Arévalo: iglesia de Santo Domingo de Silos
‘Notable obra, que se atribuye,
aunque sin confirmar, a Pedro de Salamanca (bastante activo en Arévalo, por lo
que se ve), es el Cristo ‘verde’ al que acompaña una Dolorosa. No sólo se puede
especular con ese necrófilo realismo del cuerpo muerto, que realmente
impresiona, sino también con el detalle de que ese color, el verde, suele estar
asociado con la figura de la Diosa. Recordemos al respecto, que a las antiguas
Maters se las encendían velas precisamente de ese color. Se encuentra situado
en uno de los retablos laterales de la iglesia de Santo Domingo de Silos, en
Arévalo. Templo visitable, por cierto, y donde se recomienda proveerse de
monedas de 50 céntimos para iluminar parte de la nave y los retablos’.
[Cuaderno de Notas del Caminante,
Arévalo, 28 de diciembre de 2016]
Situada a escasos metros de la iglesia del Salvador,
pero en el fondo, como aquélla, lamentablemente muy reformada, no es de
extrañar que en lo referente a ésta iglesia de Santo Domingo de Silos, llamé
más la atención la delicada, magnífica y a la vez estremecedora obra atribuida
a Pedro de Salamanca –bastante activo, según parece, tanto aquí en Arévalo como
en la capital avulense-, que se puede apreciar en uno de los retablos de la
nave principal. Inerme y descansando en decúbito supino sobre una roca –cual
cordero expiatorio en el altar de sacrificio-, el aspecto cadavérico, resaltado
por ese color verdoso que preludia el comienzo del proceso de descomposición,
mella el alma con la angustia de la mortalidad. Frente a ese lamentable signo
de humana decadencia, enfrentados a esa omega al parecer sin parangón, resulta
difícil no preguntarse qué motivó la decisión del artista de sustraer, o cuando
menos contrarrestar, el sentido divino de una personalidad, que si bien
algunos, como Ortega y Gasset dudaban de su existencia, amparándose en el
acusador silencio de los historiadores de la época, reconociendo, no obstante
sin tapujos, la grandeza insuperable del mito de Cristo. Hasta tal punto de
que, fueran suyas las palabras o no, pero siguiendo parte de sus tomasianas reflexiones, con
posterioridad se llegara a afirmar aquello de que la Iglesia sabe lo suficiente de Cristo, como para protegerse de Cristo.
Lejos, pues, queda la idea -contemplando ese cuerpo que está a punto de
comenzar el proceso de descomposición para convertirse en materia prima apenas
se devuelva al atanor de la madre tierra-, de la visión solemne y divina, de
aquél otro que, según los Evangelios, caminaba sobre las aguas; multiplicaba
los peces; convertía el agua en vino; curaba enfermos y decía, entre otras
muchas muestras de sabiduría, aquello de: transformaos
de piedras muertas en piedras vivas. Ésta obra, por cierto y como dato
curioso añadido, volvemos a encontrarla representada en la vidriera que se
levanta por encima del coro, aunque, evidentemente, perdido todo el dramático
realismo de la escultura de Pedro de Salamanca.
Otras obras interesantes,
contenidas en esos continentes de impenetrable follaje que son, general y
comparativamente hablando, los retablos barrocos, serían un San Antón, de
espaldas al mundo –metafóricamente hablando- y con la vista perdida en las
inmensidades cabalísticas del libro que mantiene abierto en su mano; un San
Isidro, que permanece en postura militar, manteniendo la azada en vertical con
su pierna derecha y la mano izquierda a la altura del corazón, como
aprestándose a cumplir la orden de roturar la tierra, trabajo que, según la
tradición, ángeles y bueyes hacían por él; un San Roque, vestido de peregrino;
una curiosa representación arabizante de San José con el Niño y dos
interesantes óleos, representativos de la Virgen con Niño y San Bernardo y de
una santa, recostada, portadora de un libro cerrado, y por lo tanto, hermético
y una cruz patriarcal en la mano, que pudiera ser una alusión a Santa Casilda,
puesto que de tal manera está también representada en su Santuario de La
Bureba.
Del románico-mudéjar original, aunque muy modificada, sobreviven el
ábside, parte de la nave y la torre, en cuya cúspide se localiza una imagen del
Sagrado Corazón de Jesús
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