Cantabria: un viaje en el tiempo por Raicedo

 


Olvidados quedan ya los Carnavales de Madrid y mi propuesta de continuar descubriendo lugares con encanto y misterio, situados en ese pequeño paraíso del norte de España, que es Cantabria, sigue en pie, por lo que les invito a acompañarme hasta la pequeña población de Raicedo y visitar dos singulares hitos culturales, como son, su iglesia románica del siglo XII, dedicada a la figura de San Juan y su rescatado cementerio medieval.


Situada en la vecindad del río Besaya, así como a la vera de una localidad más importante, como es Arenas de Iguña y a no excesiva distancia de ese otro carismático lugar de Cantabria, como es el pueblo de Los Corrales de Buelna -famoso, entre otras cosas, por albergar la mayor y más fantástica colección de estelas funerarias de aquellos bravos pueblos cántabros que hicieron historia en su encarnizada lucha contra las legiones de Roma- en las afueras de Raicedo, los hitos anteriormente reseñados, nos permiten realizar, aunque sea, lógicamente, de una manera, ensoñadora y metafórica, un pequeño viaje en el tiempo.


Un pequeño viaje en el tiempo, donde nos adentraremos en una parte primordial de esas fascinante Edad Media española, donde, entre otras vicisitudes, no sólo cobró un auge inusitado la construcción de templos, que marcaron un punto de inflexión en la arquitectura, definiendo un estilo, el románico, en concordancia con una fe cada vez más consolidada, sino que, además, y dado que, generalmente, se enclavaban, como soportes, dentro de esos increíbles escenarios culturales, que son los caminos de peregrinación, fueron el origen de los primeros hospitales, así como la justificación de la presencia de importantes órdenes militares, atraídas, también, por lo que no en vano se denominó como la antesala de las Cruzadas, triste papel, no obstante, que volvería a desempeñar España en el siglo XX, cuando nuestra infausta Guerra Civil, significó una nueva antesala, para uno de los mayores horrores que habría de conocer el mundo: la Segunda Guerra Mundial.


Como ya he dicho, datada en los inicios del siglo XII, la iglesia románica de San Juan, que conserva todavía, buena parte de su primitiva estructura, si bien, en el siglo XVII se le añadió una sacristía que la desvirtúa, formaba parte de un pequeño monasterio, perteneciente a la orden religioso-militar de los caballeros de San Juan de Jerusalén, conocidos, popularmente, como hospitalarios, que, de hecho, mantenían también una Bailía o Encomienda, que se ocupaba de administrar buena parte de este territorio.


Su nave, es de planta rectangular, obedeciendo su ábside o cabecera, al típico semicírculo de los templos románicos y todavía conserva, en algunos casos, bastante desgastada por el tiempo y la erosión, una interesante presencia escultural, en cuyas características, hay historiadores que observan cierto parecido con las esculturas de la Colegiata, también cántabra, de San Pedro de Cervatos.


Esta referida presencia escultórica, no difiere, en absoluto, de los arquetipos relacionados con la arquitectura románica de la época, donde se incluían, no sólo referencias al entorno -diferentes representaciones de plantas y animales característicos del lugar- sino también, las conocidas referencias a los pecados de los abusos carnales, generalmente, representados por motivos mitológicos, como sirenas o arpías, que, a la vez, invitaban a los fieles a olvidar los viejos cultos y llevar una vida de corrección, acorde a los principios de la Religión cristiana.


Aunque, sobre todo, en las grandes ciudades, se prohibió que las iglesias mantuvieran su acostumbrado cementerio, para evitar la propagación de enfermedades, que, en muchos casos, se convirtieron en verdaderas pandemias, dejando detrás de sí numerosas víctimas, en pueblos pequeños, todavía se suele encontrar un pequeño cementerio, adosado a este tipo de iglesias, como ocurre, en este caso, con la presente iglesia.


Pero lo más relevante y a la vez, lo que le da cierto aire de histórica nostalgia, es el descubrimiento del voluminoso cementerio medieval, descubierto en parte y en parte, también, remodelado con modelos de nueva creación -o mejor dicho, de recreación- que nos ofrecen, en su conjunto, una perspectiva de la vida de aquella época, invitándonos, de paso, a situarnos en el ambiente en el que, tanto vecinos, como peregrinos que, desde la costa, se adentraban tierra adentro, para alcanzar los itinerarios hacia Compostela, atravesando lugares fronterizos de Palencia y Burgos -delimitados, en la actualidad, por lugares de gran belleza, como el embalse del Ebro- vivían y morían, algunos, sin llegar a alcanzar nunca su objetivo.


Como en la mayoría de cementerios cristianos de la época, también las sepulturas, humildes, en su gran mayoría, se realizan con lajas, simulando esas mismas cajas, que, siglos más tarde, serían tan comunes, manteniéndose una constante, como era la de estar siempre orientadas hacia el Este, en dirección a la Ciudad Santa de Jerusalén, simbólicamente señalada por la salida del sol y por defecto, por la creencia, arraigada, en la resurrección.


No deja de ser un detalle, ciertamente, poco estético, observar que la carretera general, separa la iglesia del cementerio medieval, pero también es cierto, que el viajero interesado en este tipo de lugares, encontrará una gran riqueza de escenarios, pues, siguiéndola, alcanzará otros lugares relevantes, como Silió, en el Concejo de Molledo y su magnífica iglesia románica, dedicada a las figuras de los Santos Facundo y Primitivo, lugar, pintoresco y de visita muy recomendable, del que hablaré en una próxima ocasión.


AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, así como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.



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