Bárcena de Pie de Concha

 


En el interior de Cantabria, en escenarios donde monte y prado se entregan voluntariosamente a un feliz maridaje, siempre a la vera de soberbias depresiones naturales, sobre cuyas cimas osos y lobos vivieron durante incontables generaciones, hay pueblos, cuya pintoresca esencia y cuyo arte, también, atraen no sólo la atención, sino el enamoramiento, tanto de viajeros y peregrinos de todos los tiempos.


Bárcena de Pie de Concha, no sólo es uno de ellos, sino que, además, conserva todavía numerosas tradiciones ancestrales, que, añadidas a su magnífica arquitectura rural y a la presencia de una magnífica iglesia románica del siglo XII, dedicada a las siempre sorprendentes figuras -y he aquí lo significativo- de los médicos gemelos, San Cosme y San Damián, invitan a la especulación.


Porque, no olvidemos, que estas dos figuras de la Leyenda Dorada del Cristianismo, venían a significar esas dos figuras, eminentemente complementarias, como son la del médico que diagnostica y el farmacéutico que elaboraba y distribuía los remedios, aprovechando el gran conocimiento que el hombre medieval poseía de la fabulosa farmacopea de la naturaleza del entorno.


Hallándose situada, a no mucha distancia de Reinosa y la pedanía de Aguilar de Campoo, frontera con las mesetarias tierras de Palencia, era, además, uno de esos itinerarios seguidos por la afluencia de peregrinos que arribaban a las escabrosas costas del Cantábrico, siguiendo unos itinerarios previamente marcados por esos redescubridores de lugares sagrados, que, sin duda alguna, fueron los hacendosos monjes benedictinos, bajo cuyo asesoramiento y patronazgo, se fueron trazando los lugares que habrían de ayudar a aquellos en su viaje trascendental: ermitas, iglesias y monasterios, que no sólo auxiliaban al peregrino en su camino, sino que, además, le proporcionaban claves y conocimientos suficientes, como para hacer de su viaje un aprendizaje, sin duda, inolvidable.


Aunque modificada en épocas sucesivas, donde las modas y esa falta de sensibilidad hacia las arquitecturas anteriores, parece que hubieran puesto fin a unos trabajos de cantería, donde la maestría y sobre todo, la verdadera artesanía, situaba el conjunto de los templos dentro de una geometría sagrada en la que nada se dejaba al azar y todo tenía un sentido predeterminado, el templo románico de Bárcena de Pie de Concha -atención, además, al nombre, que no tiene desperdicio, pues ese ‘pie de concha’ no sólo hace referencia al elemento distintivo del peregrino medieval, la concha o vieira, sino que, además, en su forma ya se adivina uno de los símbolos trascendentales del Camino de las Estrellas, como es la pata de oca- constituye, todavía, uno de los ejemplos más significativos de esas misteriosas hermandades de canteros o de albañiles, que, surgidos en la Trasmiera y aprovechando los conocimientos de aquellos otros que venían, sobre todo, de tierras francas, fueron dejando un legado artístico y cultural de primera magnitud.


No ha de extrañarnos, por tanto, teniendo todo esto como base, para ver, en numerosos de sus detalles escultóricos, referencias a ese aprendizaje, primordial, que no sólo el fiel, sino también el peregrino, encontraba a lo largo de las incontables etapas que formaban la base primordial de su camino hacia la tumba del Apóstol Santiago y entre ellas, esa referencia al esfuerzo, al sufrimiento que cuesta alcanzar el conocimiento y la trascendentalidad, reflejada en esas espinas -la famosa escultura del ‘espinario’, muy presente en los templos que jalonan los caminos de peregrinación- que alentaban a continuar, pues cierto era y continúa siendo, que hay premio sin su correspondiente sufrimiento.


Pero Bárcena de Pie de Concha es, además, un reducto donde la Tradición, sobre todo, basada en la antigua mitología celta, tiene todavía, al cabo de los siglos, la aquiescencia de un pueblo, no sólo orgulloso de sus milenarias raíces, sino, además, guardián, hasta el punto de que no hay que extrañarnos que las antiguas leyendas sobre las xanas o las ninfas de las aguas, tengan, todavía, la suficiente fuerza de atracción como para estar presentes en los principales lugares de ocio y restauración, como el Disco-Pub, que, situado a la vera del río Torino, lleva por nombre ‘La Anjana’ y por emblema, una hermosa ninfa, de tradicionales cabellos rubios, acariciando una antigua estela funeraria y solar, con sus delicadas manos.


Corre, además, por el cercano monte Jano -inequívoca referencia al dios romano de las dos caras, adoptado por el Cristianismo en las figuras de los dos Juanes, el Bautista y el Evangelista, que, respectivamente, señalan los solsticios de verano y de invierno- la fabulosa leyenda de ‘la guerrera cántabra’: una poderosa mujer-guerrera, cuya historia, en el fondo, es muy similar a las de otras heroínas celtas, como la famosa e histórica reina Boadicea o Boudica, cuyo furor guerrero puso en jaque a ciudades como Londres.


En definitiva: no sólo estamos ante un lugar eminentemente encantador y pintoresco, con mucha leyenda y tradición a sus espaldas, sino también, frente a un asentamiento, en plena naturaleza de Cantabria, digno para la más envolvente y emocionante de las aventuras.


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.


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