Románico de Museo / Museum Romanesque

 


Buena parte de ese demencial desbarajuste, que, en cuanto al Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural ha caracterizado a España a lo largo de la evolución de una Historia, cuyos charcos se pierden, irremediablemente, en el alba de los tiempos, lo podemos encontrar también en los Museos, en cuyas salas, perdida la vigencia original y el propósito pedagógico, tanto a nivel simbólico como educativo para el que fueron brillantemente concatenadas, relevantes piezas de un modelo de arquitectura que se consideró, por antonomasia, como el modelo de la Cristiandad, languidecen como deudos olvidados, cuyos restos fueron a recabar -como aquel grandioso poeta que siempre llevó consigo aquel huerto de Sevilla, donde crecía el limonero- lejos de esos afortunados y singulares lugares de nuestra geografía sagrada, en el que fueron concebidos.


Da cierta respetuosa conmiseración y a la vez, cierta melancólica vergüenza, observar, que, aun descabaladas y sujetas a esa feria de las vanidades, que son siempre, metafóricamente hablando, todas las exposiciones, la brillante imaginería desplegada por el anónimo escultor medieval, conservan parte de ese fuerte magnetismo o de ese singular poder o ‘mana’, como dirían los reverentes polinesios, cuyo mensaje, hizo estremecer de pasión e incluso, también de terror, a nuestros mayores.



Aquí, en una de las salas del Museo Nacional de Arqueología de Madrid, es donde terminaron de recalar, los terribles mensajes del denominado ‘Pilar de la Lujuria’, de la Colegiata de Armentia -lugar de donde procedía San Prudencio, el que fuera alumno aventajado de San Saturio, Patrón de Soria, cuando todavía la humilde ermita, elevada sobre un montículo horadado de cuevas en la ribera del Duero, se llamaba San Miguel de la Peña-, al lado de las magníficas columnas-atlantes de San Payo de Antealtares, representativas de los Evangelistas, no muy lejos de donde, ilusoriamente montadas sobre soportes modernos, ricas escenas neotestamentarias que un día ilustraron el claustro del monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo o alguno de los pórticos de entrada del monasterio de San Pedro de las Dueñas, siguen levantando polvo, a la vera de magníficas pilas románicas, como la de Mazariegos, aventadas de esa agua del espíritu, que durante siglos fue el bautismo de innumerables generaciones.


A good part of that insane mess, which, in terms of the Historical, Artistic and Cultural Heritage, has characterized Spain throughout the evolution of a History, whose puddles are irremediably lost at the dawn of time, we can also find in the Museums, in whose rooms, lost the original validity and the pedagogical purpose, both at a symbolic and educational level for which they were brilliantly concatenated, relevant pieces of an architectural model that was considered, par excellence, as the model of Christianity , they languish like forgotten relatives, whose remains they went to collect - like that great poet who always carried with him that orchard in Seville, where the lemon tree grew - far from those fortunate and singular places of our sacred geography, in which they were conceived.



It gives a certain respectful commiseration and, at the same time, a certain melancholic shame, to observe that, even crazy and subject to that vanity fair, which all exhibitions always are, metaphorically speaking, the brilliant imagery displayed by the anonymous medieval sculptor, retains part of that strong magnetism or that singular power or 'mana', as the reverent Polynesians would say, whose message made our elders tremble with passion and even with terror.



Here, in one of the rooms of the National Museum of Archeology in Madrid, is where the terrible messages of the so-called 'Pillar of Lust', from the Collegiate Church of Armentia - the place where Saint Prudence, who was a student, came from advantage of Saint Saturio, Patron Saint of Soria, when the humble hermitage, elevated on a mound riddled with caves on the banks of the Duero, was called Saint Michael of the Rock, next to the magnificent Atlantean columns of Saint Payo of Antealtares, representative of the Evangelists, not far from where, illusorily mounted on modern supports, rich New Testament scenes that one day illustrated the cloister of the monastery of Saint Mary of Aguilar de Campoo or some of the entrance porches of the monastery of Saint Peter of the Owners, continue to raise dust, next to magnificent Romanesque fonts, like the one in Mazariegos, filled with that water of the spirit, which for centuries was the baptism of countless generations.



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