Paseos por el Románico Palentino: Perazancas de Ojeda, la humilde ermita de San Pelayo
Solitaria y apartada a un lado de esa carretera general que
conecta la Montaña Palentina con Herrera de Pisuerga y en su defecto, con la
novísima Autovía que une Cantabria con la Meseta castellana, una humilde
ermita, dedicada a la figura de un misterioso abad, de nombre Pelayo, llama
poderosamente la atención de los viajeros, caminantes, arrieros y peregrinos,
que un día invierten parte de su inestimable tiempo en detenerse unos instantes
y echar un prolongado vistazo, dejándose seducir por su primitivo encanto.
Este resulta más seductor, aún, si cabe, contemplándose con el telón de fondo de la mencionada Montaña Palentina -que no es, si no, una derivación más de esos majestuosos Picos de Europa, compartidos por Palencia, Cantabria, Asturias y en menor parte por León- y observando, además, ese tiempo cambiante, cuya amenaza de tormenta, no sólo proporciona unos momentos de inefable belleza, sino que además, alimenta la fantasía, pensando cómo deberían de sentirse las gentes que atravesaban esos infinitos parajes, en una época tan temprana como la que se supone que dio origen a este antiquísimo cenobio venido a menos: el siglo XI.
En base a ello y antes de precipitarnos en lo que la Historia sabe, lo que la Tradición afirma y lo que las Bellas Artes auxiliares, como la Arquitectura, nos cuentan, es bueno rendirse a la evidencia de que en aquellos lejanos tiempos, este tipo de lugares constituían verdaderas islas, metafóricamente hablando, que auxiliaban a los no menos metafóricos náufragos de los caminos, sin importar origen y condición, ofreciéndose de maderos salvadores en los embravecidos mares de su viaje o peregrinación.
Evidente resulta, por otra parte, echando un simple vistazo a su curiosa estructura, que ésta se ha visto modificada, posiblemente con poca o nula fortuna, a lo largo de diferentes periodos históricos, lo que en el fondo, podría considerarse como un mal menor, habida cuenta de que muchas otras de su clase y estilo, terminaron viéndose totalmente arruinadas y formando parte del conglomerado de otras iglesias de estilo posterior o, en el peor de los casos, de cercas, casas y vallados de pueblos cercanos, cuyos habitantes, centrados en su humilde y dura vida campesina, apenas sabían nada sobre Arte y Arquitectura y apenas les importaba otra cosa que la de disponer de un digno lugar sagrado, donde poner en práctica sus convicciones religiosas.
Aun sin la posibilidad, al menos en este desplazamiento, de una visita interior, algunos detalles de su exterior, ofrecen, no obstante, suficiente información como para sacar interesantes conclusiones; sobre todo, teniendo en cuenta, que difiere en buena parte, con la mano de esos talleres canteros, que posiblemente descendiendo a la Meseta desde lugares como Piasca -situado en el municipio cántabro de Cabezón de Liébana, a unos diez o doce kilómetros de Potes y unos cuarenta de Cervera de Pisuerga- que descendiendo por la Montaña Palentina, dejaron evidentes señales de su destreza, en el conjunto de numerosas iglesias, las principales de las cuales iremos viendo en sucesivas entradas.
La presencia en el ábside, del denominado ‘ajedrezado jaqués’, así como la presencia de una ancha banda de arquillos ciegos, siendo, además, de cabecera semicircular y nave única, induce a suponer, en toda lógica, la gran influencia que la apertura de los caminos de peregrinación tuvieron en este arte y como fueron introduciéndose, progresivamente, en la Meseta castellana, escuelas y concepciones tan alejadas, como ésta, característica de zonas con un románico tan complejo, como son Cataluña y Aragón.
Actualmente, sólo se abre al público en época de romería o en los meses de verano, localizándose un teléfono de contacto en la iglesia de la Asunción, situada en el centro de Perazancas de Ojeda y alejada un kilómetro de la ermita, hito arquitectónico que veremos en una próxima entrada.
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