Guadamur: cuando la Historia supera a la ficción / Guadamur: when history surpasses fiction


Situado en un punto estratégico de esos emblemáticos Montes de Toledo, custodios de innumerables misterios, poco o nada conocidos por esa metafórica madrastra en que suele convertirse una Historia, cuyos lodos no terminan, todavía, de sacar a relucir un contenido sumamente rico en aspectos culturales, un pueblo notable, Guadamur, observa la vida pasar, como esa entrañable poesía de Verlaine, siempre a la vera de un castillo, que, no en vano, merece el calificativo de ‘película’, puesto, que, por su belleza, elegancia y estado de conservación, ha sido elegido como escenario cinematográfico en multitud de ocasiones: desde buena parte de los episodios que conforman la popular serie, ‘Águila Roja’, hasta esas espeluznantes historias de terror, protagonizadas por nuestro internacional actor del género, Jacinto Molina, donde seres dantescos, como vampiros y hombres-lobo, se aúnan a unas mitologías, las vetonas y carpetanas, donde lo sobrenatural recibía también su culto, quedando sujetos, con el paso del tiempo, a las mercenarias necesidades de leyendas y tradiciones.


De alguna manera, si no sobrenatural, sí, al menos, casuísticamente fantástica, podría considerarse el descubrimiento, en 1858, de uno de los tesoros más soberbios de aquella fabulosa, casi desconocida y sobre todo, desgraciada España visigoda, que, cual una comparativa Atlántida platónica, quedó eternamente sumergida por el incontenible tsunami de la invasión musulmana del siglo VII, cuando las fuertes lluvias que cayeron en la región, dejaron al descubierto la maravillosa riqueza del denominado tesoro de Guarrazar, formado, en su mayoría, por una ingente cantidad de coronas votivas, de oro puro y aderezadas con singulares piedras preciosas, de los reyes visigodos y cuya historia, rocambolesca, donde las haya, terminó en disputas entre la astuta Francia y una indolente España, que nunca supo apreciar el valor intrínseco de su increíble Patrimonio Cultural. Réplicas de esas fabulosas coronas visigodas, no sólo se localizan en el pequeño museo de la localidad -algunas de las originales, se pueden contemplar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid- sino también, en otra de las singulares joyas patrimoniales de este pueblo afortunado, como es, no cabe duda, su elegante recinto sacro, de notable arquitectura mudéjar, que sirve de cobijo y continente para la que, a todas luces, pudo ser otra de las singulares y milagrosas Vírgenes Negras de España: la de la Natividad. 


Located in a strategic point of those emblematic Mounts of Toledo, custodians of innumerable mysteries, little or nothing known by that metaphorical stepmother that a History usually becomes, whose muds have not yet finished bringing to light an extremely rich content in cultural aspects. , a remarkable town, Guadamur, watches life go by, like that endearing poetry of Verlaine, always on the side of a castle, which, not in vain, deserves the description of 'film', since, due to its beauty, elegance and state of conservation, it has been chosen as a film setting on many occasions: from many of the episodes that make up the popular series, ‘Red Eagle', to those spooky horror stories, starring our international actor of the genre, Jacinto Molina , where Dantesque beings, such as vampires and werewolves, join some mythologies, the Vetonas and Carpetanas, where the supernatural also received its cult, becoming subject, with the passage of time, to the mercenary needs of legends and traditions.



In some way, if not supernatural, yes, at least, casuistically fantastic, the discovery, in 1858, of one of the most superb treasures of that fabulous, almost unknown and, above all, unfortunate Visigothic Spain, could be considered, which, like a comparative Platonic Atlantis was eternally submerged by the uncontrollable tsunami of the Muslim invasion of the 7th century, when the heavy rains that fell in the region revealed the wonderful wealth of the so-called treasure of Guarrazar, formed, for the most part, by an enormous amount of votive crowns, of pure gold and decorated with singular precious stones, of the Visigoth kings and whose history, bizarre, if ever there was one, ended in disputes between the astute France and an indolent Spain, which never knew how to appreciate the intrinsic value of its incredible Cultural heritage. Replicas of those fabulous Visigothic crowns are not only located in the small museum of the town - some of the originals can be seen in the National Archaeological Museum of Madrid - but also, in another of the unique heritage jewels of this fortunate town, as is, without a doubt, its elegant sacred enclosure, with notable Mudejar architecture, which serves as shelter and continent for what, clearly, could have been another of the singular and miraculous Black Virgins of Spain: that of the Nativity.



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