecta, también, a unas creencias, que, aun consideradas imposibles por la Ciencia -las serpientes no pueden mamar- se mantuvieron siempre vivas, hasta tiempos actuales y por increíble que parezca, en el folklore popular de los pueblos del norte, donde recopiladores de estos auténticos tesoros culturales populares, como Constantino Cabal, recogieron historias donde se afirmaba que había serpientes que no sólo mamaban de las mujeres cuando estaban dormidas, sino también, de las ubres del ganado.


Hipótesis y elucubraciones aparte, lo cierto es que Rioseco y su formidable iglesia dedicada a la figura de San Andrés, son hito natural y cultural de primer orden, que bien merece, cuando menos una visita y dado, que, además, muchas de sus casas se han reconvertido en alojamientos rurales, un excelente lugar donde pasar unas vacaciones inolvidables, no sólo disfrutando de la paz y de la belleza de un entorno envidiable, con numerosas e interesantes rutas, para los amantes del senderismo y la posibilidad de tener un centro de operaciones del que disfrutar de una zona, anexa al famoso río Besaya, repleta de lugares y de hitos de interés.


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.


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